La historia

Desde hace más de 90 años, la cloración desempeña una función trascendental en la protección de los sistemas de abastecimiento de agua potable contra enfermedades infecciosas transmitidas por el agua. La filtración y la desinfección con cloro del agua potable han sido responsables de gran parte del 50% de aumento de la expectativa de vida en los países desarrollados durante el siglo XX.

Este hecho motivó a la revista Life a citar recientemente a la filtración y la cloración del agua potable como “probablemente el más significativo avance en salud pública del milenio”. En 1846, el doctor Ignaz Semmelweis introdujo uno de los primeros usos del cloro como desinfectante. Mientras trabajaba en un hospital de Viena, determinó que la fiebre de los niños y otras infecciones eran transmitidas de un paciente a otro por los doctores que no se lavaban las manos después de cada examen. Entonces, instituyó un procedimiento de desinfección que requería que los médicos se lavasen las manos con jabón y agua con cloro. Uno de los primeros usos conocidos del cloro para la desinfección del agua se dio en 1854, cuando el doctor John Snow intentó desinfectar el sistema de abastecimiento bombeado de agua de la calle Broad en Londres después de un brote de cólera. En 1897, después de un brote de tifoidea, Sims Woodhead usó “solución de lejía” como una medida temporal para esterilizar las tuberías de distribución de agua potable en Maidstone, Kent (Inglaterra).

La cloración continua del agua potable empezó en los primeros años del siglo XX en Gran Bretaña, donde su aplicación redujo grandemente las muertes por tifoidea. Poco después de este notable éxito, la cloración empezó en los Estados Unidos en la ciudad de Jersey, Nueva Jersey en 1908. Pronto, la adopción por parte de otras ciudades y pueblos en los Estados Unidos dio lugar a la virtual eliminación de las enfermedades transmitidas por el agua, tales como el cólera, la tifoidea, la disentería y la hepatitis A (White, 1986). Antes de la llegada de la cloración para el tratamiento de agua potable, aproximadamente 25 de cada 100.000 personas morían anualmente en los Estados Unidos a causa de la fiebre tifoidea, una tasa de mortalidad que se aproximaba a la actual tasa asociada con accidentes automovilísticos.

Cómo mata el cloro a los agentes patógenos

En 1881, el bacteriólogo alemán Robert Koch demostró, bajo condiciones controladas de laboratorio, que el hipoclorito (lejía) podía destruir cultivos puros de bacterias. El grueso de la investigación sobre desinfección con cloro realizada desde los años cuarenta a los setenta, con énfasis en las bacterias, proporcionó observaciones sobre la manera en que el cloro mata a estos microorganismos. Las observaciones que las células bacterianas dosificadas con cloro liberan ácidos nucleicos, proteínas y potasio y las funciones de la membrana, tales como la respiración y el transporte activo, resultan más afectadas por el cloro que los procesos citoplasmáticos, dirigieron la atención de los investigadores a la superficie de la célula bacteriana. La hipótesis fue que, bajo una presión ambiental, la pared de la célula bacteriana podía interactuar con el cloro. La exposición al cloro parece causar alteraciones físicas, químicas y bioquímicas en la pared de la célula.De esa manera destruye la barrera protectora de la célula, con lo que concluyen las funciones vitales y se produce la muerte del microorganismo, lo que significa que ya no es capaz de crecer ni causar enfermedad alguna. (Si tiene dudas pregunte a los Expertos, sitio Web Scientific American, 1998)

El desinfectante preferido para el agua potable

Los productos químicos basados en cloro han sido los desinfectantes preferidos para tratar el agua potable durante casi un siglo. De hecho, en los Estados Unidos, 98% de todos los sistemas de abastecimiento que tratan el agua emplean desinfectantes basados en cloro. Estas instalaciones usan cloro porque ha resultado sumamente bueno, es seguro de usar cuando se maneja adecuadamente y es muy eficaz en función de costos. Más de 200 millones de estadounidenses y canadienses reciben agua potable desinfectada con cloro cada día.

Si bien los atributos más importantes del cloro son su potencia germicida de amplio espectro y su persistencia en los sistemas de distribución de agua, también su capacidad para abordar eficaz y económicamente muchas otras preocupaciones relacionadas con el tratamiento del agua ha contribuido a su amplio uso. Los compuestos basados en cloro son los únicos desinfectantes importantes que presentan propiedades residuales duraderas. La protección residual impide un nuevo crecimiento microbiano y previene la contaminación del agua durante su recorrido desde la planta de tratamiento hasta los grifos domésticos.

La popularidad del cloro en la desinfección de agua se basa en muchos factores. Un estudio realizado por J. Carrell Morris, de la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard, identificó muchos de los beneficios del cloro en el tratamiento del agua (Morris, 1985).

– Germicida potente. Se ha demostrado que el uso del cloro reduce el nivel de los microorganismos patógenos en el agua potable hasta niveles casi imposibles de medir.

– Cualidades residuales. El cloro produce una acción desinfectante residual sostenida que es “única entre los desinfectantes de agua en gran escala disponibles”. La superioridad del cloro como desinfectante residual sigue siendo válida hasta hoy. La presencia de un residuo sostenido mantiene la higiene del agua potable final desde la planta de tratamiento hasta el grifo del consumidor.

– Control del gusto y olores. La cloración del agua potable reduce los gustos y olores. El cloro oxida muchas sustancias que se presentan naturalmente, tales como las secreciones de algas malolientes y los olores de la vegetación en descomposición, lo que da como resultado agua potable inodora y con mejor sabor.

– Control del crecimiento biológico. La potente acción germicida del cloro elimina las bacterias, mohos y algas. El cloro controla estos organismos molestos que por lo general crecen en los reservorios, en las paredes de las troncales de transmisión de agua y en los tanques de almacenamiento.

– Control químico. El cloro en el tratamiento del agua destruye el sulfuro de hidrógeno y elimina el amoníaco y otros compuestos nitrogenados que tienen sabores desagradables y obstaculizan la desinfección.

Protección de la salud pública

El beneficio principal del agua potable clorada es la protección de la salud pública a través del control de las enfermedades transmitidas por el agua. La cloración desempeña una función primordial en el control de los agentes patógenos presentes en el agua, tal como lo demuestra la virtual ausencia de enfermedades transmitidas por el agua, como la tifoidea y el cólera, en los países desarrollados.

Los sistemas de abastecimiento de agua potable sin tratar, o con un tratamiento inadecuado, siguen siendo la mayor amenaza para la salud pública, especialmente en los países en desarrollo, donde casi la mitad de la población consume agua contaminada. En estos países, enfermedades como el cólera, la tifoidea y la disentería crónica son endémicas y matan a niños y a adultos. En 1990, más de tres millones de niños menores de cinco años murieron por enfermedades diarreicas.

Lamentablemente, en muchas áreas prácticamente no existen sistemas de abastecimiento de agua potable debido a la pobreza, la poca comprensión de los peligros de la contaminación de agua y la falta de infraestructura para el tratamiento y la distribución del agua. Los organismos de cooperación internacional, incluida la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Panamericana de la Salud (OPS), llevan a cabo desde hace mucho tiempo programas de asistencia técnica y educación destinados a mejorar las prácticas de abastecimiento de agua y saneamiento. Se estima que tales mejoras (incluida la desinfección con cloro) pueden prevenir 25% de los brotes diarreicos y reducir la mortalidad infantil en niveles similares (Craun, 1996).

Un ejemplo reciente de la continua amenaza a la salud pública planteada por los brotes de enfermedades transmitidas por el agua se dio en el Perú en 1991, donde un factor principal fue la ausencia o insuficiencia de desinfección del agua potable. Supuestamente, esta falta de desinfección se basó en parte en la inquietud suscitada a raíz de informes publicados en los Estados Unidos respecto a la presencia y riesgos potenciales de los subproductos de la cloración. El resultado fue una epidemia persistente del cólera, la primera en aparecer en este siglo en las Américas. La epidemia se propagó a 19 países latinoamericanos y sólo se redujo parcialmente a través de las intervenciones de salud pública realizadas con el asesoramiento y la asistencia técnica de la OPS. Se reportaron aproximadamente un millón de casos y 10.000 muertes (Craun, 1996).Estas estadísticas refuerzan firmemente el concepto de que la desinfección del agua debe ser una herramienta esencial para la protección de la salud pública en todo el mundo. Según destaca la academia de Microbiología de los Estados Unidos: “El requisito más importante que se debe recalcar es que no se debe mediatizar la desinfección de un abastecimiento público de agua” (Ford y Colwell, 1996).

En la Primera Conferencia Internacional sobre Seguridad de la Desinfección del Agua realizada en 1992, una ponencia presentada por Gunther F. Craun y otros colegas trató sobre la relación costo/efectividad del tratamiento de aguas para la remoción de agentes patógenos (Craun, 1994a). Una evaluación de cinco agentes patógenos y los costos de tratamiento muestran los beneficios económicos favorables de prevenir las enfermedades infecciosas transmitidas por el agua. La eficacia del tratamiento del agua en la reducción de las enfermedades transmitidas por ésta depende de la calidad del agua de la fuente, y de cómo se opera y mantiene el sistema de tratamiento.

Resumen

La cloración ha desempeñado una función crítica al proteger los sistemas de abastecimiento de agua potable de las enfermedades infecciosas transmitidas por el agua durante casi un siglo. Se ha reconocido ampliamente a la cloración del agua potable como uno de los avances más significativos en la protección de la salud pública. La filtración y la cloración prácticamente han eliminado las enfermedades transmitidas por el agua (como el cólera, la tifoidea, la disentería y la hepatitis A) en los países desarrollados. En los Estados Unidos, más de 98% de los sistemas de abastecimiento que desinfectan el agua potable usan cloro debido a su potencia germicida, economía y eficiencia. Además, los desinfectantes basados en cloro son los únicos desinfectantes importantes con las propiedades residuales duraderas que previenen un nuevo crecimiento microbiano y proporcionan protección continua durante todo el proceso de distribución de la planta de tratamiento al hogar. Según la Organización Mundial de la Salud, la desinfección con cloro es aún la mejor garantía de un agua microbiológicamente segura (Oficina Regional de la OMS para Europa, Drinking Water Disinfection). Es poco probable que esto cambie en un futuro próximo.

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AMICLOR Organización de Usuarios y Trabajadores de la Química del Cloro – Boletín informativo AMICLOR, Edición número 28, 4º Trimestre de 2004

Fuente

Este contenido ha sido publicado en la sección Artículos Técnicos de Prevención de Riesgos Laborales en Prevention world.

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