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Lleva diez años postrado en una silla de ruedas. La falta de movilidad no le ha impedido obtener el título de técnico medio en prevención de riesgos laborales gracias a los talleres de inserción sociolaboral para discapacitados que desarrolla Ibermutuamur. Jesús Sánchez Tamargo, de 41 años, aplaude el proyecto de la Conselleria de Economía y Empleo, aún en estado embrionario, que pretende contratar a formadores en formación de prevención de riesgos laborales para ir a pie de obra y advertir de las fatales consecuencias que puede acarrear el incumplimiento de las normas y las medidas de protección. Jesús desliza tres causas principales que mantienen alta la tasa de siniestralidad en la construcción: la falta de formación, la elevada temporalidad del empleo y las prisas que lleva aparejadas el trabajo por el método del tajo, implantado de forma generalizada en el sector.

Otros compañeros del curso de Ibermutuamur, que tiene como objetivo el retorno al mercado laboral de las personas con discapacidad a causa de un accidente laboral o de una enfermedad común vía formación en prevención de riesgos laborales, sí han sufrido heridas traumáticas.

El caso de Jesús no es exactamente ese, pero para el caso es lo mismo, según explica este joven alicantino, casado y con dos hijos, que tuvo que abandonar su piso en altura y sin ascensor del barrio Juan XXIII de Alicante y marchar a un chalé de una urbanización de Mutxamel para poder desarrollar su vida con menos barreras arquitectónicas. Jesús se muestra convencido de la idoneidad del plan que amasa la dirección de Trabajo de la Generalitat sobre la formación a pie de obra de los trabajadores de la construcción a cargo de personas con discapacidad evidente.

Precariedad

«He trabajado de peón de obra durante seis años y sé mucho sobre la precariedad con la que se actúa a nivel de los medios de protección colectivos e individuales», explica Jesús Sánchez Tamargo.

Al acabar el curso del taller de empleo de Ibermutuamur, este alicantino fue contratado para realizar prácticas durante seis meses en el sindicato UGT. Como técnico intermedio de prevención desarrolló labores de asesoramiento a trabajadores y empresarios, elaboró evaluaciones de prevención y otras misiones, pero desde los despachos.

Ahora aplaude y muestra su ilusión por participar activamente en el desarrollo de ese proyecto de la Generalitat cuyo objetivo no es otro que incrementar el nivel de sensibilización por parte de los obreros de la importancia que tiene la prevención de los riesgos laborales como vía para lograr calidad en el producto final y economizar gastos. «Veo mucha viabilidad en ese plan, porque nosotros vemos los peligros de la construcción y que el obrero te vea usar muletas o silla de ruedas es muy llamativo», añade Jesús.

De su experiencia extrae ya varias conclusiones. «Algunas empresas sí cumplen y bien la ley de seguridad y salud laboral, pero una gran mayoría de constructoras hacen gala de falta de medidas de seguridad, porque no forman a sus trabajadores en la materia y porque no entregan en numerosísimos casos los equipos de protección individual», explica Jesús.

Cree, además, que hay una generalizada falta de cumplimiento de la norma de prevención en elementos muy básicos. A saber, el casco no se usa y menos en verano porque da calor y se suda, la línea de vida es molesta y resta movilidad al obrero para entrar y salir del andamio. En su opinión, el sistema de trabajo a tajo, especialmente implantado en la construcción como consecuencia del proceso inacabable de las subcontrataciones, tiene mucho que ver en la alta accidentalidad. «El trabajador no quiere perder tiempo y saben que los equipos proporcionan seguridad personal, pero se cobra menos», subraya, en tono de mucha convicción, este técnico intermedio prevencionista.

Apela al sentido común tanto al empresario como al operarios, porque «cuando se registra un siniestro laboral no sólo hay pérdidas económicas para el trabajador, sino también para el empresario, que tiene que volver a formar al sustituto o encontar un perfil laboral como el del accidentado; eso sin contar con los gastos ocasionados en atención médica y cobertura de la Seguridad Social», añade.

Cerca de la casa de Jesús se desarrollan varias obras de construcción de chalés. En una visita no programada, este técnico observa que ninguno de los cuatro operarios divisados usa equipos de protección individual tan básicos como el casco o botas de seguridad para evitar golpes por caída de objetos.

Habla, desde el exterior del recinto donde se está construyendo y bajo un sol de justicia, con un joven peón de obra:

– «¿Sabe usted que puede sufrir un grave accidente por no llevar ni casco ni botas?»

– «Sí», contesta aquél.

– «¿Por qué no se lo pide a su jefe?»

– «Porque estoy en vías de regularización», contesta el joven operario con acento sudamericano, tras manifestar abiertamente sus temores a que la reivindicación lleve aparejado un despido fulminante.

Jesús se echa la mano a la cabeza: «Erradicar la siniestralidad es un imposible, porque esto no es un hecho aislado, pero esta lacra no puede seguir así». A juicio de este prevencionista, la temporalidad en el empleo, la llegada de inmigrantes al sector y la falta de Inspectores de Trabajo es determinante.

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La Verdad Digital

Este contenido ha sido publicado en la sección Noticias de Prevención de Riesgos Laborales en Prevention world.

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