Vivimos en un mundo cada vez más tecnificado. Nuestro trabajo, nuestra vida cotidiana, nuestro ocio, nuestras comunicaciones, nuestros servicios (públicos, médicos…) están cada día más mediatizados por la tecnología. Convivimos con ella, por lo que ser humano y tecnología estamos “condenados” a entendernos. Sin embargo, estos avances tecnológicos aparecen, en muchos casos, en nuestro contexto de actividad (trabajo, hogar, aeropuertos, hospitales…) como elementos importados, que interpretamos desde nuestro desconocimiento y que reconocemos como objetos extraños pero, al fin y al cabo, útiles. Convivimos con la tecnología, la usamos cada vez más, ha sido símbolo del progreso y modernidad desde la revolución industrial, pero debemos entender que toda inclusión tecnológica no suele ser inocua para el ser humano.

Aunque existen multitud de productos tecnológicos dirigidos al ser humano, en raras ocasiones y sólo para productos y diseños muy concretos, se presta atención a las características del cerebro humano. En general se presupone que un artefacto tecnológico interactuará con un cerebro joven y sano, idealizado y con características muy concretas. Pero ésta no tiene porqué ser la realidad de los usuarios. ¿Qué ocurre con la posibilidad del uso de otras poblaciones, como las personas con déficits cognitivos (ligeros o severos) o tras el deterioro fruto de la edad o con desarrollos cognitivos diferentes…? ¿Qué ocurre en situaciones forzadas de vigilancia o atención mantenida, en controles de procesos críticos…? En este sentido, en ocasiones este diseño mal enfocado supone que un amplio rango de la población no pueda acceder a las posibilidades que el artefacto tecnológico le plantea, simplemente porque éste no ha sido diseñado conforme a unos criterios de usabilidad generalizados para poblaciones más amplias. En otras ocasiones, este diseño podría facilitar la aparición de los llamados Errores Humanos (accidentes aéreos, ferroviarios, de automóvil…).

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Estas limitaciones en los diseños de los elementos tecnológicos presentan dos tipos de problemas principales. En primer lugar, producen desajustes entre el propio objeto tecnológico y el usuario, lo cual redunda en un deficiente uso o en carencias de acceso a determinadas posibilidades que podrían mejorar la vida cotidiana de este usuario, la aparición de Errores… En segundo lugar, dichas deficiencias en el diseño pueden acarrear cuantiosas pérdidas de recursos a las empresas que lanzan dichos productos, al no estar éstos lo suficientemente pensados para satisfacer las necesidades los usuarios.

Esta propuesta teórica y práctica propone una alternativa al estudio de los artefactos tecnológicos, que permita al ser humano ser el inicio y el fin del proceso de innovación respecto al diseño de elementos tecnológicos.

En los últimos años surge en los Estados Unidos un movimiento perteneciente a la Ergonomía y liderado por neurólogos al que se le denomina Neuroergonomía, la cual es definida como el estudio del cerebro y la conducta en el trabajo (Parasuraman, 2003) [1]. 

Esta área interdisciplinar de investigación y práctica surge de las disciplinas de las neurociencias y la Ergonomía (o factor humano), en busca de maximizar los beneficios aportados por ambos campos. El objetivo no es el estudio de la estructura cerebral y su función, los cuales provienen de las neurociencias, sino determinar su funcionamiento en el contexto de la cognición y la conducta humana durante el trabajo.

Los autores de este artículo planteamos una definición que en cierto sentido parte de la establecida por Parasuraman, pero planteado desde un cuerpo teórico, más amplio e integrador, donde consideramos como parte central la Teoría de la Actividad dirigida no sólo al estudio del trabajo, sino a la relación del cerebro, la cognición y la actividad en la totalidad de los escenarios creados por el hombre.

En este sentido, definimos Neuroergonomía Cognitiva como el estudio de la adaptación mutua entre el ser humano y su encuadre o marco (objetos, personas, organización…), así como de los mecanismos mentales, cerebrales y neuropsicológicos del actor implicados en el curso de la actividad. Para ello, disponemos de las siguientes herramientas y paradigmas experimentales: análisis de la actividad, neuroimagen, registros neurofisiológicos, pruebas neuropsicológicas, registros conductuales, etc.

Desde esta conceptualización, parafraseando a Jacques Leplat [2], se introduce el concepto de Neuroergonomía Cognitiva como el conjunto de conocimientos neuropsicológicos y cerebrales pertinentes al análisis y a la solución de problemas ergonómicos desde el enfoque de la Ergonomía de la Actividad.

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Desde el campo de las neurociencias en general y de la Neuropsicología en particular existen continuas aportaciones sobre el ser humano y su interacción con su contexto. De este modo, atención, percepción, emoción, memoria (espacial, operativa…), función ejecutiva, toma de decisiones, etc., son conceptos que se utilizan desde hace tiempo en la investigación con seres humanos. No obstante, rara vez dichos conceptos son utilizados desde este enfoque integrador en las soluciones aportadas por la Ergonomía. Incorporamos, por tanto, esta concepción neuroergonómica a sabiendas de que el intento de acceder a una realidad poliédrica, como es el diseño de sistemas hombre-máquina, pasa por el acercamiento desde múltiples ángulos. Es aquí donde la Neuroergonomía Cognitiva aparece como una disciplina necesaria para la comprensión y la transformación de la actividad humana.

La Neuroergonomía Cognitiva pretende ser un marco de acercamiento a la actividad humana elaborado a través de elementos de diferentes sistemas comprensivos del fenómeno. (M. Llano y M. Lucas Sebastián, 2008) [3]

El aporte principal de la Neuroergonomía Cognitiva es una nueva visión, un nuevo acercamiento que desde la Ergonomía se hace al complejo universo de la actividad humana. Esta nueva concepción pretende introducir en el estudio de la adaptación mutua entre el ser humano y su encuadre o marco  los mecanismos mentales, cerebrales y neuropsicológicos del actor en el proceso de creación de sus representaciones.

Desde la Neuroergonomía Cognitiva consideramos la emoción como concepto fundamental en todo diseño. Es la emoción la que establece el enlace entre el actor y el contexto y, por tanto, es la emoción la responsable de crear la ubicación o marco, convirtiéndose en el nexo facilitador para la representación mental en base a la cual el actor ejecutará su acción, convirtiéndose de este modo en una pieza fundamental de la actividad humana. Desde este enfoque podemos medir y evaluar el enlace emocional (apetitividad o aversión) de un operador hacia un artefacto tecnológico, por lo que podemos inferir cuál será su actitud hacia él. Del mismo modo, podríamos saber cómo manipulaciones en el artefacto (cambios de diseño) o en el usuario (formación) producen cambios en la relación emocional del uno con el otro. Términos asociados a este proceso dentro del diseño y la innovación tecnológica son los conceptos de Familiaridad, Usabilidad, Neurousabilidad…

Desde este enfoque de la Ergonomía, introducimos una nueva visión naturalista en el diseño de artefactos tecnológicos que facilite la creación de una representación adecuada por parte del operador. En este sentido, debemos señalar, tal y como apuntábamos al comienzo, que los diseños actuales, en muchos casos, no tienen en cuenta al operador, es decir, carecen de una perspectiva ecológica del diseño y del funcionamiento operativo (evolutivo) del cerebro humano.

Podemos expresar esta idea de diseño natural o naturalista utilizando un símil con la Ergonomía Física: Desde la Ergonomía Física afirmamos que el diseño (evolutivo) del cuerpo humano no es compatible con la posición sedente, es decir, que la incorporación del artefacto llamado silla no es natural respecto a la estructura humana, provocando efectos nocivos que debemos corregir. Es decir, existen unos segmentos corporales determinados por la evolución que si son alterados generarán molestias y acabarán provocando un daño irreversible (hernias lumbares, por ejemplo). De igual modo, en los diseños hombre-artefacto debemos tener presente la estructura evolutiva del funcionamiento del cerebro humano para poder evitar una interacción incompatible que desencadene, en consecuencia, efectos de desajuste, de uso, de insatisfacción o, incluso, efectos nocivos y Errores Humanos.

Dentro del mundo de las Neurociencias se está produciendo una reconceptualización sobre el entendimiento del cerebro. Las nuevas aportaciones desde la genearquitectura, de la neurobiología del desarrollo, la neuroanatomía, la psicología experimental o la neuropsicología muestran de manera clara que concepciones que hasta ahora se habían establecido como ciertas están consideradas como dudosas o directamente desfasadas.

Desde la ingeniería del diseño en general se ha utilizado un modelo reduccionista que considera al cerebro como un sistema que recibe, almacena y procesa la información (la metáfora del ordenador). Sin embargo, esta idea se ha mostrado insuficiente para una explicación adecuada de los procesos cognitivos. Este modelo no se ajusta a las evidencias existentes. Varios hitos de las Ciencias Cognitivas y las Neurociencias muestran cómo se ha superado esta visión tradicional [4].

  • La percepción se organiza sobre intenciones y depende del contexto y la carga emocional de los estímulos.
  • Racionalidad restringida: El razonamiento humano se realiza en encuadres limitados y guiados por atajos heurísticos. Esto nos proporciona versatilidad en la incertidumbre, pero también errores sistemáticos (Tversky y Kanheman) [5].
  • La actividad organiza al cerebro: Binomio pensamiento-acción (Vigotsky).
  • Funcionalismo emocional o racionalidad de las emociones: Las emociones no influyen de forma circunstancial en los criterios racionales, sino que son funcionalmente básicas en las decisiones prácticas y en la fijación de sucesos de memoria (De Sousa 1987; Damasio, 1994) [6] [7]
  • El cerebro optimiza sus recursos. En este sentido, tiende a automatizar sistemas de respuesta. La actividad voluntaria con un constante mantenimiento de la atención es muy costosa. De este modo, el cerebro automatiza aquellas conductas que se mantienen más o menos constantes. Se estima que el 90% de las conductas están automatizadas y sólo un 10% son las referentes a la conducta voluntaria. Relacionado con este fenómeno se encuentran los Errores Humanos asociados al “Out of the Loop” o pérdida de Conciencia Situacional, etc.

 src=La fuerza del concepto de Neuroergonomía Cognitiva estriba en el robusto cuerpo teórico en el que se basa (ver M. Llano y M. Lucas Sebastián, 2008), el cual pone a nuestra disposición un vasto arsenal de paradigmas experimentales, instrumentos de evaluación e investigación junto con amplias posibilidades de herramientas e implementaciones aplicadas.

Así, algunos ejemplos de los ámbitos donde se desarrolla la Neuroergonomía Cognitiva son Aviación, Conducción, Neuroingeniería, Realidad Virtual, Neurorrehabilitación, Neurousabilidad, fases de diseño y evaluación en procesos de innovación de productos tecnológicos, entre otros.

Junto con otros, los principales objetivos que pretende alcanzar la Neuroergonomía Cognitiva, son:

1. Desarrollar aplicaciones prácticas que combinen técnicas de evaluación neuropsicológicas, de usabilidad de las innovaciones tecnológicas, con las técnicas de neuroimagen para comprobar los correlatos neuroanatómicos y cognitivos de la experiencia de uso y la percepción de los sujetos ante las nuevas tecnologías.

2. Investigar los sustratos neuronales, sus transacciones cognitivas (atención, percepción, emoción, memoria, toma de decisiones…) y la actividad del operador humano en interacción con situaciones de simulación, situaciones reales, y artefactos (nuevas tecnologías, automóviles, aviación, telemedicina, teleasistencia…).

3. Introducir al usuario dentro del proceso de diseño tecnológico para evitar problemas de usabilidad, insatisfacción y gasto innecesario de recursos por parte de las empresas.

Estos objetivos se traducen en las siguientes aplicaciones prácticas generales:

    • Desarrollar artefactos tecnológicos basados en el diseño universal.
    • Desarrollar artefactos adaptados a poblaciones concretas (personas mayores, daños cerebral, dependientes…).
    • Desarrollar sistemas de evaluación cognitiva y conductual para predecir errores durante la conducción de vehículos, pilotaje…
    • Diseñar sistemas de interacción hombre-máquina basados en la actividad del operador y en sus correlatos cerebrales que permitan minimizar la posibilidad del error humano.
    • Ampliar el campo de la investigación de la actividad cerebral y la cognición humana a contextos complejos tanto reales como virtuales y con validez ecológica.

En resumen, la Neuroergonomía Cognitiva es una nueva visión perteneciente a la Ergonomía. Parte del concepto de Neuroergonomía de Parasuraman pero es una concepción teórica y práctica basada en la Teoría de la Actividad que permite entender de una manera integradora la interrelación de los seres humanos con los escenarios tecnológicos. Pretende por tanto, aportar herramientas y sistemas de análisis que favorezcan los procesos de innovación tecnológica centrados en los usuarios.

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Manuel Llano Lagares, Manuel Lucas Sebastián Cárdenas

Manuel Llano Lagares. Técnico en Prevención de Riesgos Laborales. Secretario Asociación Andaluza de Ergonomía y Psicosociología (ErgoAn).

Manuel Lucas Sebastián Cárdenas. Ergónomo – Psicólogo. Presidente Asociación Andaluza de Ergonomía y Psicosociología (ErgoAn). Responsable del grupo Ergonomía y Prevención de la Sección de RR.HH. del Colegio Oficial de Psicología de Andalucía Occidental.

Fuente Pw Magazine 50

Este contenido ha sido publicado en la sección Artículos Técnicos de Prevención de Riesgos Laborales en Prevention world.

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