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Los pisos sociales ubicados al lado de la estación de autobuses de O Pino, más conocidos como “Urbanización Dos mil”, fueron definidas en su época como un “pelotazo urbanístico”, propiciado por un conocido empresario que compró un terreno exiguo y a bajo precio que luego revendió para la construcción de 250 pisos apiñados que merecieron desde entonces el calificativo de “colmena”.

Pasados los años, la realidad de estas 250 familias -lo que equivale a más de 1.400 vecinos-es que cuentan con un único patio interior de cemento para el esparcimiento de sus hijos y el presidente vecinal no duda en señalar que “tanto cemento y hormigón y tanta gente viviendo en tan poco espacio, llegan a causar estrés y ansiedad”, asegura el presidente de la asociación vecinal, Javier Río.

Hubo un intento del Concello por mejorar esta situación y se adecentó una pista multiusos en las proximidades de la estación de O Pino. “Sin embargo los equipos de fútbol que creamos no pueden entrenar allí, puesto que es un espacio insuficiente y nos vemos obligados a fletar autobuses hasta el campo de Seixalbo, pero dado su alto costo, tuvimos que suprimir la mitad de los equipos, que pasaron de seis a tres, porque no podíamos costear el transporte”, indica Río Segade.

Hablar de ofertas de ocio y deportivas en una urbanización como “Dos mil” es casi como hablar del pan y la sal. Si en todos los barrios se buscan alternativas de tiempo libre y ocio para los jóvenes, con doble motivo en una urbanización donde los residentes de los siete bloques de viviendas, viven hacinados compartiendo las problemáticas familiares y de convivencia.

“Movemos a más de un centenar de jóvenes que están encantados con el fútbol, lo cual habría que potenciar de algún modo, al igual que el propio movimiento vecinal que carece de un local propio en el que desarrollar los cursos que querríamos”, asegura.

Los equipos de fútbol son como decíamos muy participativos. Hay un equipo de tercera regional y dos de alevínes uno juveníl y otro infantil.

“Aspiramos a ser una urbanización más, con todos los medios que tienen la mayoría de los colectivos vecinales, pero para conseguirlo necesitamos dotaciones, que los niños tengan donde jugar, espacio vital”, dice Javier Río.

Carecemos de local social y perdemos cursillos
Pese a las carencias, los vecinos están contentos con sus pisos y se han acostumbrado al hecho de tener que traspasar una pasarela, para comunicarse con el resto del barrio de A Ponte o a llevar a los niños al colegio, dado que hasta entonces, se veían obligados a cruzar una carretera nacional de mucho tráfico.

Sin embargo no son sólo jóvenes y niños los que sufren las carencias dotacionales, sino la población en general, incluidos los ancianos.

“Tenemos un local prestado, que podemos utilizar a ratos, lo que nos hace perder muchos cursos pero carecemos de un local social para las personas mayores que, al no contar con una oferta de tiempo libre en la urbanización, se quedan en casa y no salen porque dicen que el barrio de A Ponte les queda un poco lejos.

Tienen una promesa de Baltar de que va a agilizar la consecución de un local. “Esperemos que la propuesta se agilice porque además, en esta urbanización hay muchos bajos sociales y están practicamente todos vacíos, el hecho de que nos concedan uno va a suponer la posibilidad de hacer muchas actividades pendientes, para las mujeres, un video club, artesanía, dibujo o pintura”, pero por ahora todo eso está parado” dice el presidente.

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Faro de Vigo

Este contenido ha sido publicado en la sección Noticias de Prevención de Riesgos Laborales en Prevention world.

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