En los años que llevo avanzando por el duro sendero de la docencia y la investigación de los accidentes del trabajo, ciertamente con muchas dudas y siempre autoliberado de esquemas mentales y prácticos, he llegado a constatar un fenómeno que tiene un doble discurso, un sentido de agresión y ataque a quienes no aceptan o toleran distintas posiciones respecto a la forma, el modo y el sentido esencial de gestionar en prevención de riesgos, y desde otro punto de vista una percepción de paranoia que se origina en la acumulación de mensajes y señales todas indicativas de las molestias que se causan en el seno de los directorios empresariales y que se dirigen directamente a la persona del comunicador preventivo.

Me pregunto si ello ocurrirá en otras latitudes.

Si los que en el afán de realizar un aporte de modernidad a la organización empresarial gratuitamente, sienten o perciben que esta labor se vuelve ingrata para los mismos a quienes se encuentra dirigida, es decir, el empresario y sus niveles directivos. Entonces la interrogante sobreviene como necesaria consecuencia ¿porqué los empresarios, gerentes y ejecutivos no toleran lo que con altura de miras se expresa especialmente si se establece una base de sustentabilidad seria y provechosa? ¿Porqué ese miedo incomprensible a mirar el medio nacional de frente, sin ocultamiento de la fealdad que emerge como una sombra?

¿No nos gusta? Evidentemente a nadie le gusta.

Conviene despejar incógnitas señalando que todo el propósito no tiene otro fin que mantener un estado de condicionamiento ético en la actividad productiva, desde que las fórmulas estudiadas, inventadas o reinsertadas en el discurso miran al bien superior del trabajador, a su salud, su vida y bienestar familiar.

Desde el punto de vista de la audiencia, no es necesario una adopción instantánea de los postulados, dado que no son una receta milagrosa. Sí, un nuevo vocabulario, una nueva expresión que necesariamente obliga a acelerar el capital neuronal a fin de obtener a lo menos una visión distinta, como si se tratara de una segunda opinión de otro médico frente a una enfermedad incurable: los accidentes laborales.

La sola aceptación de esta idea significaría un inmenso progreso en el interior de las asociaciones empresariales y un paso adelante en la Cultura Prevencionista.

En mi hermoso país Chile, la pertinacia en cerrar los oídos a la realidad no permite que los docentes, académicos e investigadores digan en voz alta lo que se vive en el frente de trabajo. ¿A que me refiero cuando expreso el disgusto de los oyentes? Que pareciera un ataque injustificado a la vocación empresarial y de emprendimiento. Ello no es así. No es el hablante quien horroriza, son las estadísticas.

Un ejemplo cierto: Actualmente la deuda de los empresarios al sistema previsional es tan alta que supera latamente los dos mil millones de pesos. Tal es así que la reforma del sistema judicial laboral ha debido crear Tribunales de Justica Laboral exclusivamente para perseguir el cobro de las deudas a la Mutuales, al sistema previsional y de salud y de las Cajas de Compensación.

Otro ejemplo: en lo que va corrido del año (mediados de octubre 2005) se ha superado con creces el número de trabajadores siniestrados en las faenas en todo el año anterior y hay que considerar que el mundo laboral bajo estadísticas es sólo el 50% de la masa trabajadora, el otro cincuenta por ciento es informal, es decir, desde el vendedor callejero de dulces y golosinas al eventual que trabaja casa por casa de jardinero o en trabajos menos remunerados.

Cuando se realiza cualquier análisis serio, es indudable que hay que partir de lo que se tiene. Ser objetivos. El sentido ético profesional obliga a decir la verdad y ella es ingrata realidad, que atenta contra toda norma sea religiosa, laica, moral o jurídica de que siempre hacemos gala de cumplidores. Ello causa de inmediato una reacción de defensa asimilando la verdad como un ataque al sector. Este es uno de los mayores errores que tiene la psicología empresarial chilena o mejor dicho la patología, pues se trata de un estado anormal de conducta psíquica.

Por ello no se soporta recomendaciones como: prevención es inversión, no gasto; cumplir la ley ahorra dinero y disgustos; más vale prevenir que pagar, etc, etc. Menos aún, que se expanda la mirada a nuevas perspectivas. No traslados mecánicos de recetas, solamente esforzarnos por entregar una solución nacional, propia y que se ajuste a nuestra idiosincracia.

Es el miedo a enmendar errores. Es el error de temer a lo cambiante y nuevo.

La institución auténticamente chilena de burlar la Ley para crear la percepción, muy subjetiva por cierto, de audacia e inteligencia, no pasa de ser una fórmula de viejo zorro de monte, obsoleta y fuera de conducta. Una picardía mal entendida que ha causado mucho daño a las relaciones entre los agentes productivos que ya es tiempo de corregir. Hoy en Chile se ha invertido más de lo que se debiera en prevención, pero, precisamente el estilo y la particular forma de ser nuestra, nos ha jugado una mala pasada. Dicha inversión ha sido inútil, sin provecho, sin resultado positivo y en definitiva debe sumarse este gasto al producido directa e indirectamente en la organización empresarial por el perjuicio derivado del accidente. Un error a corregir ahora.

Insisto ¿ocurre lo mismo en otros países?

Como corolario digamos que aquellos que decimos la verdad en esta materia, no debieramos ser mal entendidos. Pues el viejo Aristóteles ya lo decía: La única verdad es la realidad.

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Manuel Muñoz Astudillo – U.T. Federico Santa María Talcahuano – Chile

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Este contenido ha sido publicado en la sección Artículos Técnicos de Prevención de Riesgos Laborales en Prevention world.

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