A la luz de los conocimientos científicos puede afirmarse que no se ha identificado ningún mecanismo biológico que explique una posible relación causal entre exposición a las radiofrecuencias y algún tipo de patología. La comunidad científica está de acuerdo en que la potencia generada por las antenas de estaciones base de telefonía móvil es demasiado baja como para que puedan producir riesgos para la salud.

Además, instituciones y organismos internacionales de reconocido prestigio han elaborado y publicado normativas específicas para regular la exposición a los campos magnéticos no ionizantes, que se basan en una rigurosa y exhaustiva revisión de los conocimientos científicos sobre este tema y que tienen como finalidad garantizar la protección de la salud de los usuarios y de la población en general.

Las restricciones básicas y los niveles de referencia establecidos por las principales normativas internacionales son suficientes para garantizar la protección de la salud pública y la seguridad en el uso de la telefonía móvil, puesto que contemplan un amplio factor de seguridad cuyos valores son entre 50 y 75 veces más pequeños que los niveles que se consideran peligrosos.

Estas normativas han sido establecidas por la Comisión Internacional sobre Protección de la Radiación No-Ionizante (Icnirp) -reconocida formalmente por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para definir las pautas a seguir sobre la exposición a la emisión electromagnética en relación con la salud-, el Comité Europeo de Normalización Electrotécnica (Cenelec) y, en especial, por la Recomendación del Consejo de Ministros de Sanidad de la UE relativa a la exposición del público en general a campos electromagnéticos de 0 Hz a 300 GHz.

De acuerdo con esta normativa y a las potencias de emisión actuales, se puede afirmar que las antenas de telefonía móvil en España cumplen con las restricciones básicas y los niveles de referencia establecidos por la Recomendación del Consejo de Ministros de Sanidad de la UE.

Las ondas electromagnéticas son la base de la tecnología que emplean los sistemas móviles de telecomunicación, pero existen multitud de aplicaciones domésticas o industriales que generan también este tipo de ondas como la televisión, los mandos a distancia, los hornos microondas, las líneas eléctricas, los radares militares, etcétera, aunque no todas sean iguales. Las radiaciones electromagnéticas de muy altas frecuencias (ultravioleta fuerte, rayos X y rayos gamma) tienen suficiente energía como para romper la estructura molecular en las células y producir daños en los tejidos, y se denominan radiaciones ionizantes.

A frecuencias más bajas (ultravioleta luz visible, infrarrojos, microondas y radiofrecuencias), la energía de las radiaciones está muy por debajo de la requerida para alterar la estructura molecular de la materia, por eso estas radiaciones son conocidas como no ionizantes.

Las radiaciones electromagnéticas emitidas por los teléfonos móviles y sus antenas se denominan radiofrecuencias y pertenecen al tipo no ionizante, por lo que nunca pueden producir daños en la estructura molecular de la materia viva, así, por ejemplo, no pueden romper el material genético (ADN). La interacción de las radiofrecuencias con los seres vivos se produciría induciendo corrientes eléctricas que si tienen la suficiente intensidad pueden producir distintos efectos biológicos.

Las evidencias científicas y médicas indican que las ondas electromagnéticas de radiofrecuencia no tienen efectos sobre la salud cuando su potencia no es suficiente como para inducir efectos térmicos. Excepto, posiblemente, a unos pocos metros de las antenas de telefonía móvil, la potencia producida por éstas es demasiado baja para causar calentamiento y, por lo tanto, efectos térmicos nocivos.

Los efectos de los campos electromagnéticos sobre los seres vivos pueden ser investigados mediante estudios epidemiológicos y estudios experimentales o de laboratorio. Los estudios epidemiológicos analizan por una parte si puede establecerse alguna asociación entre estar expuestos a radiaciones electromagnéticas y la incidencia en la población de enfermedades concretas. Para abordar esta cuestión se examinan los historiales médicos de amplios grupos de población, en los que además deben de estar bien establecidas las condiciones de exposición a un tipo específico de radiación electromagnética.

Examinados en conjunto, los estudios epidemiológicos no han encontrado correlaciones significativas entre exposición a radiofrecuencias y enfermedades graves como, por ejemplo, el cáncer. Algunos estudios aislados discrepan de esta opinión mayoritaria, pero, sin embargo, no aportan pruebas concluyentes y sí resultados contradictorios.

Recientemente el Journal of American Medical Association presentaba un estudio realizado por la American Health Foundation y el centro de Cáncer Memorial Sloan-Kettering, de EE UU, que es muy concluyente, afirmando que el uso de teléfonos móviles no está asociado con el riesgo de padecer cáncer cerebral. En la misma línea la investigación publicada por el Journal of National Cancer Institute no encuentra ninguna relación entre el uso de teléfonos móviles y tumores cerebrales, glándulas salivares, leucemia y otros cánceres. En este mismo año (11 de enero 2001), The New England Journal of Medicine publicó un extenso trabajo de investigación epidemiológica realizado por el Instituto Nacional del Cáncer de Estados Unidos (Maryland, USA) donde se concluye que no puede establecerse relación entre la telefonía móvil y la proliferación de tumores.

Para investigar los efectos biológicos de los campos electromagnéticos en el laboratorio, se utilizan dos tipos de estudios. Los llamados in vitro, es decir, estudios sobre células aisladas en tubos de ensayo, y los estudios in vivo, que se realizan sobre animales o personas expuestos. Haciendo un recorrido por los estudios de laboratorio sobre efectos de las radiofrecuencias, vemos que estos se han ocupado de un amplio número de cuestiones, desde los posibles mecanismos biológicos hasta los potenciales efectos cancerígenos, pasando por los efectos sobre el material genético, la fertilidad y reproducción, o sobre la función del sistema nervioso. La conclusión de la mayoría de estos estudios científicos coincide en afirmar que: “No se ha encontrado ningún mecanismo o efecto biológico que permita establecer algún tipo de asociación causa-efecto entre al exposición a radiofrecuencias y enfermedades, como, por ejemplo, el cáncer”.

En una reciente revisión, realizada por investigadores del Instituto del Cáncer de Londres, en la que se analizan y valoran cerca de 100 estudios experimentales, se concluye que bajo determinadas condiciones de laboratorio las radiofrecuencias pueden producir algunos efectos biológicos, que no significan necesariamente lo mismo que efectos adversos para la salud.

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Cinco Días – Juan Represa de la Guerra – Catedrático de la Facultad de Medicina de Valladolid – investigador del IBGM

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Este contenido ha sido publicado en la sección Artículos Técnicos de Prevención de Riesgos Laborales en Prevention world.

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