Según el Instituto Nacional de Estadística, en 1991 había unos 350,000 extranjeros viviendo en España. Esta misma fuente señalaba que para el año 2001 la cifra era ya más del triple. Pero lo espectacular es que, según el padrón municipal, en 2005 la población extranjera constituye un 8,5% de la población total, es decir, 3.730.610 personas. Nuestro país ha dejado de ser un país de emigrantes para pasar a estar entre los países receptores de inmigrantes. El riesgo de morir en el trabajo de estos inmigrantes es cinco veces mayor que el de los nacidos aquí.

El incremento de la inmigración económica es una realidad que se ha globalizado y, además, a una velocidad de vértigo, como podemos comprobar cada día en las noticias de los medios de comunicación. Pero mientras algunos países tienen una larga historia de recibir inmigrantes y han ido desarrollando recursos para integrar a estos nuevos ciudadanos, otros, como el nuestro, han sido históricamente países de emigrantes y, por lo tanto, poco preparados para ser un país de acogida. Esto nos produce perplejidad, e incluso parálisis, como también podemos comprobar en las noticias que nos llegan sobre todo desde África y las oleadas de inmigrantes que esperan en Marruecos o Mauritania para saltar a la península o a las Islas Canarias, y con ello a Europa.

¿Quién es inmigrante?

Las personas inmigrantes forman un colectivo muy variado y de no fácil definición. Incluye personas de distintos países, de ambos sexos y edades varias, con diferentes culturas, situaciones económicas, religiones e idiomas. Además, el tiempo que llevan entre nosotros es diferente para cada uno de ellos. La “etiqueta” de inmigrante se está aplicando a un grupo muy diverso de personas. En este momento histórico de la inmigración en España, el criterio es el lugar de nacimiento, pero esto no siempre será así. En otros países, como el Reino Unido, el calificativo de inmigrante no se limita a la generación que llega al país, sino que suele traspasarse a las siguientes generaciones. El estatus de inmigrante, pues, en cuanto se refiere a las condiciones laborales y sociales de la gente, se puede aplicar, al menos, a la segunda generación. Es decir que, dependiendo de lo que se haya hecho para integrar realmente a estas personas, dentro de poco la nacionalidad no será un criterio tan claro para definir a inmigrante.

El estatus de persona inmigrada puede ser una fuente de desigualdades. Las experiencias en otros países nos dicen que los colectivos de inmigrantes suelen encontrarse en situaciones de marginación social, económica y cultural en el país de acogida. Esta marginación les hace más vulnerables.

Una de las expresiones de esta vulnerabilidad tiene que ver con la salud laboral. Así, con los primeros datos que nos proporcionan las estadísticas de lesiones por accidentes de trabajo en función de la nacionalidad, podemos comprobar que el riesgo de sufrir un accidente es muy diferente entre los que dicen tener nacionalidad española y los que dicen tener otra nacionalidad. Concretamente los inmigrantes tienen un riesgo de sufrir lesiones en el trabajo 4,4 veces mayor que los españoles de origen.

Aunque la incidencia de lesiones en los hombres es bastante más alta, la diferencia en el riesgo de accidentarse es mayor entre las mujeres autóctonas y las mujeres extranjeras. Las mujeres inmigrantes tienen un riesgo relativo de sufrir lesiones por accidente de trabajo 5,5 veces superior al de las mujeres españolas y en el caso de lesiones mortales este riesgo se eleva hasta 6 veces. Sin embargo entre los hombres estos riesgos son de 3,9 y de 4,4 respectivamente.

Por otra parte, parece que los trabajadores mayores, a partir de los 55 años, tienen experiencias laborales especialmente peligrosas, llegando a tener un riesgo de accidentarse casi 15 veces más alto que los trabajadores autóctonos de la misma edad, tanto en las lesiones no mortales como en las mortales.

Esta información, aunque preliminar, muestra de manera bien clara la necesidad de estudiar las condiciones laborales de los trabajadores inmigrantes en España. Estudios en otros contextos han sugerido resultados similares por nacionalidad o etnicidad. Sin embargo, los datos de los que actualmente disponemos son limitados. Para empezar, sólo podemos estudiar los trabajadores afiliados a la Seguridad Social, dejando fuera muchos trabajadores más que no se encuentran en una situación regularizada, probablemente en peores condiciones. Además, habría que estudiar esta relación según la ocupación, las tareas que se llevan a cabo, el tiempo que lleva en España, procedencia geográfica e idioma, para lo que hacen falta datos administrativos más completos.

Para tener una visión completa de la vida laboral de los trabajadores extranjeros, hacen falta estudios que faciliten y cuenten con la participación de los mismos trabajadores, así como encuestas realizadas a muestras amplias de inmigrantes. Es lo que pretendemos hacer en los próximos tres años, mediante el estudio titulado “Inmigración, Trabajo y Salud”, financiado por el Instituto de Salud Carlos III y realizado desde el Observatorio de Salud Laboral, con la participación de la Universidad de Valencia, la Universidad de Huelva, ISTAS y la Universidad Pompeu Fabra. Esperamos que este trabajo nos proporcione conocimientos específicos para enfrentar el problema de la vulnerabilidad en el campo de la salud. Estamos convencidos que mejorar la salud laboral de los inmigrantes es mejorar la salud laboral de todos.

0 0 votos
Valoración

Emily Q. Ahonen, Fernando G. Benavides. Unitat de Recerca en Salut Laboral. Universitat Pompeu Fabra – Revista Por Experiencia – ISTAS

Fuente

Este contenido ha sido publicado en la sección Artículos Técnicos de Prevención de Riesgos Laborales en Prevention world.

Suscribirme
Notificar de
guest
:arrow: 
:D 
:? 
8-) 
:cry: 
:shock: 
:evil: 
:!: 
:geek: 
:idea: 
:lol: 
:x 
:mrgreen: 
:| 
:?: 
:P 
:oops: 
:roll: 
:( 
:) 
:o 
:twisted: 
:ugeek: 
;) 
 
0 Comentarios
Inline Feedbacks
Ver todos los comentarios