Como investigador de la relación entre organización del trabajo y salud, la estrategia más corriente utilizada por los empresarios para reducir gastos de prevención es el recurso a la “responsabilidad individual”. He visto cómo accidentes de trabajo en canteras eran explicados por la supuesta embriaguez de los trabajadores o atribuir la mala salud de las auxiliares de enfermería a su adicción a la nicotina. La evidencia científica, sin embrago, nos da una visión muy distinta del asunto. El concepto de “responsabilidad individual” es legal, pero no científico: a la hora de explicar por qué la gente bebe o fuma, este concepto es irrelevante.

Gracias a estudios de farmacología conductual, realizados con animales y con humanos, se sabe que el tabaquismo está producido por una sustancia, la nicotina, cuya capacidad adictiva es similar a la de estimulantes como las anfetaminas o la cocaína. Por su parte la psicología del desarrollo ha mostrado que el tabaquismo es una drogodependencia que se establece en la adolescencia, y cuyo tratamiento (como el de otras drogodependencias) es más difícil cuanto más pronto haya empezado la persona a consumir la sustancia adictiva. La expectativa de que las personas que fuman lo dejen “porque basta con quererlo” resulta, pues, ineficaz y moralista. Aunque la comparación les pueda parecer excesiva a algunos, no es tan distinto como pedirle a alguien que deje de padecer esquizofrenia o epilepsia.

La legislación que tolera el tabaco y lo promueve, en particular entre los jóvenes, es la verdadera “responsable” de la adicción a la nicotina. La sociología nos ha mostrado que el acceso al tabaco en tiendas, el número de tiendas que lo ofrecen, los carteles y publicidad audiovisual, y la legislación son los factores que cuentan a la hora de establecer el tabaquismo en grupos sociales. La psicología social también ha definido el rol de las normas sociales y la presión del grupo social inmediato como determinante del hábito de fumar, en particular entre los jóvenes. Un factor muy importante que determina la cantidad de tabaco consumido entre las personas que ya tienen un hábito establecido es el “estrés” o aspectos negativos del ambiente circundante, incluido el ambiente de trabajo. Si nuestro trabajo se caracteriza por sobrecarga, abusos, falta de autonomía, rutina o falta de capacidad de decisión, el atractivo de un cigarrillo aumenta. Por ejemplo, las estudiantes de enfermería del sindicato SEIU en los Estados Unidos con el cual trabajé, sólo esperaban poder parar unos minutos su duro trabajo para poder fumar un cigarrillo. En las condiciones de trabajo de las residencias geriátricas en las que estas ayudantes de enfermería trabajaban, intentar convencerlas de dejar de fumar parece cruel o ridículo.

Otro ejemplo radica en la elevada tasa de sobrepeso de los habitantes de países ricos. Los epidemiólogos sociales nos han mostrado con creces cómo la oferta de comida saludable y asequible en los supermercados de los barrios está correlacionada con la tasa de obesidad de sus habitantes. En Norteamérica, el sedentarismo de la televisión como único pasatiempo posible tras un trabajo alienante y agotador, la ausencia de alternativas y el vivir aislado en ciudades peligrosas o suburbios que requieren largos viajes en automóvil, son también factores importantes. El uso de transporte publico, la densidad de parques y aceras para andar, el acceso a gimnasios, son otros factores determinantes en muchos contextos alrededor del mundo. También aquí, tal como los psicólogos sociales muestran una y otra vez, la vulnerabilidad del joven y del niño son explotadas por la industria publicitaria en la televisión, publicaciones, películas y videojuegos, para crear deseos innecesarios. La meta es crear deseo de mas calorías, mas cafeína y más azúcar, lo antes posible utilizando la vulnerabilidad psicológica del joven para obtener un consumidor de por vida…

No hay excusa para ignorar que las conductas individuales que afectan a la salud son fenómenos determinados por factores sociales. Cualquier planteamiento que los ignore, apelando a la supuesta “responsabilidad individual”, no es sino un intento de culpar a la victima del comercio con sustancias (drogas o comida) que ponen riesgos para la salud, a menudo en ambientes sociales y laborales insalubres que las hacen aún más apetecibles.

Los hábitos de conducta que afectan a la salud son, pues, determinados socialmente. Y sus soluciones son sociales, no individuales.

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Carles Muntaner, epidemiólogo social en la CAMH, Universidad de Toronto (Canadá) y Maryland (EE.UU.) – Publicado en la revista Por Experiencia – ISTAS (octubre 2005)

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Este contenido ha sido publicado en la sección Artículos Técnicos de Prevención de Riesgos Laborales en Prevention world.

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