La fiscal pide dos años de prisión para un práctico del puerto de Ibiza, dueño además de una empresa de amarristas, y otros cuatro meses de cárcel para el capitán de un buque mercante por un accidente ocurrido en abril de 2003 en el que un trabajador salió despedido al ser golpeado por uno de los cabos de la embarcación durante la maniobra de amarre.
La abogada defensora del práctico atribuyó el accidente de forma exclusiva a «una negligencia» del trabajador porque, afirmó, no enganchó correctamente el cabo al noray –poste usado para afirmar las amarras de los barcos– ni se apartó a la zona de seguridad marcada, algo en lo que coincidió el letrado del capitán del buque.
Los hechos enjuiciados ayer en la sala de lo Penal número 1 se produjeron el 29 de abril de 2003.
El perjudicado, que ya ha sido indemnizado, llevaba entre uno y dos años trabajando en la empresa de amarristas y, según señaló, no había recibido nunca formación en ese puesto ni de nada relacionado con prevención de riesgos laborales. «Me enseñaron a trabajar los compañeros», dijo el hombre y corroboraron el resto de empleados en su declaración.
Cuando el buque ´Mar Patricia´ llegó al puerto atracó en el muelle de levante, pero la parte de popa, en la que estaba el perjudicado, debía amarrarse en el muelle sur. El hombre relató que le lanzaron un cabo desde el barco, que lo cogió y lo dejó en el noray, sin darle doble vuelta en un primer momento porque así se lo habían explicado, y rápidamente fue a buscar el segundo cabo con intención de, al regresar, dar entonces la doble vuelta al primero y enganchar el otro. Sin embargo, cuando volvía hacia el noray con la segunda cuerda, de frente al buque y de espaldas al cabo que ya había colocado, este se soltó, le golpeó y lo lanzó por los aires varios metros.
«A mí me enseñaron a hacerlo así», señaló el trabajador, que añadió que si la maniobra la hacían entre dos personas, llevaban los cabos a la vez y los ataban uno y después otro, mucho más rápido.
Los otros tres trabajadores que declararon en el juicio, por su parte, negaron que las instrucciones fueran dejar el primer cabo en el noray sin darle la doble vuelta antes de ir a por el segundo. «Lo lógico es que hubiera dado la doble vuelta ante el peligro de que el cabo se pueda zafar», señaló uno, que coincidió con sus compañeros en que en el citado noray era fácil que el cabo se pudiera salir si no adoptaban esta medida de precaución porque estaba colocado en el sentido contrario a como debiera para la maniobra de amarre que hacían.
Al parecer, el cabo saltó porque el barco viró y se tensó. Según dos oficiales que testificaron, si se realizó el viraje fue porque el trabajador después herido avisó de que podía llevarse a cabo la maniobra levantando la mano. Sin embargo, casi todos los amarristas que declararon negaron que ellos indicaran así o de cualquier otro modo el viraje y apuntaron que esto era algo que decidían desde el barco.
La abogada del práctico insistió en que su cliente asesoraba al capitán en la maniobra de atraque pero que la decisión de virar o no en ningún caso era suya. También se refirió a la falta de plan de seguridad en la empresa de amarristas en el momento del accidente y apuntó que en todo caso podía ser una infracción administrativa o laboral.
La fiscal acusa al práctico y dueño de la empresa de amarristas de un delito de lesiones por imprudencia grave en concurso de otro delito contra los derechos de los trabajadores, y al capitán del buque, de un único delito de lesiones. Sobre este último al final del juicio reconoció que quizás la responsabilidad de lo ocurrido no era tanto suya como de los oficiales que vigilaban la maniobra.
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