El recuerdo del 11 de septiembre de 2001 mediante la repetición abusiva de las imágenes de los ataques contra las Torres Gemelas puede dañar seriamente la salud. Así lo cree Luis Rojas Marcos, el psiquiatra español que, desde su puesto de responsable de los servicios públicos de salud mental de Nueva York, coordinó la asistencia a los miles de afectados por los atentados terroristas.
Rojas Marcos ha relatado su experiencia personal como superviviente del 11-S, y retratado los efectos de aquella tragedia en la conciencia de la sociedad estadounidense, en el libro “Más allá del 11 de septiembre. La superación del trauma” (Espasa), que presentó ayer en CaixaForum junto al alcalde Joan Clos.
“Exagerar o abrumar a la población con la repetición de las mismas imágenes y de las mismas palabras es un error porque reabre muchas heridas que habían empezado a cerrarse”, sostiene este español residente en Nueva York desde 1968. A su juicio, “recordar todo aquello no es conveniente, no sólo por el efecto que puedan producirnos las imágenes, sino también porque pueden recordarnos experiencias traumáticas anteriores”.
A finales del pasado año, Luis Rojas Marcos, que ha abandonado sus responsabilidades al frente de la política sanitaria neoyorquina para refugiarse en la escritura y en la docencia, sintió la necesidad de “ordenar ideas, recuerdos e imágenes”. Esta terapia personal dio como resultado el libro que ayer presentó en Barcelona. En él, plantea la necesidad de “pasar de la identidad de víctima a la de superviviente”, un estadio intermedio en la recuperación de la condición de “persona libre”. Para ello hay que conseguir que el afectado traslade esas imágenes que los medios de comunicación repiten a otro rincón: el de la memoria verbal, donde “las emociones pierden intensidad”. Se trata, en definitiva, de “hablar y compartir”.
El doctor Rojas Marcos está convencido de que, si bien el sentimiento patriótico ha derivado hacia la “demonización” de lo extranjero, y en particular de lo musulmán, en la mayoría de los ciudadanos de Estados Unidos no anida un afán de venganza o de ajuste de cuentas.
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