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El accidente mortal sucedió hace diez años, pero el proceso se durmió en las estanterías de los juzgados y el juicio no pudo celebrarse hasta la semana pasada. El retraso acumulado le vino de perlas a los procesados, pues sus abogados alegaron dilaciones indebidas y al fiscal no le quedó otro remedio que claudicar y reducir la pena de cuatro años de prisión a tres meses. No se mostraron igual de satisfechos los familiares del operario fallecido en el siniestro laboral, que han tenido que esperar un decenio para ver cómo la Justicia sentaba en el banquillo a los responsables del accidente. Por si fuera poco, la indemnización que solicitaban también se vio sensiblemente reducida. Si antes del proceso pedían 180.000 euros, finalmente tuvieron que conformarse con 150.000.

Cuando los abogados de los imputados, les dijeron a sus clientes que de conformarse con la reducción de pena a tres meses no tendrían que afrontar el juicio debido al retraso judicial acumulado, estos no lo pensaron. Reconocieron los hechos que se les imputaba y, a cambio, sus compañías de seguros se hicieron cargo de la indemnización.

El accidente se llevó la vida de un palista de Mazaricos que tenía 44 años en aquel entonces, casado y con un hijo. El 5 de mayo del 2000, cuando cumplía siete meses como empleado quedó aplastado bajo la cabina de la excavadora que manejaba, muriendo a las pocas horas en el Clínico de Santiago. La sentencia dice que el siniestro se produjo por culpa de varias personas, como son el jefe de obra, el encargado de la misma, su patrón y el encargado de la seguridad. Y a todas ellas las condena por un delito contra la seguridad de los trabajadores; eso sí, gratificados notoriamente en la pena, al verse reducida a tres meses. Los procesados, al carecer de antecedentes, no tendrán que ingresar en prisión.

El día del accidente, el trabajador se encontraba prestando sus servicios en una pista forestal de Cabanude, en el término municipal de Mazaricos. Estaba realizando labores de rebaje del entronque de un camino, utilizando para ello una retroexcavadora. Debido a que la naturaleza del terreno no le permitía continuar la extracción de tierras con el cazo, se vio obligado a cambiarlo por un martillo rompedor que estaba situado a unos 500 metros del lugar en el que se encontraba trabajando. Puso rumbo hacia la nueva herramienta y la máquina volcó al desplazarse por una pendiente. Quedó bajo la cabina y falleció debido a un fallo multiorgánico.

La sentencia deja bien claro que el trabajador lo hacía «en circunstancias inseguras», con un equipo «inapropiado» para el rebaje de terrenos.

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La Voz de Galicia

Este contenido ha sido publicado en la sección Noticias de Prevención de Riesgos Laborales en Prevention world.

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