Pocas veces la superstición se cumple, pero sin duda ayer fue uno de los martes y 13 más negros de Gandia. Dos obreros perdieron la vida mientras cavaban una zanja junto al barranco de San Nicolás, en lo que iba a ser la futura pasarela de conexión entre el barrio de la plaza Elíptica y la zona deportiva de Beniopa, una obra financiada por el Ayuntamiento.
Pasaban unos minutos de las 16 horas cuando, en apenas unos segundos, un accidente laboral se convirtió en una mortal tragedia. La zanja que vaciaban los dos operarios acabó siendo su tumba tras una larga agonía.
Cuatro operarios y el encargado que manejaba una pala excavadora trabajaban en el interior de la zanja, muy estrecha, cuando de pronto un corrimiento de tierra sepultó a dos de ellos. Se trata de G.L.A., de 24 años y vecino de Torrent, que además de obrero era el jefe de Protección Civil de este municipio; y de R.A., de tan sólo 24 años y nacionalidad boliviana.
Uno de los compañeros que salió ileso relató que el accidente “pasó muy deprisa y no se sabe qué ha pasado para que ocurra esta desgracia”. Este joven explicaba que hacía más de dos años que trabajaban juntos y “nunca habían habido ningún problema”.
Dos de los cuatro operarios lograron salir sin problemas del agujero de tierra y trataron en seguida de ayudar a sus compañeros. Sin embargo, la cantidad de tierra acumulada era tal que sus esfuerzos fueron baldíos.
Pocos minutos después, unidades de bomberos, Protección Civil, SAMU y de los cuerpos local y nacional de la Policía comenzaron a actuar en el cruce entre las calles Floristas y Poeta Francisco Miret.
A su llegada, los dos obreros seguían con vida. Uno de ellos estaba herido de mayor gravedad y por ello los primeros esfuerzos se centraron en éste. Pero no fue nada fácil. Ayudados por la pala, los bomberos estuvieron más de una hora y media extrayendo tierra y piedras del fondo hasta llegar a unos dos metros de profundidad. El trabajo se complicaba más debido a las placas de asfalto desprendidas de la calzada.
La tensión era máxima. El tiempo corría en su contra, cuando de pronto se confirmó lo peor: uno de los obreros, al que ya habían dejado descubierta la cabeza, dejó de respirar. Pero aún quedaba otro atrapado que se resistía a sucumbir, por lo que los esfuerzos se multiplicaron. El encargado de la obra trataba de concentrarse subido a la pequeña grúa, pese a su evidente nerviosismo y angustia.
Entre todos trataban de guiarle para dirigir la excavadora. Debía extremarse la precaución ya que, pese a que la cantidad de tierra acumulada era enorme, lo que había debajo de ella era un hombre con las constantes vitales debilitadas.
Los bomberos picaban el suelo y extraían tierra manualmente con capazos, momentos en los que el operario abandonaba la máquina y, entre sollozos, comunicaba la desgracia a través del teléfono móvil.
La imagen de cansancio y desesperación de los que se empeñaban en salvar la vida del segundo trabajador era desgarradora. Una estampa a la que en nada contribuyó que justo una hora más tarde del suceso sonara el timbre del colegio Mondúver, situado justo enfrente, y salieran a la calle todos sus alumnos de infantil y primaria. Varios rostros infantiles se sumaron a la decenas de personas que con excesiva curiosidad seguían con detalle el desenlace de los hechos.
A esa misma hora llegaron el alcalde José Manuel Orengo, y el concejal de Urbanismo, Jaume Borrás. También se encontraba la responsable de Seguridad Ciudadana, Liduvina Gil. La empresa que desarrollaba los trabajos, Bemuga, estaba subcontratada por la adjudicataria del proyecto del Ayuntamiento, Postigo. Según el alcalde, contaba con todos los permisos en regla y cumplía las normas de seguridad.
Pero será la investigación la que determine si realmente estaba todo en orden y si se siguieron las medidas de seguridad adecuadas.
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