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El trabajo ocupa cada día más horas a costa de la vida privada, que adelgaza de forma irremediable. Esta situación favorece que en el espacio laboral se hable de cuestiones personales. ¿Saben mucho tus compañeros de tu vida privada? ¿Conoces la suya? ¿Comprendes que haya personas que cuenten sus intimidades o prefieres tener separados ambos terrenos? Lo privado nos remite a las relaciones personales, a los afectos, a lo que nos pasa con los padres, los hijos o la pareja. Ese ámbito está habitado por sentimientos de amor, ternura, culpa y deseos que nos empujan hacia otros o nos alejan de ellos. Eso nos “fragiliza”, a la vez que nos hace vivir de forma más intensa. A veces, deseamos compartirlo, pero también tenemos el derecho a no ser invadidos, a no hablar de ciertas cuestiones. 

¿COMPARTIR? Si tenemos nuestro sistema emocional relativamente equilibrado y no dependemos demasiado de la opinión ajena, compartiremos con más facilidad nuestras intimidades en el ámbito laboral. Ello, sin dejar de proteger lo que queremos que permanezca en nuestro jardín privado. En cualquier caso, conviene poner límites a lo que hablamos con los colegas y escoger con quién se habla. Tiene que ser alguien que respete lo que contamos, que no nos invada con preguntas u opiniones, y de quien sepamos que no va a comentarlo.

DESCARGAR CONFLICTOS. Tenemos tres formas de ser distintas:

La primera corresponde a personas que necesitan descargar de forma rápida los conflictos, hablando con alguien. Por lo general, buscan ayuda para despejar lo que piensan, pero también se pueden ver afectadas por las opiniones que reciben ya que al hablar sin haber elaborado lo que les pasa, se encuentran frágiles ante el conflicto y lo dominan menos. Esto se resuelve eligiendo bien con quien se habla. 

Otras que controlan más su vida íntima y sabe escuchar, pero separa su vida profesional, en la que se encuentra más segura.

Una última que con una actitud más frecuente en los hombres, no habla de su vida privada, sobre todo porque ha empezado a salir con una compañera y quiere ocultarlo. Los hombres suelen hablar menos de su vida personal. Nombrar sus sentimientos los “fragiliza”, no es lo que se espera de ellos y suelen callar y separar más ambos ámbitos. Nosotras estamos más habituadas a hacernos cargo del mundo emocional y, socialmente, también nos está más permitido nombrarlo. 

El trabajo también se puede utilizar para huir de conflictos de la vida privada. Si en casa hay problemas, puede ser mejor quedarse hasta tarde en él. Entonces no se habla de aspectos personales ni en un espacio ni en el otro.

EQUILIBRIO. Cuando nuestra actividad laboral nos gusta, el trabajo puede ser una liberación respecto de conflictos emocionales familiares. Pero también se puede convertir en algo que invade nuestra vida afectiva, dejándonos sin tiempo. El equilibrio es lo más difícil de conseguir, aunque es posible. Todo depende de la elaboración psicológica y del conocimiento que tengamos de nosotras mismas. No hablar de la vida personal en el trabajo tampoco quiere decir que esta no incida. Se puede desplazar hacia los subordinados o los compañeros de trabajo todo el malestar que se trae desde casa. 

La palabra Intimidad 

El término procede del latín “intimus”, superlativo de interior. Abarca lo inconsciente, pero no se reduce a él. Es lo más profundo de la experiencia humana. Identificable con la “vida del espíritu”, con la actividad del “yo” pensante. 

-La intimidad es la parte de la vida que no ha de ser observada desde el exterior y afecta solo a la propia persona. 

-Una persona tiene el derecho a controlar cuándo y quién accede a su vida privada. El derecho a la intimidad es una barrera que defiende la autonomía frente a los demás. 

-Lo íntimo pertenece al ámbito de los pensamientos, de las dudas que escapan a una formulación clara, a lo reprimido, a lo que percibimos como inexpresable. 

-En la intimidad, una persona ejerce su plena autonomía. Es el reducto de la personalidad, donde habita el ser. 

Las claves 
  • Conviene seleccionar a qué personas se les habla de temas personales y no hacerlo en grupo. Suele haber una o dos con las que se tiene más afinidad; con ellas puedes compartir tus conflictos. Estas tienen que saber respetar tu intimidad. 
  • Si hablamos de algo privado, tenemos que pensar qué es lo que estamos persiguiendo con ello. ¿Una descarga de tensión, un consejo? En la exhibición de la vida privada, la persona puede usar a los demás como meros receptores de sus problemas y no como interlocutores. En este caso, cansará a quien le escucha y creará malestar a su alrededor. 
  • No conviene que la pareja o los hijos acudan al trabajo a no ser que lo quieras por algún motivo. Tampoco que llamen por teléfono, a no ser que sea una urgencia.
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Este contenido ha sido publicado en la sección Noticias de Prevención de Riesgos Laborales en Prevention world.

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