Los expertos consideran que un edificio no es saludable cuando más de un 20% del personal de una empresa se queja de sufrir molestias como picores y sequedad de ojos, dolor de cabeza o aumento de cansancio.

El edificio enfermo no es aquél cuya estructura interna o paredes necesitan una urgente rehabilitación, debido a los desperfectos derivados de su longevidad, sino aquel donde más del 20% de los trabajadores o personas que en él habitan o desempeñan su trabajo sufren un conjunto de síntomas similares derivados de las condiciones de la oficina o local donde permanecen gran parte de su tiempo.

Irritación de garganta y nariz, sequedad de las membranas mucosas y piel, ronquera, respiración dificultosa, náuseas, mareos, picor de ojos, vértigos, dolores de cabeza, pueden ser síntomas del síndrome del edificio enfermo.

Todas estas molestias o anomalías físicas que el trabajador experimenta durante su jornada laboral deben desaparecer media hora después de abandonar el edificio, e incluso los síntomas más agudos se desvanecen en el transcurso del fin de semana.

No existen estudios acerca de un porcentaje de edificios enfermos en nuestra Comunidad, ya que éstos se realizan en aquellas empresas que así lo solicitan o por la actuación de la Inspección de Trabajo, en cumplimiento de la Ley de 1995, de Riesgos Laborales por la que las compañías deben conocer los riesgos a los que están sometidos sus empleados, evaluarlos, evitar los que se pueda, o paliarlos en la medida de lo posible.

Los edificios enfermos suelen ser construcciones modernas, dotadas de aire acondicionado, aisladas del exterior para evitar pérdidas energéticas. Si los sistemas de aire están bien diseñados, con materiales adecuados, ajustados al trabajo que se desempeña y a la temperatura apropiada para cada época del año, con un mantenimiento periódico, no deben presentar dificultades.

Por el contrario, si las conducciones se encuentran mal ubicadas (interior de aparcamientos o frente a salidas de humos de calderas), con entradas externas de aire, y recirculación permanente del aire contaminado, el mantenimiento no es correcto.

Además del aire acondicionado, otros elementos como las moquetas se convierten en caldo de cultivo de hongos o bacterias perjudiciales para la salud. Así como los olores, ruidos o desajustes en la iluminación pueden producir fatiga.

Si bien los trastornos ocasionados para el trabajador son leves, los efectos sobre la productividad y el absentismo laboral no lo son en la misma medida. Un estudio llevado a cabo por el instituto sueco para la investigación del edificio enfermo, apunta a una disminución de la productividad de hasta un 50%.

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El Correo – Victoria Arcéiz

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Este contenido ha sido publicado en la sección Artículos Técnicos de Prevención de Riesgos Laborales en Prevention world.

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