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En España hay instaladas unas 30.000 estaciones base de telefonía móvil, pero el desarrollo de la tercera generación de móviles obliga a triplicar el número de instalaciones pese al rechazo social que están generando.

El debate social y científico sobre los posibles riesgos para la salud por la exposición a las ondas eletromagnéticas sigue abierto pese a los mensajes tranquilizadores lanzados desde el Ministerio de Sanidad y la propia Unión Europea, cuya legislación sobre niveles de exposición máximos ha sido adoptada por España.

En la actualidad ya hay instaladas unas 30.000 estaciones de telefonía móvil, «un número que tiene que triplicarse para la introducción de a partir de julio de 2002 de la telefonía móvil de tercera generación» (UMTS), según aseguró María Soledad Gallego, abogado, experta en normativa sobre ondas electromagnéticas y recientemente nombrada directora general de Urbanismo en Castilla -La Mancha.

Las compañías telefónicas, ante el aluvión de protestas ciudadanas que se avecina, están desarrollando nuevos prototipos de antenas que pueden instalarse en árboles, simulando una rama, o como una marquesina en edificios urbanos.

Sin embargo, todavía no existe una conciencia clara sobre el riesgo de las ondas eletromagnéticas provocadas por las antenas de telefonía móvil. A pesar de que este tipo de ondas están presentes en pequeños electrodomésticos, transformadores eléctricos o los propios aparatos de telefonía móvil, recientes estudios destacan que el 60% de las ondas electromagnéticas que impactan en los ciudadanos de países desarrollados proceden de la implantación de la telefonía móvil.

La Unión Europea ha optado por el criterio de «precaución» a la hora de establecer los «máximos» de emisión de antenas y móviles. Sin embargo, esta regulación, adoptada por España, no contempla todos los supuestos ni es, en contra de lo anunciado, «suficientemente conservadora», según Soledad Gallego. «Un ejemplo: para España se permiten 450 microvatios para frecuencias de 900 MHz, y en Suiza o Salzburgo (Austria) tan solo 4 o 0,1 microvatios/cm2 para esta misma frecuencia», explicó.

Además, la normativa europea solo contempla «los efectos térmicos provocados por las ondas electromagnéticas, fácilmente comprobables y reproducibles en las pruebas de laboratorio -algo así como los que nos produciría un microondas si metemos la mano-, pero no otro tipo de efectos que pueden producirse en exposiciones a largo plazo, y que todavía se siguen investigando», declaró la experta.

Soledad Gallego Bernad, que recientemente intervino en un seminario sobre Medio Ambiente organizado por la Fiscalía del Tribunal Supremo, reconoció que los estudios sobre las posibles repercusiones sobre la salud de la telefonía móvil arrojan resultados muy variables. «Como toda actividad que mueve miles de millones, hay estudios para todos los gustos, aunque para algunos se trata de la misma situación que hace tres décadas, cuando las multinacionales negaban los efectos perniciosos del tabaco. Hoy nadie duda la relación causa-efecto entre tabaco y cáncer ni de otros contaminantes como el amianto o los PCBs».

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Levante Digital

Este contenido ha sido publicado en la sección Noticias de Prevención de Riesgos Laborales en Prevention world.

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