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Actualmente, se ha convertido en una preocupación social y se estima que más de 350 millones de personas la padecen en el mundo.

Las proyecciones indican que para el 2020 la depresión será más peligrosa y destructiva que los accidentes de tránsito y los accidentes cerebrovasculares (ACV) o las enfermedades pulmonares; sus principales víctimas estarán entre quienes tienen 20 y 50 años.

La organización advierte que entre los adolescentes de 10 a 19 años es la principal causa de enfermedad y discapacidad y que en 2012 murieron 1,3 millones de personas en esa franja etaria por enfermedades asociadas a la depresión y/o por suicidio.

A esa edad el problema está asociado con el tabaco, el consumo de drogas y alcohol, el sida, la nutrición, la sexualidad y la violencia.

La investigación de la OMS señala que la enfermedad tiene cura si se detecta de forma oportuna, pero solo el 25 por ciento de los enfermos puede acceder a un tratamiento adecuado. Los especialistas coinciden en que la depresión se puede dar tanto en países desarrollados como otros en vías de desarrollo.

Es una patología que se caracteriza por una profunda y persistente tristeza y abatimiento, la anhedonia o pérdida de interés o placer por las ocupaciones habitualmente gozosas de la vida. El paciente pierde la capacidad de disfrutar de las cosas que normalmente le apetecía hacer. No reacciona de forma habitual a los estímulos externos, y está en un estado de aparente apatía, desinterés o indiferencia. En otras ocasiones se observa un incremento en la reactividad emocional: hipersensibilidad ante estímulos externos, irritabilidad, gran labilidad emocional o excesiva sensibilidad frente a acontecimientos habituales.

El tercer síntoma cardinal, junto con la tristeza y la anhedonia, es una pérdida de vitalidad o energía que dificulta severamente realizar una actividad laboral como consecuencia de la reducción de la capacidad de atención y concentración. Otros indicios frecuentes son la alteración del apetito, la pérdida de autoestima, el insomnio o somnolencia excesiva, el pesimismo o la disminución del apetito sexual. También pueden asociarse síntomas somáticos que, en ocasiones, pueden dificultar el diagnóstico del cuadro, tales como cefaleas, dolores abdominales inespecíficos o dolores osteomusculares. 

Más allá de los síntomas, la depresión es el resultado de un diálogo interactivo entre la biología, los factores personales y psicológicos, y el ambiente. Como factores biológicos figuran una base genética en algunas formas de depresión, alteraciones en los neurotransmisores cerebrales y alteraciones endocrinas e inmunológicas. 

Todos estos factores no deben ser considerados como agentes causales, sino como moduladores o marcadores biológicos del estado de enfermedad. Desde otro punto de vista las características de personalidad juegan un papel unas veces de predisposición, otras de complicación del cuadro clínico, o de configuradores del mismo. 

Es de gran importancia también el estudio de los factores de vulnerabilidad, como, por ejemplo, la inestabilidad emocional, la hipersensibilidad, o la dependencia, la inseguridad y el pesimismo, o la alta vulnerabilidad a las situaciones de estrés. Estos rasgos predispondrían a la enfermedad especialmente cuando se asocian a factores sociales negativos. 

Una de las dificultades más grandes que padecen las personas con esta patología es la incomprensión de su entorno inmediato. La frase más inútil en esta enfermedad es el famoso “ponete las pilas”. Esto solo aumenta la desazón en la persona que, entendámoslo de una vez, está enferma y requiere un tratamiento específico que lo ayude a restaurar su calidad de vida perdida.
La discriminación de las personas que sufren depresión es un hecho habitual y constatado. Un reciente estudio aporta cifras escalofriantes al respecto: el 79 por ciento de los afectados ha sufrido, por lo menos una vez, algún tipo de exclusión asociado a su patología mental y el 71 por ciento afirma que quiere esconder que la sufre. Los expertos alertan de que sufrir discriminación empeora el pronóstico de las enfermedades mentales y contribuye al aislamiento social y profesional de los enfermos.

Es importante fomentar una actuación eficaz en todas las políticas pertinentes para aumentar la sensibilización de la población y estimular la inclusión social y la equidad, y luchar contra los prejuicios.

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diarionorte.com

Este contenido ha sido publicado en la sección Noticias de Prevención de Riesgos Laborales en Prevention world.

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