Si utilizamos las estadísticas de enfermedades profesionales para describir las condiciones de trabajo, podríamos creer que vivimos en un cuento de hadas. Las condiciones de trabajo en Grecia serían 40 veces mejores que en Francia, las mujeres trabajarían en unas condiciones que casi no afectarían su salud, los trabajadores emigrantes tendrían mejores condiciones de trabajo que los nacionales y no existirían prácticamente problemas de salud mental derivados del trabajo. Este es el cuadro que nos ofrecen las estadísticas nacionales sobre enfermedades profesionales en Europa.

Desde 1962, la Unión Europea se ha marcado como objetivo la armonización de los sistemas de reconocimiento de enfermedades profesionales. En aquella época, la Unión Europea estaba compuesta por seis Estados miembros. En Bélgica, la silicosis no estaba reconocida como enfermedad profesional. Para mantener los beneficios de la industria del carbón, el Estado no imponía normas estrictas en materia de salud laboral. La mayoría de los mineros eran emigrantes. De hecho, después de la Segunda Guerra Mundial, Bélgica compraba literalmente mineros a Italia. Por cada minero enviado a Bélgica se exportaba cierta cantidad de carbón a Italia. Una buena parte de esos mineros murió de silicosis. Italia aprobó una ley totalmente anómala: indemnizaba a los mineros italianos por una silicosis que habían contraído trabajando en minas belgas. En ese contexto, la Comunidad Europea adoptó la primera recomendación relativa a la armonización de los sistemas de reconocimiento de enfermedades profesionales. A la recomendación de 1962, le siguieron otras en 1966, 1990 y 2003.

Desafortunadamente, las recomendaciones no son normas vinculantes. Los Estados son libres de aplicarlas o no. De hecho, en lugar de lograr una armonización, estos textos han propiciado sistemas muy divergentes. La principal característica de los sistemas actuales en Europa es la disparidad. Sin embargo, incluso en los países donde las tasas de reconocimiento son más altas, observamos que la gran mayoría de las enfermedades de origen laboral no están reconocidas como enfermedades profesionales.

Según una reciente encuesta europea, el 8,6% del conjunto de los trabajadores declararon haber sido afectados por una enfermedad causada o agravada por el trabajo. Incluso en Francia, donde las enfermedades profesionales tienen mayor reconocimiento que en otros países, sólo tres personas de cada mil obtienen el reconocimiento de su enfermedad cada año. Si examinamos las enfermedades reconocidas también observamos cuestiones importantes. De un país a otro, las principales enfermedades reconocidas no son las mismas y ese fenómeno no se explica por diferencias objetivas en las condiciones de trabajo.

La principal causa de mortalidad vinculada al trabajo es sin duda el cáncer. Datos franceses indican que un 13,5% de los trabajadores están expuestos a agentes cancerígenos en el trabajo, con picos que alcanzan un 35% en el sector de la construcción. Incluso si nos ajustamos a una estimación media de un 8% de casos de cáncer atribuibles a exposiciones laborales, estaríamos hablando de 160.000 enfermedades profesionales que deberían ser reconocidas en la UE. Frente a esto, los casos reconocidos se limitan a varios millares al año.

Si analizamos qué tipos de cánceres son reconocidos, veremos que en la mayoría de los países los mesoteliomas ocupan el primer lugar. Este hecho es significativo. El mesotelioma es un cáncer relativamente raro en la población y la relación entre la exposición al amianto y el mesotelioma es determinante. Otros tipos de cáncer sólo son reconocidos de forma muy limitada.

Si los sistemas nacionales de reconocimiento de enfermedades profesionales son muy diferentes de un país a otro, todos tienen prácticamente un punto en común: son muy discriminatorios con las mujeres.

El porcentaje de mujeres a las que se les reconoce una enfermedad profesional en el Reino Unido es un 10% inferior al de los hombres. En la mayoría de los países europeos esa diferencia se sitúa en un 20-30%. Sólo los países nórdicos presentan porcentajes más equilibrados. Se trata de una discriminación sistemática resultante de una serie de factores. Los criterios de reconocimiento de enfermedades profesionales desfavorecen a las personas con una trayectoria profesional irregular o inestable. Los trabajos “periféricos”, como la limpieza, el embalaje y acondicionamiento y las labores de mantenimiento, resultan poco valorados y tenidos en cuenta. Los problemas de salud relacionados con riesgos psicosociales son ignorados generalmente y el reconocimiento de las lesiones músculo-esqueléticas continúa siendo una cuestión problemática. En lo que respecta al cáncer, los estudios epidemiológicos ignoran ampliamente a las mujeres. Sólo Dinamarca reconoce que el cáncer de mama puede ser de origen laboral en el caso del trabajo nocturno.

Las enfermedades profesionales contribuyen en gran medida a aumentar las desigualdades sociales en materia de salud. La acción sindical es indispensable para la mejora de esta situación. Un elemento esencial es la revisión periódica de las listas de enfermedades con presunción de causalidad. Entre las prioridades está mejorar el reconocimiento del cáncer, las lesiones músculo-esqueléticas y los problemas de salud vinculados a factores psicosociales. También sería necesario reconocer la importancia de los problemas de salud reproductiva derivados del trabajo.

Por otro lado, es de gran importancia simplificar los procedimientos para reconocer las enfermedades profesionales existentes. En la actualidad, la mayor parte de los sistemas nacionales hace muy difícil ese reconocimiento. Dado que una profesión o actividad se caracteriza por una mayor prevalencia de ciertas enfermedades, la presunción de causalidad debería favorecer a las víctimas expuestas a dichos riesgos. Se debería aplicar un control social eficaz de los procedimientos para reconocer las enfermedades profesionales.

También hay que mejorar la vigilancia de la salud. Dicha vigilancia debe vincular la exposiciones laborales con el estado de salud de las personas. Las organizaciones sindicales deberían llevar a cabo acciones más sistemáticas para lograr una vigilancia de la salud específica y de calidad que incluya la eliminación de las exposiciones susceptibles de tener consecuencias a largo plazo. Con bastante frecuencia, la medicina del trabajo intenta evitar conflictos con la patronal iniciando campañas de “promoción de la salud” que se apartan de su principal objetivo: la mejora de las condiciones colectivas de trabajo a través de la eliminación de los riesgos. Habría que conferir a los trabajadores y sus representantes el derecho de controlar los servicios preventivos de manera que puedan ser excluidos aquellos que no cumplan con las actividades preventivas de manera rigurosa y profesional.

También es prioritario sensibilizar a los profesionales de la salud pública. Es importante crear redes de notificación de las enfermedades que se sospechen de origen laboral. Esto afecta tanto a los profesionales de atención primaria como a los especialistas. Las campañas de investigación activa del origen laboral de ciertas enfermedades pueden jugar un importante papel para visibilizar las enfermedades profesionales.

Podemos citar el ejemplo de la experiencia francesa GISCOP93. En ese proyecto, las personas afectadas por cáncer en tres hospitales de una región industrial participaron en la reconstrucción completa de su vida laboral. Más del 80% de ellas había estado expuesto a agentes cancerígenos. En el 55% de los casos se trataba de exposiciones múltiples al menos a tres agentes diferentes. Esta iniciativa permitió también lanzar campañas preventivas en las empresas de la región y aumentar considerablemente el número de casos de cáncer reconocidos como enfermedad profesional.

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Laurent Vogel, Director del Departamento de Salud y Seguridad del European Trade Union Institute – Revista Por Experiencia – ISTAS

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Este contenido ha sido publicado en la sección Artículos Técnicos de Prevención de Riesgos Laborales en Prevention world.

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