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El balance del incendio del martes en el metro de Daegu asciende ya a 125 muertos, mientras en Corea del Sur se multiplican las dudas sobre el funcionamiento de los sistemas de seguridad ante la magnitud de la catástrofe. Veinticuatro horas después del siniestro, provocado por un enfermo mental, se cuentan 138 heridos y 314 desaparecidos.

Sin embargo, este último número debería reducirse porque incluye casos que no tienen relación con el incendio y puede también haber personas que hayan sido contadas dos veces por error, según un responsable del recuento. El desastre ha provocado la cólera de los parientes de las víctimas y está en curso una investigación que establecerá si existieron errores humanos o si las medidas de seguridad funcionaron correctamente.

Según expertos e informaciones de la prensa local, en la estación no había extintores automáticos ni se usaron materiales ignífugos o aislantes. Al contrario, según parece, para construir este metro se utilizaron materiales plásticos que expelen gases tóxicos. Además, con el incendio se cortó la electricidad, lo cual dejó a los pasajeros atrapados.

Por otra parte, en lugar de detenerse antes o simplemente no parar, un segundo metro llegó a esta estación, viéndose también afectado por el fuego. Hasta ahora, sólo 30 cuerpos pudieron ser identificados, según responsables municipales. Para el resto, completamente calcinados, habrá que recurrir a las pruebas de ADN.

La policía declaró que el sospechoso, Kim Dae Hwan, un hombre de 56 años que ya recibió atención psiquiátrica en el pasado, confesó los hechos. El detenido puso gasolina en una botella de plástico y la prendió fuego. En pocos minutos, las llamas se propagaron por los seis vagones y alcanzaron a otro metro que llegó poco después a la estación.

“El sospechoso salió de su casa por la mañana y se detuvo en una estación de servicio para comprar gasolina. Dijo que quería suicidarse pero decidió no morir sólo y buscó un lugar con mucha gente”, explicó el jefe de la investigación, Cho Do Won.

Ex conductor de taxi, el incendiario perdió su trabajo por un ataque cerebral el año pasado y desde entonces amenazó en numerosas ocasiones con quitarse la vida, según su hijo de 27 años. El horror vivido por muchas víctimas quedó grabado en las conversaciones con seres queridos gracias a sus teléfonos móviles, como la de Le Seon Yung, de 20 años, que llamó su madre para decir: “Mamá, hay fuego en el metro y no puedo respirar”.

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AFP

Este contenido ha sido publicado en la sección Noticias de Prevención de Riesgos Laborales en Prevention world.

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