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El Laboratorio de Química Analítica de la Universidad de Santiago, en el Instituto de Investigaciones Alimentarias, ha obtenido importantes avances en el desarrollo de productos ignífugos que no sean dañinos ni para las personas ni para el medio ambiente.

El objetivo de estos científicos es mejorar los aditivos que protegen a buena parte de los materiales que usamos en la vida cotidiana contra el fuego. Se encuentran en los componentes electrónicos, en tapicerías, cortinas, pinturas y otros materiales de construcción, o en los electrodomésticos, entre otros muchos, según informó la oficina de prensa del Centro de Innovación y Transferencia de Tecnología de la Universidad de Santiago de Compostela (USC).

La mayor parte de los materiales que nos rodean se aditivan con estos compuestos para hacerlos resistentes al fuego, puesto que contribuyen a que las llamas avancen de forma más lenta.

El catedrático de Química Analítica de la USC, Rafael Cela Torrijos, explica que estos compuestos representan el segundo tipo de aditivos químicos más relevantes en el mundo en cuanto al volumen económico que generan.

“Hasta hace unos años se pensaba que no ocasionaban problemas, pero se ha comprobado que sí los tienen”, señala el investigador. Estas sustancias se han extendido por ambientes muy diversos, de manera que ya se han encontrado acumuladas en el medio marino -en ballenas y otros mamíferos- y en algunos países incluso se han detectado en la leche materna.

Parlamento Europeo

Aunque todavía se desconocen sus efectos a largo plazo, se sabe que muchos de ellos tienen efectos tóxicos una vez producido el incendio. En este sentido, el Parlamento Europeo ha llegado a un acuerdo para que se abandone el uso y fabricación de estas sustancias, muchas de las cuales tienen que desaparecer del mercado antes de 2005.

“Esto genera un serio conflicto porque son productos de los que no se puede prescindir y no resulta fácil ni barato disponer de otros alternativos de utilidad comparable”, afirma el investigador.

Se acumulan sobre todo en los tejidos grasos y llegan al ser humano a través de los alimentos. Son contaminantes emergentes debido a que se han usado en grandes cantidades y de manera extensiva, lo que ha generado un problema a escala internacional.

“No se han hecho pruebas de cómo afecta su ingesta durante la lactancia pero no es muy sensato que se sigan utilizando de esta manera”, declara Cela Torrijos, quien augura que a partir de ahora estarán más controlados a través de análisis, lo que favorecerá la prevención.

El principal inconveniente que existe, según los investigadores, es que los métodos de análisis que se emplean en la actualidad no son tan eficaces como debieran; por lo que el equipo de químicos de la USC avanza en la solución de problemas que se están detectando en la alimentación, el medioambiente o la industria mediante la mejora de los métodos que existen e incluso el desarrollo de otros nuevos.

El caso de los ordenadores

En el caso de los ordenadores, monitores, tarjetas electrónicas y demás equipamientos informáticos se ha comprobado que ciertos compuestos tienen la suficiente volatilidad como para pasar al aire que rodea los equipos cuando estos están trabajando. Algunas partes de los ordenadores se calientan de manera apreciable, por lo que los usuarios están sometidos durante mucho tiempo a los efectos potenciales de los aditivos. “El problema, sin embargo, es mucho más grave si tenemos en cuenta la gran cantidad de basura electrónica que se produce en todo el mundo. En el momento en que se incineran es cuando estas sustancias empiezan a ser problemáticas, ya que se convierten en compuestos similares a las dioxinas”, indica el investigador.

Un gran problema ambiental

Las industrias tienen medios para controlar el nivel de aditivos presentes en los productos que fabrican, a fin de favorecer que no ardan tras un incendio. Sin embargo, no controlan lo que ocurre en las chimeneas de las incineradoras, ni los residuos que entran en la cadena alimentaria o en el agua porque hasta hace poco no se consideraba que fuesen perjudiciales.

Los resultados de este proyecto permitirán que las administraciones, laboratorios y agencias de seguridad alimentaria tengan a su disposición métodos de análisis efectivos. “Desde el punto de vista ambiental ya hemos conseguido resultados interesantes porque buscamos métodos que puedan ser usados por la mayor cantidad posible de laboratorios; que sean rápidos, baratos y fáciles de aplicar”, declara Cela Torrijos.

El coordinador del proyecto incide en que se trata de una situación que no preocupa a mucha gente pero que con los años se hará más problemática. Asegura que los riesgos no se encuentran en la mera exposición a los productos de consumo habitual, sino que el problema es ambiental y surge cuando los compuestos se degradan en el medio. Argumenta que el hecho de convivir con materiales resistentes al fuego ofrece mayores ventajas que inconvenientes, pero conviene evitar que entren en la cadena alimentaria porque se trata de compuestos tóxicos.

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Europa Press

Este contenido ha sido publicado en la sección Noticias de Prevención de Riesgos Laborales en Prevention world.

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