El estado de salud del trabajador debe ser “apto” para el trabajo que está realizando. En ambientes peligrosos o críticos no es suficiente la palabra del trabajador para considerar su condición médica y física, debiéndose ser determinada y certificada por un examen que se corresponda con la actividad específica que desarrollará.

Los trabajadores que sufren de claustrofobia o propensión a ataques de pánico no deben ser considerados aptos para trabajos en espacios confinados. De cualquier manera, aún en trabajadores experimentados que ingresan a espacios confinados desconocidos, pueden aparecer dichos síntomas. Tendemos a olvidar que el espacio en el que ellos entran es áspero, poco amistoso y ha sido diseñado por ingenieros para tareas específicas, y no para ocupación humana. Por lo tanto, los trabajadores no pueden confiar en el entorno para su bienestar psicológico y dependen de las medidas con las que se encuentren en el interior. El buen estado físico y mental de un ingresante a un espacio confinado determina cómo se desempeña en un momento dado. Los estudios ergonómicos determinan básicamente que, cuánto mejor se siente la persona, mejor es su rendimiento laboral. En situaciones críticas, la adrenalina y las emociones pueden crear situaciones verdaderamente estresantes.

El personal que trabaja fuera de una atmósfera laboral confortable suele ser más propenso a tomar malas decisiones en situaciones de estrés. Como consecuencia del estrés, los errores provocados por los trabajadores en espacios abiertos pueden ser más o menos fáciles de rectificar, pero en recintos con características especiales puede ser el último.

Está probado el efecto de calma que produce la voz humana entre personas en situación de aislamiento. La comunicación continuada de voz puede ofrecer un nivel de confort adecuado para los ingresantes de un espacio confinado, controlando y eliminando miedos de ingreso, a la vez que mantiene un aceptable nivel de comodidad durante la operación del ingreso y ayuda a controlar los estados de claustrofobia y pánico.

Los trabajadores que utilizan de forma rutinaria sistemas de comunicación por voz pueden confirmarlo. Ellos aseguran sentirse mejor y más seguros, y que como resultado trabajan mejor, más eficientemente, encontrándose más satisfechos con su trabajo. Como beneficio añadido, los supervisores pueden participar favorablemente con una comunicación constante con los ingresantes. Su trabajo es menos aburrido y se sienten mucho más útiles, participando en el monitoreo constante de sus compañeros. Con poco o ningún esfuerzo puede conseguirse un equipo humano más compacto entre supervisores e ingresantes.

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Andy Ibbetson, Gustavo Lavarda

Fuente Revista PW Magazine 22

Este contenido ha sido publicado en la sección Artículos Técnicos de Prevención de Riesgos Laborales en Prevention world.

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