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Pánico, gritos y después silencio. “El silencio de la muerte”, dicen, cuando se desplomó la primera de las torres gemelas de Nueva York. Fue espantoso, era como la salida dramática de un concierto. La gente empezó a correr hacia el este, mujeres, hombres y niños caían por el suelo, creí que todo se había acabado. Después, si quiere que le diga la verdad no vi nada. Había una oscuridad total, dice un trabajador que caminaba por Brodway sobre las 10.05 de la mañana de ayer, momento en el que se desplomó la torre sur.

Una inmensa nube de humo, polvo, cemento y cristales cayó sobre el corazón de Manhattan. Todos los servicios de bomberos, policía y servicios médicos de la ciudad y de los alrededores se desplazaron al World Trade Center nada más conocerse el primer ataque contra las torres gemelas. Allí, en los 110 pisos de los edificios, trabajan casi 50.000 personas, mientras los turistas observan en lo alto las vistas de Nueva York. Y también allí se encuentra situado el centro de emergencias que apenas pudo realizar su trabajo. Había que desalojar los edificios, dice Bill Faulkner, un agente que trabaja en el tribunal neoyorkino. Teníamos que actuar rápido. Nos han montado en una furgoneta a 15 personas, entre policías y médicos y hemos conseguido sacar de allí a unas 2.000 personas, relata. Para entonces ya había impactado el segundo avión y temíamos lo peor. La masacre que luego se consumó cuando cayeron miles de toneladas de cemento. Ha sido terrible, la gente tratando de salir del edificio, personas saltando desde pisos altísimos y cuerpos mutilados cayendo al suelo.

El problema no eran sólo los trabajadores del World Trade Center. Muchos vecinos de la ciudad, curiosos, empleados desalojados y turistas, se habían arremolinado entorno a las torres gemelas, querían ver de cerca una escena de película; el ataque al corazón de Estados Unidos. Pero en ningún momento imaginaron el alcance de la tragedia. Sentí un ruido enorme por encima de mi cabeza. Era un avión comercial y entró por completo en la estructura de la torre. Fue como si la fachada se tragase, relataba Mark Obenhau, que pudo ver el impacto del primer avión desde una estación de metro cercana al World Trade Center.

Cuando ya la torre sur parecía una gigantesca chimenea, se produjo el segundo impacto. El colapso es lo que ha matado a la gente, lamentaba Marcus Kergosien, un trabajador del Midtown. La policía no tuvo tiempo de acordonar la zona, de despejar las calles para un posible derrumbamiento tan brutal. Ni siquiera podían distinguir tras los desplomes quién era quien, si había heridos y muertos.

La inmensa nube lo cubría todo y quienes tuvieron suerte, caminaban duchados en cemento. Era una nube inmensa, cuando llegaba te ahogaba, recordaba el mismo testigo. Como un maremoto de polvo y cristales. A él le sonrió la fortuna. Trabaja en finanzas y ayer tenía que subir al piso 44 de una de las torres, de 411 metros, para asistir a un seminario. Pero llegó tarde y los ataques y los derrumbes le pillaron en la calle. Esto es la guerra. Es terrible. Esta era la palabra más repetida ayer en Nueva York. El agente Bill Faulkner echaba la vista atrás y añadía: Yo estuve en Vietnam pero nunca he visto nada como esto.

Nada funcionaba ayer en la Gran Manzana. Las autoridades cortaron las líneas del metro, cerraron los puentes y los túneles, suspendieron los vuelos de los tres aeropuertos y convirtieron Manhattan en una verdadera isla, aislada de todo. Las líneas telefónicas conectaban de forma aleatoria. Pero nadie quería moverse de las cabinas telefónicas para contactar con sus familiares. Me siento fatal, esto es horrible. Me he salvado porque he llegado tarde a trabajar.

Este trabajador, del World Trade Center -de cinco edificios que albergan un hotel, 450 empresas y una red subterránea de tiendas y restaurantes- tenía que haber fichado a las 8.30. Pero ahora mismo estoy preocupado. No sabemos nada de mi cuñado que también trabaja ahí, indicó.

Los nervios se adueñaron de la ciudad. Los servicios de emergencia pedían por la calle la ayuda de médicos y voluntarios. Y sangre, donaciones de sangre, para atender a los heridos. Lo mejor que podéis hacer por vosotros y por vuestras familias, gritaba un coordinador de emergencias justo donde terminaba el cordón policial, es desplazaros a una zona segura. Y esta es muy peligrosa Hablaba junto al Tribunal de Nueva York, junto al centro financiero de la ciudad, sobre las 12.00 hora local. Todavía nos llevará unas horas controlar esta área. Más adelante necesitaremos voluntarios. Human power (poder humano). Muy cerca de él, Cotty, trabajador del Correccional de la ciudad trataba de adentrarse en la zona afectada por el derrumbamiento. Había dejado a su hija sobre las 8.30 en el colegio, una escuela situada dos bloques al este del World Trade Center. Y todavía desconocía cómo estaba. En la calle, se hablaba de desaparecidos y, sobre todo, de pánico.

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El País

Este contenido ha sido publicado en la sección Noticias de Prevención de Riesgos Laborales en Prevention world.

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