Los resultados de la Encuesta de Riesgos Psicosociales en España realizada por ISTAS en 2010 evidencia que las reestructuraciones empresariales que comportan ajustes de plantilla se relacionan con mayores niveles de exposición a riesgos psicosociales entre los “supervivientes”. Los planes de ajuste de plantilla provocan un menor ejercicio de los derechos en las empresas donde no existe representación sindical.

Uno de los efectos más notables de los Procesos de Ajustes de Plantilla (PAP) tiene que ver con el menor ejercicio efectivo de derechos de los supervivientes: disponer de los días de fiesta semanal o vacaciones, coger un día de permiso por motivos familiares o por motivos personales, coger la baja por enfermedad o ir al médico cuando era necesario fue menos frecuente entre los trabajadores de empresas que habían pasado por un PAP, y menor aún en aquellas empresas que no contaban con representación legal de los trabajadores.

No coger la baja en caso de enfermedad o no ir al médico cuando fue necesario afectó al 18 y 16%, respectivamente, de los trabajadores de empresas que habían pasado por un PAP y que no disponían de representación legal de los trabajadores. Estos porcentajes descienden al 8,7 y al 6,4% en las empresas en que se habían realizado planes de ajuste de plantillas pero sí tenían representación legal de los trabajadores.

En una muestra representativa de la población asalariada española en 2010 (5.100 personas, de las que 791 habían pasado por un proceso de ajuste de plantilla) se observa que los trabajadores y trabajadoras “supervivientes” a un PAP presentan una exposición a riesgos psicosociales significativamente superior en 12 de las 23 dimensiones analizadas. Los resultados más relevantes muestran entre un 40 y un 50% de mayor probabilidad de estar en el nivel más desfavorable para la salud en 6 de ellas (ritmo de trabajo, reconocimiento, inseguridad sobre el empleo, inseguridad sobre las condiciones de trabajo, conf ianza vertical y justicia) y un aumento entre un 20 y un 39% en 6 de ellas (control sobre los tiempos a disposición, compromiso, previsibilidad, conflicto de rol, calidad de liderazgo y apoyo social de superiores).

El ritmo de trabajo constituye la exigencia psicológica referida a la intensidad del trabajo y tiene que ver con cantidad de trabajo exigida y con el tiempo disponible. Un 41% de las personas que pasaron por un PAP se encuentra en los niveles de exposición más desfavorables frente a las exigencias de un alto ritmo de trabajo, mientras que en las empresas que no han pasado por un PAP, en esa situación se encuentra el 29% de los trabajadores. La mayor exposición en ritmo de trabajo entre las personas que pasaron por un PAP se podría relacionar con la falta de personal (43,4% PAP frente al 25,6% no PAP) y la planificación no realista (28,1% PAP frente al 21,2% de no PAP).

Un 47% de las personas después de un PAP se encuentra en el peor nivel de exposición frente al riesgo que supone la inseguridad en relación al empleo y un 41% está en esa posición respecto a la preocupación por cambios no deseados de condiciones de trabajo fundamentales como el horario, las tareas o el salario. Esos porcentajes descienden al 36% y al 30%, respectivamente, entre las personas que no han pasado por un PAP. En las personas que pasaron por un PAP se observa una mayor movilidad funcional, sobre todo horizontal (24% para PAP frente al 16,4% no PAP), que supone que se hacen más tareas pero de la misma complejidad.

Otra dimensión analizada –el reconocimiento– tiene que ver con el respeto y trato justo por parte de la dirección en el trabajo. También en esto las personas “supervivientes” a un PAP se encuentran en una situación significativamente peor (37% en el nivel de exposición más desfavorable) que las personas que no pasaron por un plan de ajuste de plantilla (28%), a pesar de que se les está de mandando un gran esfuerzo. El apoyo de los superiores se reduce y nos encontramos con que un 44,5% de las personas que pasaron por un PAP se encuentra en los peores niveles de exposición en cuanto a falta de apoyo, frente a un 35,7% entre las que no han pasado por un ajuste de plantilla.

Similares resultados se encuentran en la dimensión que mide la percepción de justicia. La justicia organizacional se refiere a la medida en que las personas trabajadoras son tratadas con equidad en su trabajo, y se distinguen tres componentes: de procedimientos, distributiva y relacional. El primero refiere hasta qué punto los procesos de toma de decisiones incluyen las aportaciones de las partes afectadas y si se aplican sistemáticamente, el segundo refiere al nivel de justicia de las propias decisiones en sí mismas, y el tercero al trato de los supervisores para con las personas subordinadas. Un 44% de las personas que pasaron por un proceso de ajuste de plantilla se encuentra en el peor nivel de exposición en justicia percibida, frente a un 31% entre las personas que no pasaron por un PAP.

Los procesos de ajuste de plantilla están también relacionados con peores resultados de exposición para la población trabajadora en la dimensión de conflicto de rol. Es una dimensión que nos habla de cómo, tras pasar por un PAP, las personas se encuentran enfrentadas a exigencias contradictorias que se presentan en el trabajo y que pueden suponer conflictos de carácter profesional o ético. Y lo que observamos es que en el nivel de exposición más desfavorable en cuanto a conflicto de rol se encuentra el 43% de las personas que han pasado por un PAP, frente a un 35% de las que no han atravesado ese proceso.

Finalmente, un menor control sobre los tiempos a disposición de la población trabajadora acaba de dibujar un cuadro donde el deterioro de condiciones de trabajo provoca un ambiente psicosocial de trabajo nocivo. Esta dimensión identifica el margen de autonomía de los trabajadores sobre aspectos del tiempo de trabajo y de descanso (pausas, vacaciones, ausencias de corta duración…). Mientras un 40% de la población trabajadora que ha pasado por un PAP se encuentra en el peor nivel de exposición en esta dimensión, el porcentaje desciende a un 31% entre la población que no ha sufrido ajustes de plantilla.

El menor ejercicio efectivo de derechos y el empeoramiento de la exposición a riesgos psicosociales de las personas “supervivientes” podrían guardar relación con el menor nivel de salud mental observado entre la población trabajadora por cuenta ajena que pasó por un PAP. Después de eliminar el efecto del sexo, la edad, la categoría profesional y la relación laboral, la probabilidad de tener peor salud mental es un 15% mayor entre la población asalariada afectada por PAP comparada con la que no vivió ajustes.

Así, estos resultados relativos a las exposiciones son congruentes con las estrategias empresariales adaptativas que buscan la mejora de la productividad y rentabilidad empresarial en base a la reducción de plantillas y a la amenaza de continuidad en el empleo y la exigencia de disponibilidad de la población trabajadora para cambiar condiciones de trabajo básicas de los “supervivientes” y que tienen su traducción en la intensificación del trabajo y el deterioro de las condiciones de trabajo y las mayores dificultades para el ejercicio efectivo de derechos.

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Salvador Moncada, Neus Moreno, Clara Llorens

Fuente Revista Por Experiencia

Este contenido ha sido publicado en la sección Artículos Técnicos de Prevención de Riesgos Laborales en Prevention world.

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