Un controlador laboral, A.P.M., que acompañó al inspector de Trabajo imputado en el caso Ardystil durante una inspección a esta empresa el 6 de septiembre de 1990, respaldó este jueves en el juicio la versión dada por su superior al declarar que la factoría estaba cerrada y prácticamente vacía.
Al igual que hizo en su día el inspector procesado, A.O.H., el testigo explicó este jueves ante el tribunal de la Audiencia de Alicante que juzga el llamado caso Ardystil que lograron entrar Publicidad
a la nave industrial, ubicada en Cocentaina, al encontrarse cuando emprendían el regreso una furgoneta con la propietaria, J.Ll.S., y cuatro empleados.
Aunque este miércoles una trabajadora y, a su vez, afectada por el síndrome indicó que J.Ll.S. carecía de carné de conducir y debía recogerla a diario, A.P.M. aseguró a la sala en dos ocasiones que la dueña de Ardystil era la que iba al volante del vehículo.
“Los trabajadores me dijeron que iban a terminar unos trabajos, pero la nave estaba prácticamente desnuda, no había nada, excepto una mesa muy larga”, dijo el contralador, para negar a continuación que dentro del recinto hubiera bidones de pintura, mascarillas o cualquier otro utensilio.
Por su parte, otro funcionario de la Inspección Laboral con el mismo rango que visitó la fábrica el 27 de julio de 1990, C.G.M., coincidió con el anterior en la existencia de una única mesa de trabajo “muy larga”, así como en que desconocía la actividad de la aerografía textil.
De acuerdo con su testimonio, cuando llegó a la nave se encontró con trece empleados “que estaban sentados en una esquina almorzando” y que, según comprobó después al pedir la documentación a J.Ll.S., carecían de alta en la Seguridad Social.
Este testigo rechazó también que hubiera una especie de “neblina” en el interior de la fábrica, así como que los empleados le expresasen “la más mínima queja” en relación a las condiciones de trabajo que soportaban.
El 9 de julio de 1991 otro controlador laboral, C.N.L., visitó Ardystil después de recibir una orden de servicio y encontró en la empresa a ocho trabajadores que estaban pintando con pistolas unas cortinas.
Preguntado acerca de si los operarios iban protegidos por mascarillas, el tercer funcionario en comparecer este jueves afirmó que no suele “fijarse en esos detalles” y añadió que todos los asalariados tenían ya el alta en la Seguridad Social.
“Al salir de una estancia noté un olor muy fuerte y le pregunté al encargado (J.L.P.G.) de dónde venía. Me contestó que se debía a una mezcla de productos y le dije si era posible que se hiciera en la calle, a lo que me respondió que no había ningún problema”, aseveró C.N.L.
Este testigo visitó también Aeroman, Aeroreig y Aerobrix, pero afirmó que no detectó “nada raro” en el ambiente de estos recintos, así como en las condiciones laborales que se daban en ellos.
Sin embargo, en la primera empresa citada, fue atacado por un perro de los dueños, dijo, al intentar detener a ocho empleados que “escaparon” de él “por una puerta que daba a un patio”.
En la sesión de este jueves, la vigésima, declaró también una empleada de Ardystil, K.S.G., según la cual los trabajadores no disponían de suficientes mascarillas o éstas eran ineficaces ante los vapores resultantes de la pintura.
Por su parte, Z.C.J., de Aerobrix, indicó que, en una ocasión, el propietario de esta aerografía llamó por teléfono a la empresa para que se marcharan los operarios sin Seguridad Social, ya que se iba a producir una inspección.
Esta afectada afirmó que en el lugar de trabajo no había mascarillas ni ventilación suficiente, por lo que siempre se formaba en el ambiente una “neblina” al pintar las telas.
Su versión fue desmentida por cuatro empleados de la misma factoría, los cuales no resultaron afectados por el síndrome, si bien, a preguntas de los abogados de la acusación confesaron que actualmente siguen trabajando o lo hicieron, en uno de los casos, hasta hace poco para el propietario de Aerobrix.
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