En nuestro tejido industrial (98% PYMES), las evaluaciones iniciales de riesgos se han convertido en algo que se va exigir, engorroso, complejo, por lo que hay que pagar y que no sabemos muy bien para qué sirven. Evidentemente salvemos las honrosas excepciones.

Analicemos el porqué. La Ley de Prevención de Riesgos Laborales (LPRL) exige la evaluación inicial, considerándola como el segundo principio de la acción preventiva. La Administración pues, al revisar la gestión preventiva de una empresa, contempla la evaluación como un requisito fundamental. Así las cosas, hay que tener –ya mismo- una evaluación inicial. Con estas prisas, se ha considerado la evaluación inicial como el punto de arranque de la prevención, a pesar de que otras cuestiones deberían haber sido más importantes (por ejemplo la determinación del empresario para gestionar prevención y la decisión de cómo hacerlo). El primer error pues, relativamente explicable, ha consistido en tirarnos de cabeza a evaluar, sin meditar, sin convencer y explicar previamente.

Otro problema en la misma línea. ¿Por qué se llama “el tocho” a la evaluación inicial?. ¿Por qué se ha convertido en un complicado documento para la estantería?. ¿Por qué el usuario medio no la entiende?. Segundo error: utilizar métodos extensos y complejos para realizar la evaluación. Intentemos analizarlo.

Hagamos historia. Cuando evaluaba los riesgos de una empresa el Instituto Nacional de Seguridad e Higiene en el Trabajo, sin duda el organismo técnico de referencia, emitía informes concisos, concretos. Las Mutuas de Accidentes de Trabajo y Enfermedades Profesionales seguían pautas similares. ¿Por qué han cambiado las evaluaciones? Seguramente porque de esa época a la presente han variado ciertas cosas: la exigencia legal, la desaparición del INSHT como evaluador de riesgos, la negativa competencia en el mercado de la prevención, la existencia de unos 30.000 nuevos titulados en prevención lógicamente inexpertos.

Los cambios mencionados nos han podido llevar a utilizar determinados métodos y formatos para realizar las evaluaciones, como modo de “asegurarlas”. Por otro lado, un hecho no menos importante: el empresario, comprador del “producto prevención”, tal vez no sabe muy bien en qué consiste.

Así las cosas, la evaluación formalista, el volumen ecuadernado para la estantería estaba servida. Y todos hemos sido corresponsables. Unos por lanzar metodologías complejas a un mercado no preparado. Otros por demandar papel. Otros por aparentar. Otros por inexperiencia. No hay culpables. Hay corresponsables. La intención de quien escribe es llamar la atención sobre la corresponsabilidad y proponer soluciones.

Entremos en el capítulo de soluciones. Seamos positivos. Propongamos métodos sencillos de evaluación. ¿Es necesario que un procedimiento de autoevaluación para una microempresa del metal o de la madera tenga más allá de diez páginas?. ¿A alguien le parece mal que el plan preventivo se escriba en medio folio? Pues si no hay problemas, hagámoslo fácil. Formulemos una propuesta: elaboremos métodos sencillos y admitámoslos como válidos, técnica y legalmente. Así, superaríamos los problemas de exigencia, de referente, de competencia y de inseguridad. ¿Convendría una campaña, subrayando la usual sencillez de la prevención, dirigida a los empresarios y también, no los olvidemos, a los propios actores de la prevención?

Restaría por resolver la preparación del pequeño empresario para asumir el “producto prevención”, en lo que habrá que trabajar día a día pues se trata de un factor cultural. También se precisa eficacia en el mercado de la prevención. Este polémico aspecto está contemplado en el Informe Durán, en su capítulo 5 “Política de prevención y actuación de los sujetos implicados”. Se presentan propuestas como: facilitar el camino para las decisiones empresariales sobre la gestión de la prevención, deslindar las actuaciones de las Mutuas, contar con un nexo efectivo entre empresas y servicios de prevención ajenos, abrir posibilidades de gestión para las pequeñas empresas… En este tema pues están servidas para el diálogo las posibles soluciones.

* Versión para porExperiencia de la editorial publicada por el autor en la revista Archivos de Prevención de Riesgos Laborales, 2001; 4(4): 145-146

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ISTAS – Carlos Heras. Gabinete de Seguridad e Higiene en el Trabajo. Zaragoza

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Este contenido ha sido publicado en la sección Artículos Técnicos de Prevención de Riesgos Laborales en Prevention world.

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