Para prevenir y reducir la accidentalidad en el transporte una de las líneas de actuación gira en torno a la evaluación psicofísica de los conductores y su aptitud para conducir. Esta evaluación, tiene como objetivo determinar la capacidad de un sujeto para conducir un vehículo y la no existencia de enfermedad o deficiencia que pueda suponer incapacidad(No competencia) para conducir.

Estas son las siguientes:

1. La capacidad visual.

2. La capacidad auditiva.

3. El sistema locomotor.

4. El sistema cardiovascular.

5. Trastornos hematológicos.

6. El sistema renal.

7. El sistema respiratorio.

8. Enfermedades metabólicas y endocrinas.

9. El sistema nervioso y muscular.

10. Trastornos mentales y de conducta.

11. Trastornos relacionados con ingestión de sustancias.

12. Aptitud perceptivo-motora.

13. Estimación del movimiento.

14. Coordinación visomotora.

15. Tiempo de reacciones múltiples.

16. Inteligencia práctica.

17. Cualquier otra afección no mencionada en los apartados anteriores.

Esta valoración se realiza de forma individual en base a unos parámetros de normalidad, tanto física como psicológica. Centrándonos en la exploración psicológica, concretamente en la valoración de la aptitud perceptivo-motora, dichos parámetros de normalidad se obtienen mediante la utilización de instrumentos y pruebas homologadas. Se pretende establecer el nivel de deterioro o la incapacidad de un sujeto para conducir con seguridad.

Las diferentes facetas englobadas en el epígrafe definido como aptitud perceptivo-motora aparecen vinculados a los distintos procesos que se ven implicados en la conducción.

Para ser competente todo conductor debe poseer:

En primer lugar, el conductor debe poseer una correcta capacidad perceptiva y atencional que le permita captar lo que ocurre en su entorno, así como identificar y discriminar los estímulos relevantes definitorios de la situación – problema que debe de resolver. En segundo lugar, una vez percibida la situación, debe hacerse una correcta evaluación de la misma. Para ello se requiere una capacidad intelectual al menos “normal”.

En tercer lugar, cuando ya la situación ha sido percibida y evaluada, llega el momento de tomar una decisión y elegir la maniobra más adecuada de entre todas las posibles.

En cuarto lugar, una vez elegida la maniobra más adecuada, es necesario ejecutarla con la mayor rapidez y precisión posible. A esto se le denomina capacidad de respuesta del conductor y hace referencia a todo el conjunto de actividades sensoriomotrices y psicomotoras puestas en juego, para mantener el control sobre el vehículo y sobre la trayectoria del mismo.

En último lugar, deben tenerse en cuenta aquellas características personales de cada conductor que pueden influir sobre todos los procesos antes mencionados y a las que se suele denominar en términos muy generales como personalidad.

Cada uno de estos procesos psicológicos básicos implicados en la conducción han sido progresivamente contemplados en la valoración de la aptitud psicofísica en general, y en la aptitud perceptivo-motora en particular, sin embargo, el proceso de toma de decisiones no se incluye en dicha valoración. Con ello, se abre un importante horizonte de investigación y desarrollo.

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Luis Santiago Asunción Valverde – Enfermero clínico asistencia, Psicólogo – Perú

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Este contenido ha sido publicado en la sección Artículos Técnicos de Prevención de Riesgos Laborales en Prevention world.

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