Es razonable pensar que la respuesta empresarial a la crisis económica va a ser diversa. Dependerá de variables tales como tamaño de la empresa, sector económico e incluso circunstancias particulares. No obstante es presumible que muchas empresas echen mano de las medidas clásicas de recorte de gastos vía reducciones de plantilla y limitación de inversiones incluidas, en primer lugar, las destinadas a mejora de las condiciones de trabajo. Justamente, lo que apuntan algunas investigaciones es que eso es un error: la innovación que sería la clave de la salida a la actual situación y la condición para un mejor desarrollo económico, se daría sólo en condiciones de trabajo saludables.

En las últimas tres décadas, en los países de la OCDE la introducción sistemática de tecnología y de nuevas formas de organización del trabajo, ha conducido a ligeros incrementos de la productividad e importantes deterioros en las condiciones de trabajo sobre todo por la intensificación e inestabilidad del mismo. Es precisamente esta experiencia la que ha llevado a algunos economistas a cambiar el punto de vista para analizar la relación entre salud y desarrollo: según autores como Paul Brandt-Rauf (School of Public Health de Chicago), la buena salud no sería la consecuencia de la prosperidad económica, sino que ésta sólo puede estar basada en una población sana. Son los ciudadanos saludables quienes conducen a una economía saludable y no al revés.

Detrás de esta idea está una nueva teoría del crecimiento económico que fija su atención en las bases del crecimiento al nivel de la empresa. Según esta teoría, el crecimiento de la productividad depende de la innovación de las empresas. Y a la pregunta de cuáles son los factores ambientales y organizacionales del trabajo determinantes de la innovación, la respuesta está en que los factores físicos y psicosociales del trabajo, así como el equilibrio entre el trabajo y la familia juegan un papel de primer orden.

En esta dirección apunta, por ejemplo un reciente trabajo realizado por el Tinbergen Institute holandés, sobre el impacto de las condiciones de trabajo en la actividad empresarial. Según esta investigación, los factores del ambiente de trabajo que contribuyen a la mejora de la productividad son haber resuelto los problemas relativos al “clima laboral” y al “trabajo repetitivo y extenuante”. En este contexto se sitúa un creciente interés en torno a la idea de organizaciones saludables, definidas por la Agencia norteamericana de salud laboral (NIOSH) como aquellas “cuya cultura, clima y prácticas laborales crean un ambiente que promueve tanto la salud y el bienestar de los trabajadores como la efectividad de la organización”.

Con esta definición de empresa saludable u otras similares, se ha investigado qué características del trabajo hacen de éste una actividad saludable. Lo que los trabajadores relacionan con una empresa saludable, según un estudio canadiense, basado en una entrevista telefónica a una muestra representativa de la población asalariada del sector público y del privado, es, sobre todo, disponer de un buen ambiente de comunicación y de apoyo social (buena comunicación, buenas relaciones de amistad y colaboración entre los trabajadores, relaciones positivas con los mandos y supervisores y recibir reconocimiento por el trabajo).

Desempeñar un trabajo con elevadas exigencias (estresante, con sobrecarga y demandas conflictivas) tiene, obviamente, una influencia negativa en la percepción de la empresa como saludable. Por el contrario, disponer de los recursos necesarios como equipos, herramientas, información, formación y orientación y retroalimentación sobre la forma de realizar el trabajo, tiene una influencia positiva sobre la percepción que los trabajadores tienen de la empresa. También influía de forma positiva obtener recompensas como un salario adecuado, seguridad laboral y posibilidades de promoción. Y, finalmente, influía positivamente, aunque menos, el hecho de poseer un trabajo interesante y que permita el desarrollo de las habilidades.

Por otra parte, quienes afirmaban que su ambiente de trabajo era saludable, se sentían más satisfechos e implicados en su trabajo, sufrían menos enfermedades y estaban menos dispuestos a abandonar el trabajo, que quienes afirmaban que su ambiente de trabajo no era saludable.

En resumen, las características del trabajo que están claramente relacionadas con la percepción de la empresa como saludable son la comunicación y el apoyo social, las exigencias, los recursos, las recompensas del trabajo y la autonomía. Parece pues, que los factores psicosociales relacionados con la organización del trabajo juegan un papel de primer orden en la percepción que los trabajadores tienen sobre la salud del ambiente laboral en el que viven. La crisis económica no augura un futuro inmediato plagado de empresas saludables y, sin embargo, un panorama así no es sólo un derecho de los trabajadores y trabajadoras al que no se puede renunciar, es también, según algunas investigaciones, la condición necesaria para la innovación y por tanto para el progreso económico.

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Rafa Gadea – Revista Por Experiencia – ISTAS

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Este contenido ha sido publicado en la sección Artículos Técnicos de Prevención de Riesgos Laborales en Prevention world.

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