En el verano de 2003, la ola de calor causó 35.000 muertes en Europa y se estima que unas 6.000 en España, aunque los gobernantes de la época sólo reconocieron 114. Durante el siglo XX hemos conocido un aumento de la temperatura media global del planeta de 0,7°C, en el caso español el incremento ha sido de 1,5°C y en el Ártico, de 5°C. Hace más calor y existen señales de alarma evidentes que se manifiestan en la disminución de lluvia y nieve caída, el retroceso de la superficie helada de los casquetes polares, la retirada de glaciares, el aumento del nivel del mar o las migraciones de animales y vegetales. Esta situación tiene unas causas muy concretas y tiene, por tanto, remedios.

La constatación empírica del aumento de las temperaturas la corroboran las mediciones científicas. Desde que existe registro instrumental, los años trancurridos desde la década de los noventa hasta hoy figuran entre los 20 más calientes, con la única excepción de 1992. Más grave aún: seis de los siete años más cálidos han tenido lugar desde 2001. Tanto 2005 como 1998 superaron el récord de calor en la media mundial desde 1880. No sólo hay calor en tierra, durante la época de huracanes las aguas de los océanos tropicales están 0,5ºC más calientes que hace 35 años.

Nuestro planeta es un inmenso invernadero. Ello es lo que nos permite vivir y habitarlo. La atmósfera deja pasar una parte de la radiación solar de onda corta que calienta la superficie terrestre. El planeta, por su parte, aunque emite tanta energía como recibe, lo hace en forma de onda larga que es absorbida por los gases atmosféricos. El resultado es el calentamiento de las capas bajas de la atmósfera que es lo que permite la vida orgánica y la habitabilidad para los seres vivos.

Los gases atmosféricos funcionan, pues, como el cristal en un invernadero: permiten entrar una parte de las radiaciones -la luz- pero no las dejan salir todas, con lo que retienen calor en su interior. Es el efecto invernadero natural que, de no existir, provocaría temperaturas gélidas de –20ºC en la toda la superficie del planeta. De ahí la denominación de Gases Efecto Invernadero (GEI).

El actual cambio de temperaturas tiene su origen en la emisión masiva de GEI. La actividad productiva industrial y agrícola, las acciones difusas derivadas del transporte de vehículos de motor de explosión, el modelo urbanístico y las formas de consumo de energía en los hogares, son las principales fuentes de emisión.

Estos aportes extra de gases desbordan los equilibrios atmosféricos naturales y provocan una intensificación rápida y casi exponencial del efecto invernadero. Este impacto negativo se refuerza por la reducción de los sumideros naturales, tanto los terrestres por la deforestación, como los marítimos por empobrecimiento vegetal de los fondos debido a los cambios de temperatura del agua marina, un ejemplo de cómo las consecuencias del calentamiento realimentan las causas del mismo.

Estamos cerca del punto crítico que provocaría la irreversibilidad del fenómeno y ello sin contar con las denominadas “sorpresas climáticas”, es decir, acontecimientos involuntarios que acentúan la dimensión del problema. Tales como la posible liberación masiva de metano a partir del permafrost en Siberia, las emisiones causadas por la desaparición del hielo polar y la reducción del albedo correspondiente, la posibilidad de que las selvas tropicales se conviertan por envejecimiento en emisoras netas de dióxido ya que los bosques captadores de gases se dan en la fase de crecimiento, el colapso de la circulación termohalina del Atlántico Norte (Corriente del Golfo) o el del ecosistema Ártico.

La primera causa del cambio climático es el actual modelo de generación y uso de energía. Los combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas) proveen el 80% de la energía utilizada en el mundo y generan el 75% del aumento de CO2 atmosférico, el principal causante del calentamiento. Desde el comienzo de la revolución industrial, con el uso intensivo del carbón, la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera ha aumentado un 31%, Además del CO2, los GEI más importantes son el metano, el óxido nitroso y los gases fluorados.

La responsabilidad de las emisiones no es del género humano en abstracto, ni todos los países emiten por igual. Por ejemplo, EE.UU emitió en 2003 el 23% del total del CO2 mundial, la UE el 15,3% y una cifra similar alcanzó China. La media mundial de emisiones por habitante es de 4 Tm/persona, y sin embargo la de EE.UU es de 19,7 Tm, la de la UE de 10, la de España de 7,7 y la de China de 2,9.

Los GEI ponen en cuestión el actual modelo de producción y de consumo basado en la quema de combustibles fósiles y en la liberación de otros gases en cantidades nocivas. El llamado “capitalismo petrolero” es una de las principales formas de acumulación de capital de los siglos XX y XXI, auténtico origen de los conflictos bélicos actuales en cuyo trasfondo inmediatamente asoma la cuestión energética. El Informe Stern “La economía del cambio climático” (2006), sitúa los costes del cambio climático entre el 5 y el 20% del PIB mundial y el coste de mitigación en un 1%. Michel Camdessus, ex-director del FIM (Fondo Monetario Internacional) califica el cambio climático, como “el mayor fracaso de la historia del mercado”.

Para evitar el descrédito, el American Enterprise Institute al servicio de la Casa Blanca, ha intentado sobornar a científicos y economistas para que pongan en duda los informes del panel de expertos de Naciones Unidas sobre la inminencia y peligrosidad de grandes disturbios climáticos. Existen tesis negacionistas respecto al origen antropogénico del calentamiento, como las defendidas por Claude Allègre, que contra las evidencias empíricas y científicas achacan sólo a factores naturales el calentamiento. Poco consuelo nos aportan unos y otros porque, de tener razón, no nos queda más que cerrar los ojos ante el problema y esperar un destino trágico e inevitable.

Por suerte no la tienen: existe el fenómeno, es grave, tiene origen en la acción humana, podemos rectificar y todavía estamos a tiempo, aunque no hay un minuto que perder.

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Manuel Garí – Revista Por Experiencia – ISTAS

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Este contenido ha sido publicado en la sección Artículos Técnicos de Prevención de Riesgos Laborales en Prevention world.

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