Es cierto. Los profesores tienen la posibilidad de enseñar, de educar, de transmitir valores. Tienen la posibilidad de ser creativos en su trabajo. En pocas profesiones hay tanta preocupación por la formación continua… Entonces ¿por qué tanto desasosiego y tanto malestar? Pues porque hay problemas. Como en tantas profesiones, en el trabajo docente hay multitud de riesgos que inciden directamente sobre la salud física y psicológica, problemas que tienen que ver con la organización del trabajo, con los aspectos materiales de los centros escolares o con hábitos no saludables. Esos riesgos hay que detectarlos y prevenirlos. Entendida así, podemos decir que la salud laboral está a la base de la satisfacción o insatisfacción docente y que la prevención de riesgos laborales constituye uno de los mecanismos que más puede incidir en la mejora de las condiciones de trabajo de los profesores.

Los docentes tienen (tenemos) problemas de salud laboral que tienen que ver con las condiciones en que se trabaja de manera habitual. En algunos casos estos problemas son comunes a otras profesiones y en muchos otros, específicos de la enseñanza. Pero estas condiciones de trabajo no son inamovibles sino que pueden y deben ser modificadas mediante una adecuada prevención. La Ley de Prevención de Riesgos Laborales, norma sobre la que se construye todo el entramado legislativo en prevención de riesgos de nuestro país, obliga a eliminar o minimizar los riesgos y a integrar la actividad preventiva en los centros de trabajo. 

El empresario o la Administración de quien dependa la Escuela, Instituto o Facultad tiene la obligación de designar a uno o más trabajadores cualificados y/o recurrir a servicios de prevención internos o ajenos, para evaluar los riesgos y adoptar las correspondientes medidas preventivas necesarias para corregirlos. Los trabajadores, que son quienes mejor conocen sus tareas y las circunstancias en que éstas se desarrollan, tienen además el derecho de participar en todo este proceso. Para ello, la legislación ha previsto la figura del delegado de prevención y el Comité de Seguridad y Salud. 

Pero claro está, amigo lector, como usted ya había imaginado aquí aún hay mucha más tela que cortar… Los accidentes y enfermedades que ocasiona el trabajo son un problema de primer nivel que todos los gobiernos contemporáneos de las sociedades desarrolladas tratan de priorizar en su gestión. Para situarnos diremos que cada año se superan en nuestro país el millar de muertes por accidente de trabajo, se contabilizan más de diez mil accidentes graves y más de 600.000 accidentes con baja laboral.

Los accidentes y enfermedades profesionales acarrean un elevado coste social. La pérdida de la vida, el sufrimiento e inhabilitación temporal, con posibles secuelas más o menos graves, suponen unos costes tan altos en términos humanos que no pueden reflejarse en modo alguno exclusivamente en base a datos numéricos. En primer término son costes para la víctima y sus allegados, cuya vida muchas veces quedará ya alterada para siempre.

No obstante, los accidentes suponen también -todo hay que decirlo- una elevada repercusión en términos económicos. Las estimaciones más moderadas que nos proporciona el INSHT traducen los números anteriormente citados de siniestralidad en España en unas pérdidas cuantificadas en unos dos billones de las antiguas pesetas. El dato resulta escalofriante si tenemos en cuenta que los Presupuestos Generales del Estado suponen alrededor de 32 billones. Así pues, numerosas medidas han de ser implementadas para mejorar esta situación: más y mejores leyes, acción inspectora y sancionadora, inversión en recursos humanos y materiales y, como no, la apuesta por la educación y la formación. 

Todos los años el Informe Escolar del Estado reitera la necesidad de extender la cultura de la prevención a los centros educativos. La capacidad de enfrentar los riesgos profesionales depende en gran medida de la educación recibida en materia de prevención, dice la Asociación Internacional de la Seguridad Social. La Estrategia Comunitaria Europea pone de manifiesto la importancia de desarrollar una cultura de la prevención en los programas de formación en todos los niveles del Sistema Educativo, incluidos la Formación Profesional y la Universidad. Finalmente, la Estrategia Española de Seguridad y Salud en el Trabajo subraya que es necesario desarrollar y consolidar la cultura de la prevención en la sociedad española y para ello reserva un papel muy activo de la política educativa en la concienciación y sensibilización de la sociedad en esta materia. 

Como pueden ver, todas las instituciones coinciden en involucrar a la escuela en el desarrollo de una nueva «cultura de la prevención». Veamos que opinan Berta y Esteban sobre el particular cuando paladean ya la segunda caña acompañada de un suculento pincho: “Oye, ¿has visto el librito que nos ha mandado la Consejería de Educación sobre riesgos laborales y no sé qué?” “Pues sí” -dice Esteban-. “El caso es que está chulo pero vamos… que tenemos el problema de siempre. Si ya no podemos ni terminar el temario, siempre con la presión de la selectividad y los exámenes, ¿cómo pretenden que dediquemos tiempo a las drogas, el medio ambiente, la paz, la prevención de riesgos laborales, las tiendas de campaña, la hibernación del oso hormiguero y lo que se les ocurra el año que viene?”. Berta casi se atraganta de la risa: “Si es que tenemos unas cabezas pensantes en la Consejería… Sólo se acuerdan de Santa Bárbara cuando truena, hijo mío”

Así está la cosa. “Cuando la sociedad estornuda, las escuelas se constipan”, decía Juan Manuel Escudero y hoy, más que nunca, los profesores se ven abrumados por las crecientes demandas de una sociedad que no les devuelve con la misma generosidad que les demanda y exige. Está claro que en prevención de riesgos laborales y salud laboral -como en tantos otros temas- para construir el futuro es necesario invertir en educación pero si queremos valernos de la escuela es ineludible empezar por acercarnos a los problemas de los propios docentes. Más allá de la mera introducción de contenidos de prevención de riesgos laborales en las enseñanzas de nuestras aulas, tendríamos que pensar en abordar la cuestión de una manera mucho más sistémica: invirtiendo en medios y recursos para vivenciar la salud laboral de manera “normal” y cotidiana en los centros, potenciando la formación inicial de los enseñantes, desarrollando contenidos nuevos y productos formativos que sirvan de soporte docente pero, sobre todo, implicando a la sociedad en la búsqueda de soluciones. 

Esperemos que en el transcurso de los próximos años las distintas Administraciones se lo tomen en serio, no yerren en los diagnósticos y, sobre todo, que dispongan los recursos necesarios. Estaría bien que Berta, Esteban y muchos otros compañeros pudieran hablar también de cosas más intrascendentes al salir del trabajo.

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David Cobos Sanchiz

David Cobos Sanchiz, Doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación y Máster en Gestión de la prevención en la empresa.

Fuente Prevention World Magazine nº 27

Este contenido ha sido publicado en la sección Artículos Técnicos de Prevención de Riesgos Laborales en Prevention world.

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