El entusiasmo patriótico con el que han sido difundidas y seguidas las hazañas espaciales de Pedro Duque ha enviado a un nebuloso segundo plano el hecho que el hombre iba a la Estación Espacial Internacional (EEI) a trabajar, y no a un campeonato deportivo. Trabajo de elite, trabajo científico, trabajo estable, trabajo en el extranjero, trabajo fascinante, trabajo como se quiera, pero al fin y al cabo trabajo. Trabajo por cuenta ajena del único astronauta en activo y cotizante de nuestra nómina de conciudadanos. Y como en todo trabajo por cuenta ajena, la condiciones de exposición al riesgo de Pedro Duque dependen en buena medida de decisiones adoptadas en instancias que él no controla.

Problemas de seguridad en la estación espacial

Es de suponer que es conocido, minimizado y aceptado el riesgo de desintegrarse en algún percance parecido al que redujo a fosfatina en 1986, delante de nuestros ojos, el transbordador espaciale Challenger con sus 7 tripulantes o el Columbia, en febrero de este año, otra vez con 7 astronautas dentro. Lo que ya resulta más sorprendente es la denuncia, hecha por algunos técnicos de la NASA, de las deficientes condiciones de la Estación Espacial Internacional (EEI) cuyas instalaciones han sufrido un importante deterioro desde que la tragedia del Columbia impidió el desarrollo normal de las tareas de sustitución y mantenimiento del equipamiento deteriorado.

Por lo visto los sistemas de control de la calidad del aire, del agua y de las radiaciones, así como los equipos médicos y de gimnasia a bordo llevan meses estropeados. El microclima no es el adecuado dentro de la estación y nada se sabe del efecto sobre el mismo de los muchos productos químicos potencialmente peligrosos que se usan para los experimentos que se realizan.

Si pasa algo, salgan volando

Los responsables de medicina espacial y condiciones medioambientales de la NASA consideran el problema serio, recuerdan que se han detectado síntomas preocupantes en los inquilinos de la EEI, como dolores de cabeza, mareos e incapacidad para pensar con claridad. Opinan que el riesgo para la salud de los astronautas no es asumible y han recomendado el abandono temporal de la estación.

Los ingenieros, por su parte, consideran que la EEI está de sobra dentro de los parámetros de seguridad y que es suficiente medida de seguridad advertir a los astronautas que, ante cualquier señal de peligro se suban a la nave Soyuz, apaguen las luces y se larguen. Anteponen la necesidad de que la estación esté permanentemente habitada. No se sabe si es para evitar un deterioro adicional de los equipos, una catástrofe de consecuencias imprevisibles si la estación se precipita fuera de control al no estar tripulada o la interrupción de un proyecto que cuesta 30.000 millones de dólares.

Aquí abajo no acabamos de entender qué es una estación espacial, cómo se llega a ella, qué experimentos se están haciendo allí, cómo se mantiene en órbita ni muchos otros detalles de la cotidianeidad de la conquista del espacio. Sin embargo, la postura de los ingenieros de la NASA nos recuerda la de quienes se despreocupan del daño a la salud que se produce de forma lenta, insidiosa y socialmente invisible por la exposición a ambientes de trabajo no saludables. No acaba de preocupar la pérdida de vidas humanas. Lo que realmente preocupa es que se verifique de forma espectacular e inmediatamente relacionable con las causas. Y esto es así en el cielo como en la tierra.

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Valeria Uberti-Bona, Revista Por Experiencia – ISTAS

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Este contenido ha sido publicado en la sección Artículos Técnicos de Prevención de Riesgos Laborales en Prevention world.

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