Los anuncios de recortes de plantilla por parte de las compañías estadounidenses elevaron la tasa de desempleo al 4,5 por ciento en julio, desde el 3,9 por ciento de noviembre pasado (su nivel más bajo en tres décadas), y los analistas creen que superará el 5 por ciento en los próximos meses.
En lo que va de año, casi 750.000 estadounidenses se han quedado sin empleo, lo que ha hecho aumentar la incertidumbre que afecta a la primera economía del mundo, inmersa en una brusca desaceleración desde finales de 2000.
“Vivimos una ralentización que no habíamos visto en mucho tiempo”, admitió hoy Mitchell Daniels, director de la Oficina de Presupuesto del Gobierno, en un programa televisivo de la NBC.
Hasta hace poco, la caída del paro en Estados Unidos era incluso una mala noticia para la Reserva Federal, preocupada de que la creciente fuerza laboral estadounidense, con dinero fresco en los bolsillos, pudiese provocar un repunte de la inflación.
Mañana se celebra en todo el país el Día del Trabajo, una fecha festiva que los estadounidenses aprovechan generalmente para pasar fuera de sus lugares de residencia y que, en esta ocasión, está marcada por las dudas sobre la dirección que ha tomado la primera economía del mundo.
Si para unos analistas lo peor ha pasado, para otros todavía está por venir, pues auguran que el país acabará cayendo en la temida recesión.
Los indicadores económicos parecen dar la razón a unos y a otros, según cual sea el resultado analizado.
Así, el viernes pasado el Gobierno estadounidense informó de un ligero aumento (un 0,1 por ciento) de los pedidos a las fábricas en julio, cuando los expertos vaticinaban un descenso, lo que puede hablar de una cierta recuperación en el sector manufacturero.
Ese ha sido el sector que más ha sufrido la desaceleración económica y, en el último año, ha perdido 857.000 empleos.
“Estamos cerca de un punto de cambio”, aseguró Jerry Jasinowski, presidente de la Asociación Nacional de Industriales, en un mensaje divulgado con motivo del Día del Trabajo.
Jasinowski opina que la recuperación económica comenzará a notarse en el cuarto trimestre del año, cuando comiencen a tomar efecto los siete recortes en los tipos de interés acordados este año por la Reserva Federal.
En este mismo sentido se manifiesta el Gobierno estadounidense, que está además convencido de que el multimillonario recorte tributario puesto en marcha recientemente tendrá su efecto.
“Vivimos un año de desaceleración, pero estamos cerca del final…No es una recesión”, explicó hoy Daniels.
Pero John Sweeney, presidente del poderoso sindicato AFL-CIO, considera que las familias estadounidenses están “muy preocupadas por lo que les está ocurriendo en cuanto al trabajo” y que “sienten la amenaza de más despidos”.
El Producto Interior Bruto (PIB) de Estados Unidos apenas creció en el segundo trimestre del año, tan sólo dos décimas, el peor resultado en ocho años.
Mientras algunos expertos lo consideran un mal resultado, otros no dejan de destacar que, al menos, supone un crecimiento y no una contracción, lo que aleja el riesgo de una recesión inmediata.
De haberse acumulado dos trimestres consecutivos de contracción en el PIB, se habría declarado oficialmente que EEUU habría entrado en una recesión, el temido fantasma que amenaza a una economía que no deja de crecer desde hace diez años.
La celebración del Día del Trabajo ha coincidido además con la divulgación de un estudio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) que asegura que los estadounidenses están en sus empleos cada vez más horas.
En la pasada década, los estadounidenses han sumado, de media, una semana a su calendario laboral y desde mediados de los 90 trabajan más que los japoneses: casi 2.000 horas al año.
Este contenido ha sido publicado en la sección Noticias de Prevención de Riesgos Laborales en Prevention world.
