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El profesor de la estación, Jaime F.A., de 29 años y natural de Llanes, quedó sepultado por un alud a unos 25 metros del inicio del descenso de Cebolledo, donde se forma un estrecho pasillo que cruza la línea del telesquí que existe en esta zona, pero ese día la suerte estuvo de su parte y consiguió salir ileso del accidente.

José Antonio Andrés, también profesor de la estación de esquí de San Isidro, se encontraba el pasado sábado realizando el ascenso en la silla biplaza con un grupo de niños cuando observó como se desprendía una gran placa de nieve de la parte más alta, que alcanzó el telesilla y derribó a dos niños sin consecuencias que lamentar, gracias a que la altura en ese punto es mínima. «Fue la visera del pasillo la que se desprendió, seguramente debido al peso de los esquiadores que pasan por la parte superior de la pista, sumado a la gran cantidad de nieve que se ha acumulado estos días», aseguró.

Desde la zona alta, el profesor inició un rápido descenso hasta llegar al punto donde habían caído los niños, que se encontraban perfectamente. Fue cuando un joven asturiano que practicaba el snow, le comento incrédulo que creía oír voces debajo de su tabla. José Antonio, que había sido testigo de la pequeña avalancha, comenzó, a escarbar en la nieve. sin mediar palabra, con las manos, ayudado por el joven. En menos de un minuto, muy nerviosos, pudieron llegar hasta la cabeza de Jaime, que enseguida reconoció a su compañero de trabajo. Durante este tiempo los esquiadores que pasaban por allí pararon para prestar toda la ayuda que fuera necesaria, «la colaboración fue increíble, había manos por todas partes» destacó. José Antonio calcula que su compañero no permaneció sepultado más de tres minutos, que para Jaime resultaron interminables, cuando por fin salió a la superficie respiraba con dificultad, debido seguramente a los nervios, ya que manifestó a su compañero que la mano le había quedado presa cerca de la boca y había formado una bolsa de aire que le permitió respirar y pedir auxilio.

Aún así tuvo suerte de que el joven que bajaba con su tabla decidiera parar en ese momento, pues durante el tiempo que permaneció sepultado, reconoció que oía como pasaban por encima numerosos esquiadores que no oían sus gritos.

Desde la torre situada a pie de descenso se dio aviso a los encargados de la seguridad en las pistas y en pocos minutos se personaron en el lugar, tras comprobar que Jaime F.A. se encontraba milagrosamente bien, realizaron un minucioso rastreo para determinar que el alud no había alcanzado a más esquiadores .

El profesor bajó la pista sin necesidad de ser atendido por personal sanitario, eso si con un gran susto en el cuerpo.

Ese mismo día otro alud taponó casi diez metros de carretera de la estación por la vertiente asturiana, y ayer se registraron dos aludes sin consecuencias de carácter personal que lamentar. Todo se quedó en un simple susto.

«Escuchaba como pasaban por encima de mí los esquiadores, pero no oían mis gritos»

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Diario de León

Este contenido ha sido publicado en la sección Noticias de Prevención de Riesgos Laborales en Prevention world.

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