Primero arreglemos lo de los accidentes y luego nos ocuparemos de lo demás. Es una opinión que se expresa a veces en distintos foros, mayormente en boca de prevencionistas y empresarios. Algunos, incluso van más lejos: Mientras se está matando gente, no me vengas con lo del riesgo psíquico.

Expresiones como éstas esconden en realidad una intención no confesada de postergar sine die la atención preventiva a todo lo que no sean accidentes de trabajo. O al menos, la atención seriamente planteada. Pero, además, contienen un planteamiento con graves falacias que conviene desvelar.

Para empezar, pretender ocuparse del accidente como algo totalmente al margen de otros daños a la salud derivados del trabajo presupone que las causas de ambas cosas son completamente diferentes. Es decir, que los riesgos que generan los accidentes se pueden aislar del resto de los factores que inciden en la salud de los trabajadores y que, por tanto, podemos actuar sobre las causas específicas del accidente sin tener que intervenir sobre el conjunto de las condiciones de trabajo.

Lo anterior presupone, a su vez, que es posible culturalmente que una empresa se ocupe con todo rigor y decisión de evitar los accidentes de trabajo mientras, al mismo tiempo, mantiene situaciones de riesgo flagrante en otros terrenos a condición de que dichas situaciones no se manifiesten en lesiones traumáticas inmediatas.

Se evidencia, en fin, una mayor preocupación por la imagen que por la salud. Se considera que lo más grave es lo que más se ve, lo que no se puede esconder, lo impúdico. Se oculta que hay 4 ó 5 veces más muertes por enfermedades laborales que por accidentes de trabajo.

¿Qué pensaríamos si la Dirección General de Tráfico hiciera un planteamiento parecido con los accidentes de carretera? Primero, el accidente. De la fatiga en la conducción nos ocuparemos más adelante.

Pues aquí es lo mismo. La única lógica que podría tener este planteamiento de qué es lo primero y qué es lo segundo, es si en el fondo lo que se está pensando es que el accidente de trabajo es un problema individual al margen de las condiciones de trabajo. Si esto es así, parecería posible modificar el comportamiento de los trabajadores sin necesidad de cambiar otras cosas. Pero esto ya es harina de otro costal: ni es un planteamiento científico, ni responde a los principios preventivos recogidos en la ley, ni respeta el criterio ético de no culpabilizar a la víctima.

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ISTAS

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Este contenido ha sido publicado en la sección Artículos Técnicos de Prevención de Riesgos Laborales en Prevention world.

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