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El ruido, entendido como cualquier sonido innecesario e indeseable que implica una reacción psicofisiológica del sujeto, ya sea de agrado o de rechazo, puede causar patologías psíquicas y físicas a quienes están expuestos durante un largo período de tiempo a una fuente de emisión cercana, situada entre los 2.000 y los 4.000 megahercios. Niños, jóvenes o ancianos que viven en zonas urbanas, sobre todo, corren el riesgo de padecer en algún momento trastornos psíquicos, neurodegenerativos, psicosociales y psicosomáticos, según han puesto de manifiesto los asistentes al I Congreso Internacional ¿El hombre contra el medio ambiente?, organizado por la Fundación Civis y la Fundación para la Gestión y Protección del Medio Ambiente (Fungesma), que se ha celebrado en Madrid.

“Las repercusiones del ruido y las vibraciones en las personas causan unos efectos inesperados que aún no se han catalogado, según Vicente Monge, médico, miembro del comité técnico de la Dirección General XI de la Unión Europea para Sanidad y Medio Ambiente y asesor de Fungesma. El experto ha indicado en la ponencia Incidencia de los ruidos y las vibraciones en los trastornos psíquicos que, “si bien nos consta que el ruido ambiental, causado por el tráfico urbano o las obras en las ciudades, puede generar desde conflictos con los compañeros de trabajo y estrés hasta un aumento de la presión intracraneal o incluso disminuir el campo de visión, desconocemos el porcentaje exacto de afectos que puede haber”.

Diversos estudios de la Organización Mundial de la Salud señalan que el ruido puede provocar distintas clases de respuestas reflejas, que si se mantienen, generan en el sujeto patrones de inadaptación psicofisiológica con repercusiones neurosensoriales, endocrinas, vasculares y digestivas. También son causa de trastornos del equilibrio, sensación de malestar y fatiga psicofisiológica, que puede alterar los niveles de rendimiento.

Ambito laboral
Según Monge, aunque los efectos del ruido ambiental en la población general no se han estudiado suficientemente, “sí hay grandes avances en lo que a los efectos del ruido industrial se refiere. En este terreno contamos con informes que relacionan directamente determinados trabajos que registran altos niveles de ruido con empleados que padecen con frecuencia náuseas, vértigos y sorderas”.

El ruido es en la actualidad el riesgo laboral de mayor prevalencia, según la OMS, y está considerado un verdadero problema de salud pública, tanto por sus efectos auditivos como extra-auditivos. Sólo en Estados Unidos hay más de 35 millones de personas expuestos en sus trabajos.

La pérdida de audición neurosensorial es la patología más frecuente de la exposición al ruido industrial. Otras enfermedades son la desviación transitoria del umbral de la audición, caracterizada por una ligera disminución de la sensibilidad auditiva, y acompañada de zumbidos que se prolongan durante unas horas; el trauma acústico agudo, provocado por un ruido discontinuo intenso, como una explosión, y el Tinnitus o falsa sensación de sonido que acompaña la hipoacusia.

En sus conclusiones, el experto ha establecido la necesidad de que el Ministerio de Medio Ambiente ultime una normativa que regule los niveles permitidos, “algo que está definido en el ámbito laboral pero no en el urbano”.

No sólo el ruido es un elemento de riesgo para la salud; la contaminación atmosférica, al igual que los cambios de temperatura y de presión, pueden ser un elemento de riesgo para la salud”, ha indicado Julio Díaz Jiménez, director del Master en Salud y Medio Ambiente de la Universidad Autónoma de Madrid y profesor del Centro Universitario de Salud Pública, en Madrid, ha puesto de manifiesto que el incremento de los niveles de ozono, especialmente preocupantes en los meses de verano, puede aumentar la incidencia de problemas cardiovasculares, sobre todo en los grupos de población de riesgo, como los ancianos, y en aquellas personas que presentan otras patologías de base.

“La asociación estadística encontrada indica que la contaminación atmosférica influye en las tasas de mortalidad y en los ingresos hospitalarios. Así, un aumento repentino de la temperatura provoca que al cabo de dos días aumente el número de pacientes que habitualmente acuden en los centros hospitalarios”, ha indicado el ponente.

También el tráfico es una fuente de contaminación, según Díaz Jiménez. Además del ruido, el óxido de nitrógeno y el dióxido de azufre que desprenden los vehículos constituyen un serio riesgo para la salud: “Los óxidos de nitrógeno, junto con otros compuestos, actúan como precursores del ozono troposférico, sustancia que tiene efectos importantes en el organismo humano a partir de un determinado umbral. Superado este límite se desaconseja la realización de ejercicio físico en las horas centrales del día y al aire libre.”

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Diario Médico

Este contenido ha sido publicado en la sección Noticias de Prevención de Riesgos Laborales en Prevention world.

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