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Los médicos, así como el resto de profesionales sanitarios, deben recuperar su actitud de servicio y su vocación de juventud, mediante un comportamiento más positivo y optimista en su vida personal y profesional. Aprender a canalizar las emociones es una de las formas de prevenir o de superar el síndrome del profesional quemado o burnt out , ya que éstos se enfrentan a diario a situaciones difíciles relacionadas con el duelo, las pérdidas y el estrés.

Así lo considera, al menos, Javier Mañiero, director de la Escuela de Inteligencia de Madrid, que ha impartido una charla en el hospital Clínico de Zaragoza en las primeras jornadas sobre Gestión de la inteligencia emocional . En su opinión, la inteligencia emocional proporciona las herramientas y los recursos que facilitan ese bienestar que permite afrontar los cambios y las diversas situaciones con garantías de éxito.

Las jornadas, organizadas por el Foro de la Salud de la Fundación Ceste, pretenden sensibilizar al colectivo sanitario sobre la necesidad de aprender a manejar los recursos personales para superar las dificultades emocionales. “Para un médico de una UCI pediátrica, por ejemplo, puede ser muy duro ver a niños muy enfermos o que fallecen. De ahí, que deben aprender a colgar estos problemas al salir del hospital. En este caso, deberían aprender a compartir más su tiempo libre, volcándose con sus hijos o pareja, o programándose actividades de ocio, siempre en compañía”.

El profesional sanitario suele tener una actitud de servicio y vocacional, que en ocasiones se va perdiendo por el camino, debido especialmente al déficit de medios humanos y materiales o al sobreexceso de trabajo. Según algunos estudios, el síndrome del profesional quemado afecta desde un 25% a un 90% del colectivo. De ahí, que los expertos consideren que hay que ayudarles a recuperar una actitud más positiva. “Uno no puede elegir el hospital en el que trabaja, ni la ciudad, ni sus jefes, pero sí puede cambiar de actitud”.

Para Mañerio es también fundamental que los profesionales sanitarios aprendan a manejar sus emociones no sólo ya en un quirófano, -desde impartir bien las órdenes para que todo salga adecuadamente-, sino cuando tratan al enfermo, con una actitud de autoconfianza y optimismo, o cuando deben comunicar un fallecimiento. “Es importante que el profesional tenga bien cimentadas sus emociones para asumir el choque emocional al transmitir un desenlace fatal, tanto al enfermo como a la familia. No sólo importa el qué se dice, sino cómo se dice”.

El presidente del Foro de Salud de la Fundación Ceste, Alejandro López del Val, destacó por su parte la trascendencia del manejo de las emociones para el colectivo sanitario, al señalar el alto grado de insatisfacción que suele registrarse entre los médicos. “Sólo en Primaria, este nivel alcanza el 87%, según datos de la Plataforma Diez Minutos. Lo cierto es que el burn out del profesional no sólo es una cuestión de su ámbito laboral, sino que la traslada a su círculo familiar y personal. Pierde el interés por la familia, por la sociedad, se autorrelega y además la asistencia en su trabajo puede resentirse”, apuntó. Durante las jornadas de ayer, en la que varios profesionales plantearon además situaciones difíciles a las que se enfrentan a diario, se presentó un curso de 25 plazas que se realizará a partir de octubre en Zaragoza.

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RedAragón

Este contenido ha sido publicado en la sección Noticias de Prevención de Riesgos Laborales en Prevention world.

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