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«La fatiga mata» fue el lema de la campaña que hace dos años se llevó a cabo a nivel europeo para denunciar el peligro real que afecta a la profesión del transporte por carretera. «Una profesión tan peligrosa como la de las fuerzas militares de intervención rápida», llegaba a asegurar el sindicato CCOO tras una profunda investigación en base a datos facilitados por la DGT.

Con los datos de accidentabilidad de 1998 en la mano, fallecieron 417 transportistas, es decir, «uno de cada ocho conductores muertos era un camionero». Una realidad que se antoja más sangrante aún si cabe al tener en cuenta que «el Ministerio de Trabajo no computa oficialmente a los autónomos entre las cifras de víctimas mortales laborales». Y eso que los siniestros mortales en la carretera de este sector suman cada año en el Estado español más que los de la construcción, pesca y minerías juntos.

Los sindicatos del sector no dudan en denunciar que «la causa principal de este alto índice de mortalidad está provocado por la competencia salvaje que impera en el sector, dado que es el único del área del transporte que todavía no ha sido regulado por Bruselas». Una conclusión que nadie rebate. Lo mismo que la que achaca parte de esa siniestrabilidad a la «prolongada jornada laboral, que en la mayoría de los casos ni se controla, puesto que o el tacógrafo no se verifica o no lo llevan».

Los datos, las cifras son irrebatibles. Modesto García, secretario general de Hiru, que agrupa a los sindicatos de transportes de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa, asegura que «los accidentes con vehículos pesados no superan el 14% del total, pero es cierto que cada vez hay más coches, cada vez hay más urgencias y cuando no se regula un sistema lo que no sacas en el precio lo sacas en la espalda, por eso vienen un montón de accidentes, porque el mercado te obliga, estamos en una lucha salvaje por la supervivencia».

La edad del sector no deja lugar a las dudas. Más de la mitad de los camioneros vascos supera los 50 años. «Es un sector que goza de una edad que va para arriba y es normal que fallen los reflejos en la conducción«, admite García. «Es la jodida realidad», añade sincero. Y a eso se añaden «unos horarios, todo dios va con el reloj y esto tiene que estar entregado mañana a tal hora. ¿Cómo se va a hablar de calidad si muchos van jugándose la vida por ahí? Hay gente que carga y descarga y ese tiempo figura luego como horas de descanso. Pero si no, lo hace otro».

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Gara

Este contenido ha sido publicado en la sección Noticias de Prevención de Riesgos Laborales en Prevention world.

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