Las formas de violencia han existido siempre. Lo que ha faltado ha sido la denuncia. Hoy día, la tendencia es pensar que existe en la actualidad más violencia que antes. Se afirma que hay mayor maltrato de género, más violaciones, mayor acoso moral o sexual en el trabajo, etc. Sin embargo, para quien esto suscribe, las formas, la cantidad y la calidad de la violencia siempre han sido más o menos igual en todos los tiempos. Es decir, mucha. Lo que ahora sí existe más que antes – por suerte- es denuncia y al denunciar sale más a la superficie lo que antes, por desconocimiento, falta de apoyo mediatico y gubernamental, entre otras cosas, se silenciaba. Es triste pensar que no hace mucho la abnegada ama de casa llegaba casi a contemporaneizar hacía su esposo cuando este la maltrataba, en muchos casos, como costumbre cotidiana. No obstante, no existía denuncia, ni social ni individual. Sin embargo, a pesar de lo logrado hasta ahora, aún existen situaciones carentes de denuncia debido al miedo, dependencia económica y otros elementos muy complejos.

En el siglo que recién estrenamos va tomando cuerpo otro tipo de violencia que siempre ha estado ahí pero que nunca se ha diagnosticado ni estudiado como hasta ahora. Me refiero al acoso moral en el trabajo, plaga moderna –moderna es la denuncia, ya digo- que ya está acaparando interés de muchas partes inmersas en el conflicto laboral.

Como casi siempre el problema se detecta en función del número de bajas y cobayas humanas con las que se experimenta. Se observan trastornos sicológicos, tendencias suicidas e incluso suicidios, cambios de hábitos alimenticios, depresiones, tristeza, violencia en el hogar, etc., y detrás de todo ello se detecta una situación de conflicto laboral.

El mundo anglosajón, que ha sido precursor, junto a los países escandinavos, denomina a esta nueva enfermedad social mobbing o bossing dependiendo si los acosadores morales son los propios compañeros o el superior jerárquico. De hecho, el término mobbing deriva del campo semántico de the mob, la palabra callejera para referirse a la mafia, y bossing, deriva de boss, es decir, jefe. Ambos términos ya nos dan una idea muy gráfica de lo que se quiere denunciar.

Esta forma de violencia existe en todos los ámbitos laborales, pero está muy arraigada en la Administración Pública, lugar en el que al acceder por oposición pública no es posible despedir o expulsar. De ahí que se utilicen todo tipo de tropelías barriobajeras para que la víctima decida irse por su propia cuenta. Dicen los expertos -que ya existen- que el acosador suele ser una persona envidiosa y limitada, y es cierto que detrás de todo este tipo de acoso existe una solapada incapacidad del superior jerárquico hacia el subordinado acosado. Se envidia su capacidad, e incluso que piense o lea. Además, suele el jefe incapaz y envidioso ver de muy mal grado que algún subordinado desarrolle otras actividades en su tiempo libre o triunfe y sea brillante en otras disciplinas que él sabe que jamás podrá alcanzar. En una palabra, no admite que un subordinado no lo sea siempre. Ya decía el prestigioso etólogo Conrad Lorenz cuando describía como, a la llegada de una gallina nueva o más fuerte al gallinero, las débiles se unían para destruirla.

Toda esa conspiración por crear el vacío hasta hacer transparente a la víctima, que no es elegida al azar, está causando cuantiosas bajas laborales que hasta ahora se denominan “por depresión”, en la mayoría de los casos, y está provocando un importante gasto social, cuando a lo mejor el enfermo no es otro que el acosador.

De hecho, cada día son mas los profesionales que les preocupa el tema e intentan buscar soluciones en el ámbito de la salud laboral, algo a lo que están contribuyendo los sindicatos de trabajadores de manera decisiva. Incluso, son ya bastantes los inspectores de trabajo, sicólogos, y catedráticos de Derecho del Trabajo que intentan buscar claves de solución y así se lo están transmitiendo a las autoridades. En esa línea ya existen propuestas de ley en las Cortes Generales y Parlamentos autonómicos para que se ataje legalmente el problema, algo que ya está regulado en países como Suecia y a punto de hacerse en Francia.

Por tanto hay que estar al acecho ya que es en el ámbito laboral donde se puede dar la mayor gama de perversidades del hombre hacía el hombre, sencillamente por su espacio temporal de convivencia forzada, encuentro y desencuentro personal, interés económico e incluso sexual, pero también es cierto que podría ser idílicamente el lugar adecuado de comprensión y buena convivencia, pero eso sería quizá hablar de un mundo distinto.

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José Antonio Flores Vera – Licenciado en Derecho

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Este contenido ha sido publicado en la sección Artículos Técnicos de Prevención de Riesgos Laborales en Prevention world.

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