El operario, que responde a las iniciales A.P.C., se encontraba en la cubierta de un almacén propiedad del G.E. Junto a él se hallaban otros tres trabajadores de una empresa de montajes, pero ninguno de sus compañeros pudo hacer nada para salvarle.
A.P.C. y el resto de obreros realizaban una tarde más el trabajo que tantas otras veces habían llevado a cabo.
Los cuatro se habían subido a lo alto de la fábrica, que la marca E. dedicará en un futuro a actividades de logística, con la intención de abrir los huecos necesarios para poder instalar el sistema de ventilación encargado.
Su tarea consistía en marcar los paneles, cortarlos según las medidas indicadas y retirarlos para continuar con el proceso.
Una labor, como siempre, mecánica pero en la que, como siempre, se exigía la máxima precisión.
El trabajador falló en la materia que no admite ningún error de cálculo: el sistema de seguridad. Tras haber cortado dos de los paneles, procedió a retirarlos, pero para ello “optó por soltarse de la llamada línea de vida”, tal como se desprende del informe técnico.
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