La agricultura bajo plásticos produce miles de toneladas de frutas y hortalizas valoradas en miles de millones de pesetas y con ellas genera también una problemática medioambiental y de salud todavía poco conocida por la opinión pública. Los riesgos de la agricultura bajo plásticos son muchos. A los tradicionales de la agricultura, hay que unir los riesgos del ambiente que se genera en el invernadero y la utilización de productos fitosanitarios.

Una combinación fatal: calor y pesticidas

El primer problema de los invernaderos es el calor, el denominado “estrés térmico”. Una combinación de calor y humedad que puede ocasionar deshidrataciones y, a la larga, trastornos cardiacos y circulatorios.

El segundo problema es el riesgo de intoxicación por el empleo de productos químicos. Dicho riesgo se ve aumentado por las condiciones ambientales (calor, humedad, escasa ventilación, ropa inadecuada) y por la inobservancia generalizada de la normativa general de prevención y de las normas específicas relativas al uso y etiquetado de pesticidas.

El problema del calor, con ser agobiante, suele tener una solución negociada. Tanto los empresarios como los trabajadores son conscientes de que existe y llegan con facilidad a acuerdos para minimizarlo, como adaptar la jornada según las épocas del año para que acabe antes de las horas de mayor calor o reservar para las horas de más calor los trabajos más ligeros o los que se realizan en los puntos más “frescos” del invernadero.

La cuestión de los pesticidas plantea retos de acción sindical mucho más complejos. Sea porque hay menos conciencia del problema o porque es más difícil la sustitución de los productos, los empresarios no tienen en este campo la misma actitud que respecto del calor. Los trabajadores, por su parte, suelen adolecer también de falta de sensibilidad: no tienen información y cuando se enfrentan a plagas que se han hecho resistentes a los productos, piensan “si esto no le hace nada al gusano, tampoco me va a hacer nada a mi”.

La ciencia y la Administración tampoco dan la talla. Pensamos que se desconoce el 90% de la toxicidad de los fitosanitarios. En los laboratorios estudian los efectos sobre ratitas muy sanas, que no fuman, no se esfuerzan, no sudan y no beben. Además, se estudian los productos puros mientras que en la realidad se hacen mezclas prohibidas o por lo menos no estudiadas. Incluso cuando la investigación apunta hacia una relación directa entre los productos fitosanitarios y determinadas patologías, la administración nunca reconoce el origen profesional de las mismas.

La exposición al riesgo químico no es la misma para todos. El colectivo de trabajadores directamente en contacto con los tóxicos (fumigadores, preparadores de “caldos”, etc.) está compuesto fundamentalmente por hombres de entre 25 y 45 años que suelen tener un mínimo conocimiento de los productos con los que trabajan y de sus riesgos.

Otra cosa son los denominados “agentes pasivos”, formados por dos colectivos diferenciados. De un lado están las mujeres que desconocen casi por completo los productos que se utilizan y sus riesgos. De otro, el colectivo de inmigrantes – hombres y mujeres ­ cuyos problemas con el idioma hace especialmente difícil el acceso a la ya escasa información disponible. Además, dada la situación de precariedad generalizada en que viven, los inmigrantes no suelen tener una especial preocupación por la salud laboral.

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ISTAS – Loli Granados

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Este contenido ha sido publicado en la sección Artículos Técnicos de Prevención de Riesgos Laborales en Prevention world.

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