Carlos Velasco es economista y en en 1992 empezó a coleccionar carteles publicitarios sobre salud y riesgos laborales. No sabe explicar del todo cómo surgió la afición y aún menos cómo ha continuado. Lo cierto es que hoy tiene 4.500 ejemplares que van desde finales del siglo XIX hasta la segunda mitad del XX. Hasta el próximo 29 de junio expone en la Escuela de Artes de Logroño ochenta y cinco de estas piezas que según dice, «si se sabe ver lo que hay detrás de sus mensajes, se pueden deducir muchas cosas de cómo la sociedad del momento en que se hicieron».
Algunos de los carteles de la exposición están diseñados por artistas de la época. La que abre el recorrido es obra del pintor Ramón Casas, representante del modernismo catalán. El modo de transmitir los mensajes dista mucho del que se usa en la actualidad, más conceptual. Reflejaban la época. «Había mucha gente que no sabía leer ni escribir. El nivel cultural era muy bajo y tenían que ser claros», explica el comisario de la exposición. «El cartel era el único elemento publicitario existente, así que el color y la imagen tenían que decir todo».
Llaman la atención las campañas institucionales que ya se preocupaban de advertir a los trabajadores sobre los peligros que entrañaba el trabajo. Cuenta Velasco que el ministro de Trabajo visitó la muestra y se quedó impactado al ver el cartel que plasmaba de la forma más cruda que un obrero muere cada siete horas. «Ahora en lugar de cada siete horas es cada 11», dice que afirmó el ministro.
Se recurría a todo tipo de recursos. Uno de los anuncios recoge un gráfico con las cifras de accidentes laborales, pero hubo que utilizar los números de Alemania porque en España aún no existía el organismo que se encargara de tales estadísticas. Corría el año 1913 y hasta 1914 no se creó el Instituto de Reformas Sociales.
En los años cincuenta el campo ocupaba a dos tercios de la población, así que lo más lógico es que los siniestros se produjeran en este entorno. Los carteles de la época muestran desastres en las cosechas y ofrecen la posibilidad de asegurarlas.
A través de los carteles se percibe la estructuras social de la época. «La viuda es una figura muy recurrente». También la mentalidad del momento está detrás de los carteles. En uno de los anuncios de los años 50 se observa a un hombre trabajando en la fragua sin ningún tipo de protección. «En aquella época ponerse gafas o cualquier tipo de medida de seguridad estaba mal visto. Existía intención de proteger al trabajador, pero la consideración individual era que un hombre que se preciase, hecho y derecho, no podía andar poniéndose gafas ni cosas así. Eso era cosas de mujeres». Contrasta con el caso que aparece en uno de los carteles traídos desde Alemania. Data de la misma época, pero en él los obreros cuentan con todo tipo medidas de seguridad.
En los años sesenta empiezan a aparecer los primeros cascos en las obras y los riesgos se muestran a través de figuras hechas por dibujantes de comic. Se usa el humor y el color llamativo para alertar de los peligros. La industrialización del país empieza a notarse y las acciones pasan de enmarcarse en el campo a situarse en las fábricas. Se juega con símbolos y empieza a usarse el sexo como reclamo publicitario.
La época franquista marcó también la evolución de los carteles. Se apelaba al amor a la patria como motivación para protegerse. Sin embargo, existieron casos como el que representa a un obrero con símbolos de la China comunista que habla de proletariado, una palabra prohibida por el régimen de la época.
Son casi dos siglos, repasados a través de imágenes que, aunque no era su misión inicial, hoy sirven para mirar atrás y observar cómo han cambiado las cosas.
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