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El fiscal encargado del caso del obrero que en febrero de 2001 falleció a consecuencia de las lesiones que sufrió tras caerse de un chalé en fase de construcción en la localidad luarquesa de Almuña confirmó su solicitud para el propietario de la empresa constructora y los dos aparejadores responsables de la obra de dos años y tres meses de prisión y el pago de 96.000 euros a la familia del fallecido, por un presunto delito de homicidio imprudente.

Además, el ministerio público añadió a esta petición una pena de nueve meses para cada uno de los acusados por un supuesto delito contra el derecho de los trabajadores, al estimar que infringieron las normas de prevención de riesgos laborales.

La acusación particular, por su parte, pidió tres años de cárcel por estos dos delitos y la misma indemnización a la familia que solicitó el fiscal. A juicio de las dos acusaciones, el trabajador fallecido, J. J. S. J., vecino de La Luz de 26 años, se precipitó al vacío desde la segunda planta del chalé en el que aquel día trabajaba realizando labores de encofrado, por falta de barandillas de seguridad.

Según explicó el abogado de la familia del fallecido, Francisco Alonso, los cinco guardias civiles que aquel día acudieron a la obra tras ser alertados del accidente confirmaron ayer ante el juez dicho extremo. «Lo que hizo la empresa fue instalar las barandillas al día siguiente para hacer ver que estaban puestas», aseguró Alonso.

Mientras, el abogado de F. A. C., propietario de la constructora, pidió la libre absolución o bien una falta por imprudencia, en tanto la defensa de los dos aparejadores (B. F. B. y A. R. L. M.) solicitó la libre absolución tras asegurar que existían medidas de seguridad en la obra cuando J. J. S. J. cayó de la segunda planta del chalé, a más de dos metros de altura.

Uno de los testigos que ayer declararon ante el juez, J. F. S., manifestó a este periódico que aquel día no había barandillas de seguridad en la zona donde trabajaba el fallecido «porque tan sólo eran dos metros». «Estábamos trabajando los dos en el mismo chalé, él en la segunda planta y yo, que por entonces era oficial de primera, en la tercera. Recuerdo que llovía y hacía mucho viento. En un momento dado le dije en voz alta que podíamos hacer un descanso para tomar algo, y poco después oí un ruido. Me asomé y le vi tendido en el suelo», explicó.

Para J. F. S., lo sucedido fue «muy extraño». «Si te golpeas en la cabeza cayendo desde esa altura es porque te ha dado un mareo o bien porque has tenido un descuido».

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La Nueva España

Este contenido ha sido publicado en la sección Noticias de Prevención de Riesgos Laborales en Prevention world.

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