¿Tienen nuestras empresas objetivos numéricos de reducción de su siniestralidad? Las empresas tienen objetivos anuales que se refieren a la producción, a los beneficios, a las ventas pero, ¿cuáles son sus objetivos anuales de siniestralidad? Aunque no hay reglas fijas, mi experiencia personal es que algunas (¿muchas?) empresas tienen una actitud fatalista: los accidentes, y las enfermedades profesionales, son parte del trabajo y no se pueden evitar; por ello su sistema de prevención está centrado primariamente en disminuir sus consecuencias, a través de servicios médicos y jurídicos. En coherencia con que los accidentes no se pueden prevenir, no se fijan objetivos concretos de siniestralidad o si lo hacen, típicamente consisten en algo semejante a reducir a la mitad los del año anterior; de esta manera, una empresa que hubiera tenido diez accidentes el año pasado, se dará por satisfecha si tiene cinco este año.

A estas empresas hay que decirles que los accidentes y las enfermedades profesionales (EEPP) SÍ se pueden evitar trabajando preventivamente, pues todas las investigaciones de accidentes, llevan a que son “imprevenciones”, en muchos casos “atajos” en la ejecución de procesos mal diseñados, los que los causan. En la empresa, todo trabajo es un proceso y el sistema para evitar los accidentes es usar la prevención en todas sus partes (actividades, procedimientos, diseño, materiales, instalaciones, etc.). Por ello, ya que es posible prevenir los accidentes, SÍ sirve ponerse objetivos de reducción de siniestralidad. Pero, ¿qué objetivo? “Cero accidentes” es lo único aceptable por todos, pues el objetivo de tener cinco accidentes, de nuestra empresa típica, no es aceptable por aquellos que los sufren.

Ya se conocen empresas que tienen “cero accidentes” como objetivo de siniestralidad: son las que se han dado cuenta de que la seguridad en el trabajo “no es una prioridad de gestión, sino un requisito previo; una cuestión de valores humanos” (1) y desde luego la consideran mucho más que una obligación legal. Es de esperar que el objetivo se vaya extendiendo a las demás empresas pues, estando los procesos en cadena, la seguridad de unas afecta a las otras.

Es esencial que el objetivo de cero accidentes, venga del Director General, para que a su vez, sea aceptado por todos en la empresa. El mecanismo es un sencillo “efecto dominó”: asumido el objetivo por el número uno de la empresa, éste lo traduce y traslada a los jefes de los departamentos, éstos a los jefes de las secciones, y éstos a los encargados; cuando todos los mandos están implicados, los trabajadores les siguen y el objetivo queda integrado. Asignar un objetivo, implica su evaluación anual: cada año el trabajador y su jefe inmediato comprueban lo conseguido y se actúa en consecuencia. Gestionando de esta manera, con medición, el objetivo anual “cero accidentes” se convierte en parte del trabajo, como los de producción o de ventas, y así se integra la seguridad en el trabajo. El objetivo “cero accidentes” no puede ser sólo del responsable de la prevención, sino de todo el mando, y requiere su implicación efectiva en la investigación de los accidentes, en la implantación de las acciones correctoras y en la manera preventiva de hacer todos los trabajos en la empresa.

Frente a la asignación del objetivo “cero accidentes”, es comprensible que los gerentes se vean perdidos en primera instancia, pues la gestión de la prevención tradicional, fundamentalmente burocrática, no es efectiva para evitar la siniestralidad. Sin embargo, la gestión empresarial orientada al proceso individual, puede ayudarles a resolver la situación. Ésta es una técnica de gestión empresarial cuyo motor es el proceso (2), que permite a cada trabajador, aplicar la prevención a sus procesos individuales. La gestión preventiva de la empresa basada en el proceso individual es sencilla y económica, y permite a cada trabajador participar mejor en el conjunto de la empresa, aportar más seguridad para sí mismo y para los siguientes de la cadena, y, en fin, colaborar eficazmente en la integración de la cultura preventiva en la empresa. Con esta técnica, el gerente puede, además, liderar la tradicional gestión de la prevención, a menudo encabezada por la Mutua y los Servicios de Prevención Ajena, pues todo su contenido (EVR (3), Formación, Vigilancia de la Salud, etc.) pasa a tener sentido alrededor de los puestos de trabajo y los procesos de la empresa.

Cero accidentes presenta una situación en la que todos ganan, e iniciar el “efecto dominó” que haga que sea asumido cada vez por más empresarios particulares, requiere el liderazgo comprometido de los agentes sociales, Autoridad Laboral, Patronal y Sindicatos, y el de las empresas emblemáticas que ya lo han adoptado. Confiemos en que esto se produzca y pronto muchas empresas asuman el objetivo cero accidentes pues, como queda dicho, es lo único aceptable.

(1) Castejón. E “ Cultura de Prevención: predicar con el ejemplo. 2001

(2) “Todo trabajo es un proceso” y éstos se realizan por los trabajadores, director incluido, en los Puestos de Trabajo”.

(3) Evaluación de Riesgos

Nota: Mendoza-Ingeniero ha escrito el libro sobre la gestión del cambio cultural, Sistema de Gestión de Riesgos Laborales AMeP Safe-Pro. Más información en: http://www.tiendapw.com

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Alejandro Mendoza de Mendoza-Ingeniero ® – Ingeniero Industrial. I+D, Calidad, Medio Ambiente, Prevención. Auditor autorizado de sistemas de Prevención

Fuente Revista PW Magazine 3

Este contenido ha sido publicado en la sección Artículos Técnicos de Prevención de Riesgos Laborales en Prevention world.

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