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Una mañana nos llamaron de una empresa, cuyo gerente nos comentaba que hacía unos meses habían ordenado la instalación de tres escaleras verticales fijas, de esas de tipo gato, para poder acceder con total seguridad a unos silos donde guardaban la materia prima.

Cual fue nuestra sorpresa cuando escuchamos al gerente repetir una y otra vez que había sido víctima de una estafa, que las escaleras metálicas le habían salido carísimas porque estaban homologadas según la EN ISO 14122-4 y que desde abajo parecían tener un diseño correcto, pero que sin embargo, sus operarios una vez que ascendían no hacían más que golpearse la cabeza antes de llegar al descansillo o al desembarco.

Entendíamos el enfado de nuestro cliente dado que este tipo de escaleras certificadas, ya sean fabricadas en aluminio, aluminio anodizado o acero galvanizado tienen un precio elevado debido a las protecciones tipo jaula o respaldo que llevan incorporadas.

Claro, nuestra misión era realizar una auditoría de las escaleras verticales dado que esa es nuestra especialidad para verificar los anclajes, sistemas anticaída, distancia entre las patas, anclajes, desembarcos, etc. pero el gerente ante su desesperación no paraba de decirnos que “las escaleras estaban mal hechas, ¡no sirven para subir ni bajar!”, y tenía razón porque era imposible acceder al silo con seguridad.

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Según él no había recibido un trato agradable y las escaleras no podrían pasar una inspección de seguridad ni podían tener la certificación pertinente a las escaleras de aluminio.

Bien, realizamos la visita cual fue nuestra sorpresa cuando nos encontramos que las tres escaleras eran un poco ortopédicas.

La escena fue dantesca para el ingeniero que se encargó de ascender para averiguar qué pasaba, anclado a una línea de vida provisional por si acaso.

En la parte baja del silo (que presenta una forma cónica) no había problema de espacio, pero en la parte vertical no existía apenas separación y apenas se podía apoyar la punta de los pies.

Eran unas escaleras industriales montadas de forma defectuosa, se habían dado a fábrica los datos de la distancia de los anclajes a la pared metálica erróneamente y por tanto los peldaños no eran realmente practicables si el operario no trepaba realmente como un felino dado que no se había cumplido con la separación mínima entre los peldaños y el paramento vertical.

Obviamente, no cumplían con ningún tipo de normativa de trabajos en altura para escaleras fijas según la norma 14122-4, así que tuvimos que desmontar todo aquello y volver a empezar.

La solución fue desmontar cada una de las escaleras y cambiar las patas de la escala para separarla a la distancia conforme a la normativa (y la lógica).

¡Se trataba de una escalera ideal para gatos, pero no para personas!

PROALT INGENIERÍA – Soluciones anticaída para trabajar en altura www.proalt.es

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