Una de las razones esgrimidas por Octavio Calderín para desechar la existencia del llamado «síndrome postvacacional» es el número de bajas laborales contabilizadas una vez que los trabajadores se han incorporado a su tarea habitual tras el periodo estival.
Según Octavio Calderín, son mínimas y, además, el rendimiento de los trabajadores es mayor. Otra cosa es lo que sucede en el periodo previo a las vacaciones. El número de bajas es mayor, aunque normalmente los trabajadores piden el alta antes de que comience su periodo de descanso para no verse privado del mismo o que se retrase.
Estos datos contrastan con algunos informes hechos públicos recientemente y donde se recoge que «el 35 por ciento de la población española comprendida entre los 25 y los 40 años sufre el “síndrome depresivo postvacacional”, semejante a un trastorno de estado de ánimo, donde aparecen temporalmente combinados síntomas de depresión y ansiedad».
Así, por ejemplo, en un documento elaborado por un grupo de psicólogos del Departamento de Personalidad Evolutiva y Tratamiento Psicológico de la Universidad de Valencia se dice que «los afectados por este síndrome pueden padecer fatiga, pérdida de energía, insomnio los días previos a la reincorporación, ligera pérdida de apetito, sentimiento de tristeza o vacío, dificultad para concentrarse, tensión muscular, irritabilidad, palpitaciones, sudoración, sensación de ahogo, náuseas o problemas estomacales».
El coordinador del estudio, el profesor asociado José Gil Martínez manifestó recientemente a «Efe» que «la persona afectada verdaderamente no sufre una auténtica enfermedad mental o psicopatológica, sino que estos estados son normales e inherentes a la naturaleza humana» y recomendó que a quienes lo padecen una serie de estrategias para amortiguar el estrés en el inicio laboral.
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