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Uno de cada seis niños en el mundo está vinculado con alguna forma de trabajo infantil, realizando trabajos que perjudican su desarrollo psicológico, físico y emocional, según afirmó la Organización Internacional del Trabajo (OIT) con motivo de la celebración el 12 de junio, del Día Mundial contra el Trabajo Infantil.

Aparte, y con motivo de esta celebración, ha saltado de nuevo a la palestra el debate entre las posturas “abolicionistas” del trabajo infantil defendidas por la OIT y las reivindicaciones de los colectivos africanos, asiáticos y latinoamericanos de menores trabajadores, los cuales, partiendo de la base de que el trabajo infantil “es una realidad”, consideran “poco útil” su abolición y prefieren que se reconozcan los derechos de los menores como trabajadores y se regulen sus condiciones laborales específicas para poner fin al “abuso” y alcanzar un “trabajo digno”.

En total, según la organización, en el mundo trabajan casi 250 millones de niños, de los cuales más de 70 millones son menores de diez años de edad. La OIT señala también que el mayor número de niños menores de 15 años que trabajan –casi la mitad, 127 millones– se encuentra en las regiones de Asia y Pacífcio, mientras que la mayor proporción –casi un tercio de los menores de 15 años, equivalente a 48 millones– se registran en Africa subsahariana.

En todo caso, ningún país está libre de este fenómeno, advierte la OIT, que señala que 2,5 millones de menores trabajan en los países desarrollados y otros tantos lo hacen en las llamadas “economías en transición”. Según las estadísticas de la OIT, cada año mueren 22.000 niños en accidentes relacionados con el trabajo.

Alrededor de 8,4 millones de niños están atrapados en las redes de esclavitud, el tráfico de menores (hasta 1,2 millones), la servidumbre por deudas, la prostitución, la pornografía y otras actividades ilícitas, según la OIT.

La mayoría de los niños trabajan en el llamado sector informal, sin protección legal o reglamentaria. Un 70 por ciento lo hace en el sector agrícola –en el que se exponen a productos químicos y a maquinarias peligrosas–, en la caza y la pesca con fines comerciales o en la silvicultura. Un 8 por ciento trabaja en la industria manufacturera, otro 8 por ciento en el comercio al por mayor y por menor, así como en restaurantes y hoteles, y un 7 por ciento trabaja en el sector de servicios personales, sociales y comunitarios, como es el caso del servicio doméstico.

Aunque es “prácticamente imposible” saber con exactitud cuántos niños del mundo “son explotados en el servicio doméstico”, se estima que hay más niñas menores de 16 años en esta categoría de trabajo infantil que en cualquier otro tipo de trabajo.

Según la OIT, el trabajo infantil doméstico incluye situaciones en las que niños y niñas desarrollan tareas domésticas en condiciones de explotación. Cuando esta explotación es extrema, incluyendo la trata o tráfico de niños, situaciones similares a la esclavitud o el desarrollo de tareas peligrosas o dañinas para la salud física y mental del menor, “es posible considerarlo como una de las peores formas de trabajo infantil”, afirmó hoy la OIT.

“Casi sin excepciones, los niños y niñas que realizan servicios domésticos son víctimas de diversos tipos de explotación”, señala la organización. “Son explotados económicamente, ya que se los fuerza a trabajar durante largas jornadas y sin descanso por salarios muy bajos o inexistentes”. Aperte, “carecen en general de protección legal o social y sufren condiciones laborales degradantes”.

“Invariablemente son privados de sus derechos como niños reconocidos por la legalidad internacional, incluyendo el derecho a jugar, el derecho a la salud, el derecho a no sufrir abuso o acoso sexual, el derecho a visitar o ser visitado por su familia, a asociarse con amigos, a un alojamiento decente y a la protección contra la violencia física y mental”, advierte la OIT.

Según la OIT, los niños trabajan porque de ello depende su sustento. “El trabajo infantil sigue existiendo incluso enlugares donde se ha declarado ilegal, y con frecuencia está rodeado por un muro de silencio, indiferencia y apatía”, afirma la organización internacional.

Un estudio elaborado en 2002 por la OIT reveló, por primera vez, que los beneficios económicos de la eliminación del trabajo infantil serían casi siete veces mayores que sus costos (en concreto, serían de 5,1 billones de dólares estadounidenses), “ello sin contar los incalculables beneficios sociales y humanos que la eliminación de dicha práctica trae aparejada”, añade el organismo.

Tradicionalmente, la OIT ha adoptado una postura “abolicionista” respecto al trabajo infantil a través de los sucesivos convenios para la abolición del trabajo infantil. Por ejemplo, el Convenio 138, también llamado de Edad Mínima –porque establecía las edades mínimas de trabajo reformando convenios anteriores–, se adoptó en 1973 y hasta la fecha lo han firmado 130 de los 176 países que forman la OIT.

El Convenio establecía la edad de 13 años para trabajos ligeros, y de 12 para países cuya economía y medios de educación estuviesen insuficientemente desarrollados. Asimismo, instaba a los países que lo ratificasen a comprometerse a “seguir una política nacional que asegure la abolición efectiva del trabajo de los niños y eleve progresivamente la edad mínima de admisión al empleo o al trabajo a un nivel que haga posible el más completo desarrollo físico y mental de los menores”.

Esta postura abolicionista no cuenta con el apoyo generalizado de los colectivos defensores de los derechos de los menores. Por ejemplo, el movimiento de los Niños y Adolescentes Trabajadores (NAT), una red de organizaciones de todo el mundo, reivindica una regulación de su situación y, ante todo, un protagonismo en la toma de decisiones que afectan directamente a sus vidas.

El NAT agrupa a los colectivos de menores trabajadores de América Latina (MOLACNATAS), Africa (MAEJT) y Asia (BAL MAZDOOR UNION y BHIMA SANGHA) y celebró su primer encuentro mundial en Kundapur (India) en 1996. Su última asamblea se celebró en Berlín entre el 19 de abril y el 2 de mayo de este año.

Este movimiento, partiendo de la base de que “el trabajo infantil es una realidad”, está convencido de que “la lucha por la abolición del trabajo infantil es poco realista y poco útil”, y apuesta “por una lucha contra el abuso y por el trabajo digno.

Ello implica que se reconozca al niño como trabajador y, por tanto, sus derechos como agente económico y social. Asimismo, supone que se deben regular sus jornadas laborales, de forma que sean más cortas y permitan compaginar el trabajo con la escuela, y que se establezcan condiciones dignas de trabajo, sueldos justos, contratación sólo para trabajos ligeros y protección ante el abuso y la explotación.

En 1996, la propia OIT suavizó su postura y admitió que “es poco lo que se sabe a nivel de los países sobre la exacta magnitud, naturaleza y efectos del trabajo infantil”, lo cual “constituye un obstáculo importante para fijar unos objetivos realistas y concebir actividades eficaces de lucha contra el trabajo infantil”.

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Europa Press

Este contenido ha sido publicado en la sección Noticias de Prevención de Riesgos Laborales en Prevention world.

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