El dicho “pasa más hambre que un maestro de escuela” ya no es un hecho. Lo constatan, con buenas dosis de optimismo y humor, los mismos profesores que identifican que la desnutrición ha sido sustituida por el estrés. Hay, además, otras cuestiones a abordar como los problemas con la voz, la inadecuación de los edificios y la casi total ausencia de medidas preventivas por parte de las administraciones y las empresas.

Antonio García es director de un colegio público rural en Noez (Toledo). Los abuelos de sus alumnos le han contado que, en sus tiempos, cada padre le regalaba un poquito de carbón al maestro para que pudiera hacer brasas y calentarse en el duro invierno. “Todo aquello pasó. Estamos mejor que antes” afirma Antonio y se ríe antes de empezar a enumerar toda una serie de problemas que sin duda es necesario abordar.

“Para empezar –afirma Antonio García– los edificios en los que damos clase no están pensados para la función docente. Se piensa sólo en el alumnado y no en el profesor. La prueba es que cuando llegan los arquitectos a proyectar un nuevo colegio nadie cuenta con el equipo docente”. En los centros antiguos todavía es peor, explica Antonio, desvelando un tema ciertamente preocupante: “La mayoría de colegios anteriores a 1960 utilizan como aislante el amianto y ni siquiera se ha elaborado un plan de sustitución de estos materiales cancerígenos con una temporalización concreta”. Tampoco los maestros reciben ningún tipo de formación sobre los riesgos laborales a los que están expuestos, ni por supuesto, sobre cómo evitarlos.

Para Antonio, como para muchos otros, el grueso del debate sobre la salud laboral del docente tiene que ver con el estrés: “en la escuela actual los maestros nos estamos enfrentando a un montón de problemas que no sabemos cómo tratar. Nos hacen falta profesionales que sepan cómo abordar ciertas patologías de los alumnos como la hiperactividad, los problemas de autoestima, las carencias socio-afectivas, etc, etc”. Pilar Collado, la jefa de estudios del IES Serpis de Valencia, está justo en el otro extremo de Antonio en cuanto a la realidad social de su centro y, sin embargo, coincide plenamente con su diagnóstico: “Hemos de dar respuesta a todo y no tenemos tantas armas” resume en una frase a la que no es necesario añadir ningún comentario.

En lo que no coinciden Antonio y Pilar es a la hora de identificar qué relaciones sociales son las responsables del estrés y eso, quizás, sí se debe a las diferentes etapas en las que trabajan y las diferentes geografías de sus municipios. Pilar señala con claridad que la relación con los padres de los alumnos de secundaria es una de las principales fuentes de angustia para el profesorado: “Antes los padres daban la razón en todo al profesor – y yo no digo que eso sea lo correcto, matiza- pero ahora se ha caído en el otro extremo”. “Muchos padres vienen a pedirte cuentas, cuentas del nivel académico, explicaciones sobre por qué su hijo va con éstos o con aquellos, o porqué su hijo es tratado de ésta u otra manera por sus compañeros. No podemos llegar a todo” explica. Ese es el origen de muchas de las bajas por depresión, detecta Pilar: “el profesor o profesora se siente incapaz de afrontar una situación que dista mucho de la tarea de transmitir conocimientos”.

“En su opinión, los padres exigen que protejas, que cuides a sus hijos adolescentes porque hay un clima de alarma social respecto a los casos de acoso, y se ha transformado el rol que la sociedad otorga a la escuela: todo se pone en nuestra manos” reflexiona Pilar. Sin embargo, quiénes tienen que asumir estas labores de tutoría no están mejor remunerados en los centros: “Un profesor cobra un poco más y tiene cierta liberación horaria, por ser jefe de departamento pero no por ser tutor, cuando la tarea de tutor es mucho más difícil y requiere mucha mayor dedicación. Ésta es una discusión que hoy en día tenemos con nuestro sindicato” explica Pilar. Otra fuente de estrés para el profesorado es la burocracia: “hemos de hacer un montón de papeles que no sirven para resolver los problemas que tenemos y es muy agobiante perder el tiempo de esa manera” afirma la jefa de estudios del IES Serpis.

Hay quien opina que también son necesarias nuevas estrategias de coordinación entre el profesorado para hacer frente a la actual situación de la escuela, sobre todo, en la secundaria obligatoria. Así lo identifica, Francisco Javier Medino, profesor de historia en el Instituto de los Corrales de Buelna (Cantabria): “Hay que fomentar más el trabajo en equipo entre el profesorado y relacionarnos más entre nosotros. No sólo para acordar cosas del currículo, sino también para abordar los problemas sociales que tienes con tu grupo. Muchas veces todos tenemos una situación parecida y no hablamos de ello entre nosotros” explica Javier.

Respecto a la falta de recursos para afrontar todas las situaciones que se plantean en el centro, “las armas” que mencionaba Pilar, Javier pone además el acento en la falta de formación del profesorado de secundaria en el terreno pedagógico y psicosocial: “A mi me enseñaron historia, pero no cómo tratar diariamente con un grupo de chicos o chicas en plena adolescencia”. En su opinión “el Curso de Capacitación Pedagógica que hacen los licenciados para poder dar clase en secundaria no sirve para nada y tampoco hay una oferta adecuada de formación continua en los centros de profesores”.

En cada etapa, las fuentes de estrés son distintas. Para Antonio, en un centro de primaria, la principal fuente de estrés, son las ratios y la falta de profesores de apoyo cuando se tienen alumnos con necesidades educativas especiales. En eso coincide plenamente con Asunción Fuentes, profesora interina en un centro de educación infantil en Madrid. Asunción se encuentra cada día con 25 niños y niñas de tres años: “son muchos para atenderles a todos, por ejemplo, para ir al servicio o ahora, al principio de curso, cuando muchos niños lloran” señala Asunción. Sólo esporádicamente tiene apoyo extra en el aula. En la Comunidad de Madrid, hay una profesora de apoyo para todo el ciclo de infantil. En su cole eso supone una maestra de apoyo para seis aulas. Asunción lo tiene claro: “con tres años la ratio adecuada es 15 niños”.

La necesidad de un apoyo en el aula de infantil, casi de una forma permanente lo demuestra el hecho de que en la mayoría de centros públicos de España se tome la determinación de llamar a los padres si el niño se ha hecho pipi porque las maestras no tienen la obligación de cambiarlo: “¿Cómo vas a dejar a un niño de tres años una hora mojado hasta que llegue su padre o su madre del trabajo?” se pregunta Asunción. Otro de los grandes problemas en infantil es el uso de la voz: “Hemos de hablar muy alto para que se nos oiga y es sorprendente que no se nos de nada de formación en este campo”.

Otra fuente de estrés para el profesorado es saber que la Administración, en general, no va cubrir las bajas con celeridad: “a veces te encuentras mal, y en lugar de ir al médico vas al cole porque sabes que para tus compañeros es un problema” explica Asunción. Para los interinos está, además, el hecho de que nunca saben qué centro les va a tocar y es muy difícil organizar la vida personal y familiar: “si las bolsas de interinos se gestionaran de otra manera, por ejemplo, se fraccionara la bolsa de la Comunidad de Madrid en distintas áreas, podríamos gestionar nuestras vidas mejor y tendríamos menos estrés”.

No todo el estrés tiene su origen en las relaciones personales con padres o alumnos, en el exceso de ratios o en la inestabilidad laboral. Francisco Javier Medino, el profesor de historia de Cantabria, platea un tema fundamental para el debate: ¿Cómo se ha transformado la tarea de educar. “Yo no comparto la idea de que cualquier tiempo pasado fue mejor” señala Francisco Javier. “Los jóvenes de hoy saben más, en general –afirma– pero las aulas de ESO son más difíciles de controlar porque se ha extendido la escolarización hasta los 16 años a toda la población”. En su opinión, el camino para reducir las dificultades no es sacar de la escuela a los que no siguen el ritmo fácilmente. “Hay que repensar la función docente” afirma. “Hoy es más difícil que antes captar la atención de los alumnos porque hoy los jóvenes tienen acceso a muchas fuentes de información y además los grupos son más diversos que nunca –explica Francisco– si no lo haces bien, al final, se te va descolgando la gente y surgen los problemas de indisciplina”. Su conclusión es que hay que transformar la escuela porque los jóvenes han cambiado, tienen a su disposición otro tipo de recursos y tienen otro tipo de demandas.

0 0 votos
Valoración

Berta Chulvi – Revista Por Experiencia – ISTAS

Fuente

Este contenido ha sido publicado en la sección Artículos Técnicos de Prevención de Riesgos Laborales en Prevention world.

Suscribirme
Notificar de
guest
:arrow: 
:D 
:? 
8-) 
:cry: 
:shock: 
:evil: 
:!: 
:geek: 
:idea: 
:lol: 
:x 
:mrgreen: 
:| 
:?: 
:P 
:oops: 
:roll: 
:( 
:) 
:o 
:twisted: 
:ugeek: 
;) 
 
0 Comentarios
Inline Feedbacks
Ver todos los comentarios