Las altas cifras de siniestralidad denotan una cruda realidad a la que día tras día deben enfrentarse los profesionales del transporte. Altas dosis de «estrés» marcan la agenda de los camioneros. «Los clientes imponen unos horarios en muchas ocasiones imposibles de cumplir», lamentan. La jornada laboral comienza en el párking de una fábrica cualquiera. El profesional llega a su hora, las seis de la mañana, por ejemplo, con el único propósito de cargar su camión y emprender la marcha. El destino está fijado y con éste un turno de descarga. Si el profesional no llega a su hora o la empresa receptora ya ha cerrado su período de carga, al camionero sólo el queda la espera como única alternativa.
Por ello, la principal queja de los profesionales se debe a «las muchas horas muertas que nos pasamos hasta que cargan los camiones». El problema, como es lógico, se agrava con los autónomos. José tiene 47 años y lleva más de veinticinco al volante del camión realizando rutas internacionales. «No te queda más remedio que recuperar en la carretera todo el tiempo que llevas perdido», relata.
No sólo eso. Y es que, con la descarga sólo se ha realizado la mitad del recorrido. Todavía queda el viaje de vuelta. «Es entonces cuando te puedes quedar atrapado en la frontera de países como Francia porque no permiten circular en festivos», explica. El tiempo se convierte en su peor enemigo. «El estrés y el cansancio pueden provocan dramas como el de ayer», advierte.
La cosa se complica cuando se habla de trabajadores inmigrantes. «A muchos les pagan por kilómetro y lo que está claro es que el dinero tiene que llegar a casa», aseguran varios profesionales. Pero para atajar las imprudencias e irregularidades están los tacógrafos. Sin embargo, «son muy fáciles de manipular» para evitar que la Policía multe al vehículo.
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