Se gana menos que con los transportes internacionales, a pesar de los ‘pluses’ de peligrosidad, pero se mejora en calidad de vida porque no se hacen tantas horas al volante y se puede dormir en casa los fines de semana. Transportar cargas de riesgo exige que se cumplan a rajatabla las condiciones de seguridad y los tiempos de descanso que marca la Ley. A pesar de todo, dominar un camión cisterna con 35 toneladas de productos inflamables es más fácil que llevar un turismo. O al menos, eso afirman los conductores de la empresa de combustibles Petroalacant.

Según las estadísticas de Tráfico, los camiones de mercancías peligrosas son los que menos accidentes sufren en carretera. A pesar de todo, «nadie quiere asegurar a una compañía de este tipo y las pólizas son elevadísimas», asegura Vicente Barceló, gerente de la empresa de combustibles Petroalacant. Y es que, aunque el índice de siniestralidad sea bajo, los incidentes pueden convertirse en una catástrofe.

Para evitar escenas dantescas, los transportistas de materias peligrosas deben someterse a unos cursos especiales en los que se les enseña a hacer frente a situaciones de riego. La empresa debe contar también con un consejero de seguridad debidamente preparado. Para poder conducir este tipo de vehículos, se debe tener una experiencia mínima de un año en el mundo del camión. Ante cualquier incidencia en carretera, o cada vez que se realiza una parada, hay que comunicárselo a la Guardia Civil.

Vicente Llopis tiene 26 años y hace cinco que se dedica al transporte por carretera. Desde 1998, trabaja para Petroalacant. Conduce un trailer de 18 metros, 12 ruedas, 5 ejes y capacidad para transportar 35 toneladas de carga inflamable, por 125.000 pesetas al mes más un plus de peligrosidad de 15.000 pesetas. Siempre lleva la cisterna llena. O de combustible o de los gases que desprende la gasolina al descargarla en los surtidores. «No pienso que me juego la vida cada vez que hago un viaje. Es mi trabajo y lo veo como algo natural». Eso sí, hay que ir siempre «con los cinco sentidos alerta»

Los vehículos que transportan mercancías peligrosas se someten a más revisiones de lo que es habitual. Anualmente se realizan pruebas de presión, se comprueban los sistemas antivuelco y las válvulas de seguridad. En Petroalacant, los coches cisterna se renuevan cada tres años. La velocidad autorizada también se reduce. Si un camión normal puede circular hasta 90 kilómetros hora, los de combustible o productos inflamables han de rodar a 80.

El trailer que conduce Vicente Llopis tiene varios sistemas de frenado alternativos, y un botón para cortar la batería de forma automática en casos de emergencia. La cisterna es de aluminio, un material que no produce chispa si se fricciona, y va totalmente precintada para evitar derrames. A pesar de todo, «un accidente lo puede tener cualquiera», afirma Barceló, y si se revienta una rueda, «que haya suerte», declara Llopis.

El tacógrafo registra la velocidad, cada parada que se realiza y el tiempo de conducción. «Igual que la caja negra de los aviones», explica Luis Martínez, metido en el oficio desde hace 25 años. En el caso de los transportistas de mercancías peligrosas, las horas de sueño obligatorias aumentan de las ocho habituales a las diez. Además, cada cuatro horas hay que detenerse en un área de servicio.

«Parar puede ser un problema», explica Vicente. Los camiones con productos inflamables o tóxicos sólo pueden detenerse en áreas vigiladas. Mientras que en toda Europa existen unas zonas de descanso especiales para este tipo de vehículos, en España brillan por su ausencia. «Muchas veces vienen los guardas a decirnos que allí no podemos estar, que nos vayamos», explica Luis.

Vicente y Luis reconocen que lo más peligroso no es el transporte en sí, sino el momento de descarga del combustible por los gases que se emiten, gases que vuelven a introducirse en la cisterna para llevarlos hasta las factorías que Petroalacant tienen en Cartagena y Valencia. «A veces el público no entiende que tiene que mantenerse a distancia. El otro día, me pegaron un puñetazo en el ojo porque intentaba hacer comprender a un cliente de un surtidor que debía retirarse», cuenta Luis Martínez.

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La Verdad – Irene Genovés

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Este contenido ha sido publicado en la sección Artículos Técnicos de Prevención de Riesgos Laborales en Prevention world.

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