La manida frase El trabajo perjudica la salud es, en ocasiones, rigurosamente cierta. Pueden ser miles los malagueños que cada día sufren de asma, conjuntivitis o trastornos en la piel sin sospechar que el origen de su dolencia está en el lugar donde se ganan la vida. Las alergias originadas en el ámbito laboral son patologías muy poco estudiadas. Se sabe que hay enfermeros que desarrollan rechazo a los guantes de látex y cajeros de supermercado con la piel irritada por el níquel de las monedas, pero hay muchos otros alérgenos ocultos en los lugares de trabajo. La madera, los barnices, la pintura, el cemento y hasta la harina se cuentan entre ese millar de sustancias.
El Servicio de Alergología del Hospital Carlos Haya ha decidido ponerse manos a la obra y estudiar este tipo de alergias, centrándose en el asma ocupacional. Se cree que esta enfermedad está detrás de entre el 5 y el 10% de los casos de asma en adultos. Una nueva unidad impulsada por el jefe del citado departamento, Miguel Blanca, ha empezado a atender a personas cuyos problemas respiratorios pueden provenir de su ámbito laboral. Su objetivo es detectar los alérgenos presentes en diferentes sectores de actividad, estudiar su comportamiento y buscar un tratamiento eficaz. «Creo que excederemos de los mil pacientes al año», vaticina el doctor Blanca.
Esta unidad, ubicada en el Hospital Civil, es pionera en el país y pretende convertirse en un centro de referencia en el estudio del asma ocupacional. Por eso ha fichado a una joven pero experimentada alergóloga madrileña, Paloma Campo, que ha pasado los últimos tres años y medio investigando el asma ocupacional en un hospital de Cincinatti, en Estados Unidos.
Gracias al apoyo prestado por la dirección del hospital, el laboratorio va a contar en breve con una sofisticada máquina que hasta ahora no se había utilizado en España. Se trata de una cámara de circuito cerrado en la que se mezcla oxígeno con las sustancias sospechosas de provocar alergias para que el paciente lo inhale en condiciones controladas. De esta forma, se detecta la sustancia concreta que provoca la reacción patológica a cada enfermo. Antes de dicha prueba se realiza una entrevista exhaustiva al trabajador, ya que en un entorno laboral hay miles de sustancias diferentes y hay que hacer una criba inicial. Una vez identificado el alérgeno, la solución suele ser cambiar al empleado de puesto para apartarle de dicha sustancia.
El enlace con los pacientes van a ser los médicos del trabajo que, desde las mutuas o las propias empresas, se encargarán de detectar los posibles casos de asma ocupacional y derivarlos a la unidad hospitalaria. Para aprender a identificar a los trabajadores susceptibles de sufrir este trastorno, recibirán una charla formativa en el Colegio de Médicos el próximo 26 de abril. «Es la primera vez que el hospital nos pide ayuda para estudiar una patología laboral y estamos dispuestos a volcarnos», afirma José Antonio Cardenete, director de la Asociación Malagueña de Medicina Laboral y el Área de Medicina del Trabajo del Colegio, entidades con las que el hospital ha firmado un convenio de colaboración. A través del medio centenar de médicos que seguirán el curso se podrá llegar a un colectivo de hasta 250.000 trabajadores.
La idea de profundizar en el estudio del asma ocupacional partió de un caso con nombres y apellidos que fue remitido por una médico del trabajo al Hospital Civil. Se trata de un carpintero que trabaja con maderas tropicales. El problema fue detectar qué variedad concreta es la que le produce asma. «Después de muchas pruebas lo hemos averiguado», afirma Paloma Campo. La unidad del Civil ya está tratando a otros pacientes, como una empleada de una fábrica de especias o un panadero. «El mensaje que queremos transmitir a los trabajadores que sufran asma y crean que la causa está en su entorno laboral es que acudan a su mutua o a su médico de empresa», concluye el doctor Blanca.
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