Alrededor del 30% de los españoles, sea cual sea su edad, sexo o condición, padece algún tipo de insomnio, según estimaciones de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR). Pero lo más preocupante es que en muchos casos -en torno al 18%- el problema se vuelve crónico.
Se puede considerar insomnes a aquellas personas que tienen en mayor o menor medida dificultades para conciliar el sueño “durante al menos una semana continuada”, indica Salvador Díaz Lobato, miembro del área de Trastornos del Sueño de la SEPAR. Los insomnes crónicos, por su parte, son aquellos cuyos problemas a la hora de dormir se mantienen durante más de 30 días.
Entre los principales factores desencadenantes del mal -tanto del insomnio episódico como crónico-, Díaz Lobato destaca el estrés, la desaparición de un ser querido, las crisis sentimentales y las dificultades de tipo laboral o económico. También influye, con independencia de que concurran o no alguna o varias de las circunstancias antes referidas, la personalidad del individuo. Así, las personas proclives a padecer insomnio “tienden a ser inseguras y a manifestar frecuentes episodios de ansiedad o depresión. También suelen ser hipocondríacos y, quizá por ello, muy dados a la automedicación”, precisa el doctor.
Respecto al perfil sociológico, el segmento que padece insomnio con más frecuencia es el colectivo de mujeres de entre 40 y 50 años. Entre los jóvenes de 17 a 19 años los problemas de sueño también suelen ser frecuentes. El motivo, según Salvador Díaz Lobato, es que “a estas edades se registra un importante cambio en la personalidad y se abandona el mundo adolescente para pasar al de los adultos, coincidiendo todo ello con el acceso a los estudios superiores, una prueba que les somete a fuertes presiones”.
El insomnio está aumentando además en los niños, debido a que cada vez pasan más horas delante del televisor. Según la SEPAR, el que los más pequeños abandonen sus tradicionales juegos, en los que prima el movimiento físico, en aras de una inmovilidad frente a la pequeña pantalla durante varias horas al día, en las que se ofrece una programación “altamente excitable”, ha hecho que sus hábitos de sueño se estén deteriorando.
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