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Un total de cinco personas han muerto y 21 están desaparecidas en la colisión entre un tren Talgo que cubría la línea Madrid-Cartagena y un tren de mercancías a la altura de la localidad de Chinchilla (Albacete).

Horror, llamas, gritos, desconcierto, angustia, bocas entrecerradas a medio camino entre el pánico a la muerte o a la inminencia de una nube tóxica. Eso y mucho más era esta noche la localidad albaceteña de Chinchilla, que vivió horas de angustia después de que a las diez menos veinte dos trenes, un Talgo y un mercancías, chocaran frontalmente cerca de la estación. En el tren de alta velocidad viajaban 86 pasajeros y cuatro tripulantes y cubría la ruta Madrid-Cartagena, mientras que el convoy de transporte, con dos maquinistas, hacía la ruta inversa. El choque causó la muerte de al menos cinco personas y otros 21 continúan desaparecidos. Hubo, además, 34 heridos (38 según otras fuentes) que fueron trasladados al Hospital General de Albacete. Tres se encontraban en estado crítico al cierre de esta edición y cuatro graves. Las personas que resultaron ilesas o con contusiones (una cuarentena) fueron trasladadas desde Chinchilla a Murcia en autobús o acudieron a recogerlos sus familiares.

Fue un accidente dramático, angustioso en el que las horas sucesivas se convirtieron en un calvario para los allegados de los pasajeros, ignorantes de lo que ocurría. Y todas las informaciones auguraban lo peor, matizado por momentos y con tintes dramáticos en los minutos siguientes. Los primeros instantes fueron terribles -«escenario dantesco» era el calificativo recurrente-, ya que parte de los convoyes quedaron envueltos en llamas, en concreto los cuatro vagones de cabecera del Talgo, así como las dos locomotoras. Además, la posibilidad de que el mercancías transportara sustancias peligrosas hizo temer que se produjera una nube tóxica. De hecho, la población de Chinchilla fue obligada a permanecer en sus casas, con las ventanas cerradas. La inquietud en esos momentos era enorme, ya que desde coches de Policía, a través de megafonía, se alertaba a los vecinos de lo que estaba sucediendo.

Paralelamente, en el lugar de los hechos se vivían escenas sobrecogedoras, con buena parte de los 90 ocupantes del Talgo saliendo a duras penas del amasijo de hierros, muchos de ellos heridos y huyendo del horror como fantasmas. «Cuando me acercaba hasta allí -relataba una de las primeras personas que llegó a la zona- fui encontrando a gente que salía corriendo como podía. Uno de ellos me contó que dentro de los vagones habían quedado muertos, pero no lo puedo confirmar porque las llamas me impedían acercarme. Lo único que podía hacer en esos momentos era socorrer a los heridos… Ha sido angustioso».

La gravedad del suceso hizo que de inmediato se desplegara un amplio dispositivo de salvamento, en el que participó la Policía Nacional y local, Guardia Civil, funcionarios del Cuerpo de Bomberos y efectivos sanitarios así como personal de Protección Civil. El Servicio de Salud de Castilla-La Mancha (Sescam) montó un hospital de campaña y a la zona se desplazaron una treintena de ambulancias. La autovía de Valencia fue cortada durante algún tiempo para facilitar el traslado de los heridos al hospital de Albacete lo que originó importantes problemas de tráfico.

Uno de los datos en los que coincidieron varios de los testigos fue la buena coordinación de los distintos equipos de socorro, lo que permitió que antes de la medianoche estuvieran extinguidas las llamas de las dos locomotoras y los vagones. Eran las doce de la noche y algunos empezaron a respirar, dado que apagar el fuego era primordial para evitar muertes y mitigar el tremendo drama que avecinaba este choque. Mucho antes, sobre las once, las autoridades confirmaban que la temida nube tóxica no era tal -se había barajado la posibilidad de que el mercancías transportara ácido sulfúrico e hidróxido sódico como había almacenado en sus vagones en un viaje anterior- y que se había tratado de una falsa alarma, dado que el mercancías circulaba vacío.

Noticias inquietantes

Sin embargo, a medida que pasaba la noche las noticias eran muy inquietantes, tanto como hacía tiempo que no se recordaba. Ni siquiera las máximas autoridades de la región contaban con información precisa. El vicepresidente de Castilla-La Mancha, José María Barreda, temía por la suerte de decenas de personas que podrían haber quedado atrapadas entre los vagones en llamas, y en su voz se traslucía esa preocupante sombra. A las doce y media, se decía que se habían encontrado restos de cuatro personas calcinadas, aunque no se había podido entrar aún en los coches.

Los trabajos de los equipos de socorro fueron muy difíciles. La máquina del mercancías acabó encima de los primeros vagones del Talgo, entre ellos los de preferente y la cafetería. En el primer vagón, al que a la una y media de la madrugada aún no habían podido acceder los bomberos trabajando contrarreloj, viajaban 16 pasajeros a los que casi por seguro y sin ningún pesimismo en esos momentos se daba por muertos, según confirmaron fuentes de Renfe. Todo era un amasijo de hierros y el acceso al interior del tren de pasajeros era imposible, dadas las altas temperaturas que se alcanzaron en su interior.

Aún a las dos de la mañana quienes estaban encargados del rescate de los todavía desaparecidos estudiaban la posibilidad de suspender los trabajos hasta que alboreara el día por varios motivos: el vagón aún clausurado era un horno hirviente y la presencia de unos cables de alta tensión próximos al lugar del accidente convertía la labor en un rescate de altísimo riesgo. El clave, que la juez anunció que no acudiría al lugar hasta las 6.30 de la mañana.

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Este contenido ha sido publicado en la sección Noticias de Prevención de Riesgos Laborales en Prevention world.

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